El aire en la casa de los Stevens estaba cargado. Rosalinda había notado algo inusual en los últimos días: la atención que Bastian Johnson le dedicaba a su hija. Lo había visto en la playa, observando a Alya como si nadie más existiera. Y, aunque en un principio pensó que era simple curiosidad, ahora estaba segura de que era algo más luego de que había pasado ya tres veces en estas semanas a buscar a su hija para llevarla a comer.
Sentada frente al espejo de su tocador, Rosalinda sonrió. Si jugaba bien sus cartas, podría convertir la atracción que tenía Bastian hacia ella, era una oportunidad que beneficiaría a toda la familia. O, al menos, a ella misma. “Bruno, no olvides que tengo una cena en el club social esta noche,” dijo, ajustándose un par de pendientes. “¿Otra cena? Rosalinda, a veces siento que apenas estás en casa,” respondió Bruno desde la sala. Ella ignoró el comentario, ya pensando en cómo acercarse a Bastian sin parecer desesperada. No creía que fuera tan difícil acercarse ya que ella era mucho más bella que Alya y mucho más inteligente también por lo que estaba segura de que él la notaría rápidamente. Su hija no merecía estar recibiendo la atención de alguien tan atractivo y con tanto dinero como él, no iba a saber aprovechar las oportunidades que se le estaban presentando. Alya era tan parecida a su padre, Ector, ese hombre del cual se había enamorado en su juventud y que pronto se dió cuenta de que en esta vida era necesario más que amor. El falleció en un accidente de tráfico y al ser ella un ama de casa en la que no ponía interés en las finanzas de su esposo se encontró de golpe con la realidad. El testamento estaba repartido entre ella y Alya pero al ser ella menor de edad pudo disponer de todo el dinero, con ello pagó la funeraria y pudieron vivir tres meses con la misma calidad de vida de antes hasta que se dió cuenta que se había gastado todo y de repente estaban llenas de deudas. Claro que nada de esto era sabido por su hija, le había hecho creer que su padre las había dejado en la quiebra antes de morir y que gracias a ella seguían viviendo tan bien. Allí fue cuando se decidió a buscar un nuevo marido y encontró velozmente a Bruno quien se encontraba muy deprimido y falto de afecto de parte de su familia por lo que fue fácil atraparlo. --- Mientras tanto, en la playa, Alya intentaba disfrutar de una tarde tranquila con Dylan y el resto del grupo. Sin embargo, no podía ignorar la sensación persistente de que algo estaba mal. Desde la fiesta de cumpleaños, había notado un cambio en la dinámica entre ella y Bastian. Aunque sus palabras y acciones eran sinceras, una pequeña voz en su cabeza seguía advirtiéndole que tuviera cuidado. “¿Estás bien?” preguntó Dylan, sentándose a su lado en la arena. “Sí, solo... pensando.” “¿En qué?” Alya vaciló. No quería parecer paranoica, pero Dylan siempre había sido un buen confidente. “En tu hermano” admitió finalmente. Dylan alzó una ceja, sorprendido pero no molesto. “¿Bastian? ¿Qué pasa con él?” “No lo sé. Es... diferente. Parece genuino, pero a veces no puedo evitar pensar que hay algo que no me está diciendo.” “Bastian no es el tipo de persona que juega con los sentimientos de los demás,” dijo Dylan con firmeza. “Si está interesado en ti, puedes estar segura de que lo dice en serio.” Alya asintió, pero la duda seguía acechándola. --- Esa misma noche, Rosalinda se presentó en un evento donde sabía que Bastian estaría. Vestida con un elegante vestido negro, se movió con gracia entre los invitados hasta encontrarlo. “Bastian” lo saludó con una sonrisa encantadora. “Señora Stevens” respondió él, sorprendido pero educado. “Por favor, llámame Rosalinda. Después de todo, somos casi familia, ¿no?” Bastian sintió una punzada de incomodidad. Había algo en su tono que no terminaba de gustarle. “¿Puedo ofrecerle algo de beber?” preguntó, intentando mantener la conversación superficial. “Claro” respondió ella, siguiéndolo hacia la barra. Durante la siguiente media hora, Rosalinda desplegó toda su habilidad para la manipulación. Habló de las dificultades de criar a una hija sola, de lo mucho que admiraba a la familia Johnson y, finalmente, insinuó que esperaba que alguien como él pudiera guiar a Alya por el camino correcto. Bastian, aunque incómodo, mantuvo la compostura. Sabía exactamente lo que estaba intentando hacer por lo que sutilmente se alejo de ella y se puso a conversar con otras personas.El aire en la mansión donde se realizaba el evento estaba cargado de una tensión casi palpable. Bastian se encontraba alejado del resto de las personas en el salón principal, observando distraídamente los detalles del lugar, cuando escuchó el suave sonido de tacones acercándose. Al volverse, sus ojos se encontraron con los de Rosalinda, quien, con una sonrisa que no dejaba nada a la imaginación, caminaba hacia él con una gracia que dejaba entrever más de lo que pretendía.“Bastian, qué sorpresa verte aquí aún.” Dijo ella, su voz suave y seductora como una melodía. La mirada de Rosalinda era cálida, pero había algo en ella que hacía que Bastian se sintiera incómodo, como si estuviera siendo observado desde un ángulo que no podía identificar.“¿Rosalinda? Creí que ya se había retirado” Su tono sonó más cortante de lo que había querido, pero no podía evitar sentirse ligeramente fuera de lugar bajo su mirada tan profunda. Ella soltó una risa suave, acercándose aún más.“No soy de acostarm
Más tarde ese día, Bastian tomó una decisión. Fue a casa de Rosalinda y la confrontó directamente.Rosalinda estaba sentada en el sillón, aparentemente relajada, pero Bastian sabía que había algo más bajo esa fachada de calma. La misma mirada que la noche anterior, la misma sonrisa, aquella que parecía esconder secretos y promesas peligrosas.Él cerró la puerta tras de sí con un golpe seco, el sonido resonando en la estancia vacía.“Necesitamos hablar, Rosalinda” dijo con voz firme, su mirada fija en la de ella.Rosalinda levantó una ceja, sin sorprenderse, como si ya lo esperara. Sonrió, pero esta vez, la sonrisa no era cálida.“Claro, Bastian. Estoy toda oídos.” Su tono era suave, casi juguetón, como si estuviera más interesada en el desafío que en la conversación en sí.Bastian dio un paso al frente, apretando los puños, controlando la furia que sentía dentro de sí. No iba a permitir que se interpusiera entre él y Alya.“No me interesa lo que me dijiste anoche. No voy a estar conti
Esa noche, el silencio en la casa estaba cargado de algo inexplicable. Las luces suaves del salón daban un resplandor cálido, pero en el aire flotaba una atmósfera tensa, como si ambos mundos, el de madre e hija, estuvieran a punto de colisionar. Rosalinda notó algo diferente en su hija, algo que no había visto antes. Una firmeza, una determinación en su mirada que le resultó casi desconcertante. Algo había cambiado en Alya, y aunque intentó ignorarlo, no podía evitar sentirse inquieta.Alya estaba sentada en la mesa, con las manos entrelazadas sobre el mantel, observando a su madre con una calma que le resultaba difícil de entender. La joven no era la misma de antes. El brillo en sus ojos, la postura erguida, incluso la forma en que respiraba, todo en ella había cambiado.“¿Qué pasa, Alya?” preguntó Rosalinda, tratando de sonar casual, pero la inquietud no lograba esconderse completamente en su voz.Alya levantó la mirada, encontrándose con los ojos de su madre, y por un instante, se
Más tarde, esa misma noche...Bastian se encontraba sentado en la terraza, mirando las estrellas en el cielo nocturno. La conversación con Rosalinda aún lo perturbaba, pero lo que más lo inquietaba era la forma en que la mujer había manipulado cada palabra, como si estuviera jugando con él sin que él lo supiera.No pasó mucho tiempo antes de que Alya llegara. Entró sin hacer ruido, su figura iluminada por la luz tenue de la luna. Al verla, algo dentro de él se relajó. Su presencia siempre tenía ese efecto en él: calmante, reconfortante.Se sentó junto a él sin decir una palabra, pero la suavidad con la que se acomodó a su lado habló más que mil palabras. El espacio entre ellos era pequeño, pero lleno de un entendimiento tácito. Alya lo miró, con los ojos reflejando la misma inquietud que él sentía, pero sin preguntar nada, sabiendo que él tenía sus propios demonios que enfrentar."Todo va a estar bien," susurró ella, tomándole la mano. “Sé que lo que pasó hoy te incomodó. Pero estoy a
Alya Stevens miraba a través de la ventana del coche, con la vista borrosa por las gotas de lluvia que resbalaban por el cristal. Se sentía nerviosa e insegura sobre lo que le esperaba en esa nueva isla. Se había mudado junto con su madre Rosalinda y su padrastro Bruno ya que le habían ofrecido a su padrastro una muy buena oferta laboral en una isla que estaba en su auge de expansión económica. Aunque era primavera, el cielo estaba gris y las nubes densas por lo que daban una sensación de melancolía. Alya, de 20 años, solía ser bastante introvertida en cuanto a expresarse sobre su vida con las personas, pero a menudo aparentaba ser extrovertida para no ser dejada de lado, siempre había una barrera emocional entre ella y los demás. Le encantaban la naturaleza y los animales.. La relación con su madre era distante, Rosalinda no la había querido desde que su padre biológico, Ector, murió dejando a su madre y a Alya en la quiebra. Desde entonces, Rosalinda, quien nunca había trabajado,
Más tarde, cuando el sol se estaba poniendo y la isla se había llenado de una atmósfera de misterio, Alya decidió explorar un poco. Bajó las escaleras y salió al jardín trasero, donde una pequeña puerta daba acceso a la playa. Alya se quedó mirando el agua brillar bajo el hermoso tono naranja del atardecer sintiéndose más tranquila.“¡Hola! ¿Quieres unirte a nosotros?”La voz inesperada la sobresaltó. Alya se giró y vio a un grupo de chicos y chicas, todos en trajes de baño, con tablas de surf y sonrisas amigables. La mayoría tenía una expresión de diversión y camaradería. El más alto de ellos, con una melena rubia y ojos azules, era el que la había llamado.“Eh, sí, claro,” Alya asintió, sintiéndose un poco tensa. “Soy Alya.”“Soy Dylan,” dijo el chico de cabello rubio. “Y estos son mis amigos. Violeta, Marcos y Esteban.”Violeta era la más extrovertida del grupo, con una risa contagiosa y ojos brillantes. “¡Hola, Alya! Bienvenida a la isla,” dijo, acercándose a ella y dándole un apr
El aire fresco de la mañana llenaba la habitación de Alya cuando se despertó. Thor, su gato, dormía plácidamente al pie de la cama. Era un día especial: Dylan celebraría su cumpleaños esa noche en una fiesta en la playa. Aunque apenas conocía a Dylan y a su grupo, había comenzado a sentirse parte de algo por primera vez desde que llegó a la isla.Rosalinda estaba en la cocina cuando Alya bajó las escaleras. “¿Qué planes tienes hoy?” preguntó su madre, sin apartar la vista de su taza de café.“Una fiesta en la playa,” respondió Alya, sirviéndose un vaso de agua.Rosalinda levantó una ceja. “¿Ya tienes amigos?”Alya ignoró el tono irónico y asintió. “Sí, mamá. Dylan me invitó. Es su cumpleaños.”“¿Dylan? ¿Cómo se apellida?” Rosalinda sonrió de forma peculiar.“Es de la familia Johnson, es muy humilde y parece buena persona”, exclamó Alya con un poco más de entusiasmo por el interés de su madre en saber de sus amigos.“Qué conveniente. La familia Johnson tiene una gran influencia en esta
La playa seguía vibrando con la energía de la fiesta de cumpleaños de Dylan. La hoguera lanzaba destellos cálidos que se reflejaban en los rostros de los invitados, mientras el sonido de la música se mezclaba con las risas y las olas. Alya estaba sentada cerca del fuego, junto a Violeta, mientras Dylan contaba una anécdota que hacía reír a todos.Sin embargo, ella no podía evitar sentirse observada. Cada vez que alzaba la vista, encontraba los ojos de Bastian fijos en ella desde el otro lado de la hoguera. Había algo en su mirada que la descolocaba: no era el interés superficial que había visto tantas veces en otras personas, sino una curiosidad más profunda.“Parece que alguien no puede dejar de mirarte,” susurró Violeta en tono burlón, dándole un codazo.“Déjalo,” respondió Alya, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban. “Probablemente solo está siendo educado.”“Claro,” dijo Violeta, alargando la palabra. “Si ‘educado’ significa que te observa como si fueras la única persona en es