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Capítulo 5: Envidia

El aire en la casa de los Stevens estaba cargado. Rosalinda había notado algo inusual en los últimos días: la atención que Bastian Johnson le dedicaba a su hija. Lo había visto en la playa, observando a Alya como si nadie más existiera. Y, aunque en un principio pensó que era simple curiosidad, ahora estaba segura de que era algo más luego de que había pasado ya tres veces en estas semanas a buscar a su hija para llevarla a comer.

Sentada frente al espejo de su tocador, Rosalinda sonrió. Si jugaba bien sus cartas, podría convertir la atracción que tenía Bastian hacia ella, era una oportunidad que beneficiaría a toda la familia. O, al menos, a ella misma.

“Bruno, no olvides que tengo una cena en el club social esta noche,” dijo, ajustándose un par de pendientes.

“¿Otra cena? Rosalinda, a veces siento que apenas estás en casa,” respondió Bruno desde la sala.

Ella ignoró el comentario, ya pensando en cómo acercarse a Bastian sin parecer desesperada.

No creía que fuera tan difícil acercarse ya que ella era mucho más bella que Alya y mucho más inteligente también por lo que estaba segura de que él la notaría rápidamente. Su hija no merecía estar recibiendo la atención de alguien tan atractivo y con tanto dinero como él, no iba a saber aprovechar las oportunidades que se le estaban presentando. Alya era tan parecida a su padre, Ector, ese hombre del cual se había enamorado en su juventud y que pronto se dió cuenta de que en esta vida era necesario más que amor. El falleció en un accidente de tráfico y al ser ella un ama de casa en la que no ponía interés en las finanzas de su esposo se encontró de golpe con la realidad.

El testamento estaba repartido entre ella y Alya pero al ser ella menor de edad pudo disponer de todo el dinero, con ello pagó la funeraria y pudieron vivir tres meses con la misma calidad de vida de antes hasta que se dió cuenta que se había gastado todo y de repente estaban llenas de deudas. Claro que nada de esto era sabido por su hija, le había hecho creer que su padre las había dejado en la quiebra antes de morir y que gracias a ella seguían viviendo tan bien. Allí fue cuando se decidió a buscar un nuevo marido y encontró velozmente a Bruno quien se encontraba muy deprimido y falto de afecto de parte de su familia por lo que fue fácil atraparlo.

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Mientras tanto, en la playa, Alya intentaba disfrutar de una tarde tranquila con Dylan y el resto del grupo. Sin embargo, no podía ignorar la sensación persistente de que algo estaba mal. Desde la fiesta de cumpleaños, había notado un cambio en la dinámica entre ella y Bastian. Aunque sus palabras y acciones eran sinceras, una pequeña voz en su cabeza seguía advirtiéndole que tuviera cuidado.

“¿Estás bien?” preguntó Dylan, sentándose a su lado en la arena.

“Sí, solo... pensando.”

“¿En qué?”

Alya vaciló. No quería parecer paranoica, pero Dylan siempre había sido un buen confidente.

“En tu hermano” admitió finalmente.

Dylan alzó una ceja, sorprendido pero no molesto.

“¿Bastian? ¿Qué pasa con él?”

“No lo sé. Es... diferente. Parece genuino, pero a veces no puedo evitar pensar que hay algo que no me está diciendo.”

“Bastian no es el tipo de persona que juega con los sentimientos de los demás,” dijo Dylan con firmeza. “Si está interesado en ti, puedes estar segura de que lo dice en serio.”

Alya asintió, pero la duda seguía acechándola.

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Esa misma noche, Rosalinda se presentó en un evento donde sabía que Bastian estaría. Vestida con un elegante vestido negro, se movió con gracia entre los invitados hasta encontrarlo.

“Bastian” lo saludó con una sonrisa encantadora.

“Señora Stevens” respondió él, sorprendido pero educado.

“Por favor, llámame Rosalinda. Después de todo, somos casi familia, ¿no?”

Bastian sintió una punzada de incomodidad. Había algo en su tono que no terminaba de gustarle.

“¿Puedo ofrecerle algo de beber?” preguntó, intentando mantener la conversación superficial.

“Claro” respondió ella, siguiéndolo hacia la barra.

Durante la siguiente media hora, Rosalinda desplegó toda su habilidad para la manipulación. Habló de las dificultades de criar a una hija sola, de lo mucho que admiraba a la familia Johnson y, finalmente, insinuó que esperaba que alguien como él pudiera guiar a Alya por el camino correcto.

Bastian, aunque incómodo, mantuvo la compostura. Sabía exactamente lo que estaba intentando hacer por lo que sutilmente se alejo de ella y se puso a conversar con otras personas.

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