Alya Stevens miraba a través de la ventana del coche, con la vista borrosa por las gotas de lluvia que resbalaban por el cristal. Se sentía nerviosa e insegura sobre lo que le esperaba en esa nueva isla. Se había mudado junto con su madre Rosalinda y su padrastro Bruno ya que le habían ofrecido a su padrastro una muy buena oferta laboral en una isla que estaba en su auge de expansión económica.
Aunque era primavera, el cielo estaba gris y las nubes densas por lo que daban una sensación de melancolía. Alya, de 20 años, solía ser bastante introvertida en cuanto a expresarse sobre su vida con las personas, pero a menudo aparentaba ser extrovertida para no ser dejada de lado, siempre había una barrera emocional entre ella y los demás. Le encantaban la naturaleza y los animales.. La relación con su madre era distante, Rosalinda no la había querido desde que su padre biológico, Ector, murió dejando a su madre y a Alya en la quiebra. Desde entonces, Rosalinda, quien nunca había trabajado, busco un nuevo marido para poder volver a tener el status que ella creía merecer. Un año después se casó con Bruno, su nuevo padrastro, y a pesar de que él la quería, nunca pudieron formar una verdadera conexión. “¿Cómo estás, Alya?” preguntó Bruno, con una sonrisa tranquila mientras miraba por el espejo retrovisor. Habían tenido que tomar un avión desde Nueva York hasta Tailandia y de allí un barco para llegar hasta la Ko Lapi donde los esperaban con un auto que le proporcionaba el trabajo de Bruno. Alya suspiró y asintió. “Bien, solo… nerviosa.” Bruno se acercó a ella y le dio una palmadita en el hombro. “Es normal, todos nos sentimos así cuando estamos a punto de empezar algo nuevo.” La isla pequeña llamada Ko Lipe, rodeada de aguas cristalinas y naturaleza salvaje, les esperaba al final del trayecto. Alya la había visto solo en fotos y se veía impresionante, pero ahora que estaba a punto de conocerla en persona, sentía un nudo en el estómago. La familia Johnson era la razón principal por la cual se mudaban allí. Ellos habían comprado la isla hacía 5 años y la estaban expandiendo con nuevas empresas y oportunidades laborales tanto para los nativos como para nuevos residentes, y Bruno había conseguido un puesto de trabajo de director ejecutivo en una de ellas. Finalmente llegaron a la casa, una construcción moderna y espaciosa situada en una colina con vistas al mar. La casa estaba rodeada de jardines bien cuidados y árboles frutales. “Aquí estamos,” dijo Rosalinda, bajando del coche con la llave en la mano. Alya bajó lentamente, tomando su maleta con una mano y sujetando a su inseparable gato, Thor, con la otra. Thor maulló en señal de que estaba nervioso también. “¿Qué te parece?” preguntó Rosalinda mientras abría la puerta principal y la miraba con desdén. “Es… muy grande,” dijo Alya, mirando a su alrededor. El interior era luminoso y acogedor, con muebles modernos y una cocina completamente equipada. “¿Todo esto es nuestro?” preguntó, sorprendida. “Sí, Alya. Todo esto es para nosotros” respondió Rosalinda, sin dejar de sonreír. Alya asintió y llevó a Thor a su nueva habitación. Era una habitación grande, con una cama doble, un escritorio y una ventana con vistas al jardín. Thor saltó sobre la cama y se acomodó, mirando a su alrededor con curiosidad. “Bueno, ¿te gusta tu nuevo cuarto?” preguntó Bruno desde la puerta. “Sí, es… está bien,” respondió Alya, sin mucho entusiasmo. Sabía que Rosalinda esperaba que se emocionara, pero era difícil para ella cuando todo lo que veía era un recordatorio de lo que había perdido. Rosalinda entró en la habitación y abrió las cortinas de la ventana con brusquedad. “Vas a amar vivir aquí, Alya. Deberías ser más agradecida, todo esto lo consiguió Bruno para nosotras. La isla es maravillosa y estaremos rodeadas de lujos.” Alya sonrió débilmente. “Sabes que los lujos no me importan mamá. Pero si estoy muy agradecida con Bruno.” Bruno les dejó solas para que Alya se instalara, y Rosalinda se quedó en la puerta, observándola con una mirada pensante. “No me dejes en vergüenza aquí Alya. Esta es mi nueva oportunidad y no quiero que lo estropees ¿Entendido?” Alya miró a su madre y sacudió la cabeza. “Claro, mamá.” Rosalinda asintió y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Alya se dejó caer en la cama y cerró los ojos. La isla podría ser el lugar perfecto para empezar de nuevo, pero aún sentía que algo faltaba.Más tarde, cuando el sol se estaba poniendo y la isla se había llenado de una atmósfera de misterio, Alya decidió explorar un poco. Bajó las escaleras y salió al jardín trasero, donde una pequeña puerta daba acceso a la playa. Alya se quedó mirando el agua brillar bajo el hermoso tono naranja del atardecer sintiéndose más tranquila.“¡Hola! ¿Quieres unirte a nosotros?”La voz inesperada la sobresaltó. Alya se giró y vio a un grupo de chicos y chicas, todos en trajes de baño, con tablas de surf y sonrisas amigables. La mayoría tenía una expresión de diversión y camaradería. El más alto de ellos, con una melena rubia y ojos azules, era el que la había llamado.“Eh, sí, claro,” Alya asintió, sintiéndose un poco tensa. “Soy Alya.”“Soy Dylan,” dijo el chico de cabello rubio. “Y estos son mis amigos. Violeta, Marcos y Esteban.”Violeta era la más extrovertida del grupo, con una risa contagiosa y ojos brillantes. “¡Hola, Alya! Bienvenida a la isla,” dijo, acercándose a ella y dándole un apr
El aire fresco de la mañana llenaba la habitación de Alya cuando se despertó. Thor, su gato, dormía plácidamente al pie de la cama. Era un día especial: Dylan celebraría su cumpleaños esa noche en una fiesta en la playa. Aunque apenas conocía a Dylan y a su grupo, había comenzado a sentirse parte de algo por primera vez desde que llegó a la isla.Rosalinda estaba en la cocina cuando Alya bajó las escaleras. “¿Qué planes tienes hoy?” preguntó su madre, sin apartar la vista de su taza de café.“Una fiesta en la playa,” respondió Alya, sirviéndose un vaso de agua.Rosalinda levantó una ceja. “¿Ya tienes amigos?”Alya ignoró el tono irónico y asintió. “Sí, mamá. Dylan me invitó. Es su cumpleaños.”“¿Dylan? ¿Cómo se apellida?” Rosalinda sonrió de forma peculiar.“Es de la familia Johnson, es muy humilde y parece buena persona”, exclamó Alya con un poco más de entusiasmo por el interés de su madre en saber de sus amigos.“Qué conveniente. La familia Johnson tiene una gran influencia en esta
La playa seguía vibrando con la energía de la fiesta de cumpleaños de Dylan. La hoguera lanzaba destellos cálidos que se reflejaban en los rostros de los invitados, mientras el sonido de la música se mezclaba con las risas y las olas. Alya estaba sentada cerca del fuego, junto a Violeta, mientras Dylan contaba una anécdota que hacía reír a todos.Sin embargo, ella no podía evitar sentirse observada. Cada vez que alzaba la vista, encontraba los ojos de Bastian fijos en ella desde el otro lado de la hoguera. Había algo en su mirada que la descolocaba: no era el interés superficial que había visto tantas veces en otras personas, sino una curiosidad más profunda.“Parece que alguien no puede dejar de mirarte,” susurró Violeta en tono burlón, dándole un codazo.“Déjalo,” respondió Alya, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban. “Probablemente solo está siendo educado.”“Claro,” dijo Violeta, alargando la palabra. “Si ‘educado’ significa que te observa como si fueras la única persona en es
El aire en la casa de los Stevens estaba cargado. Rosalinda había notado algo inusual en los últimos días: la atención que Bastian Johnson le dedicaba a su hija. Lo había visto en la playa, observando a Alya como si nadie más existiera. Y, aunque en un principio pensó que era simple curiosidad, ahora estaba segura de que era algo más luego de que había pasado ya tres veces en estas semanas a buscar a su hija para llevarla a comer. Sentada frente al espejo de su tocador, Rosalinda sonrió. Si jugaba bien sus cartas, podría convertir la atracción que tenía Bastian hacia ella, era una oportunidad que beneficiaría a toda la familia. O, al menos, a ella misma. “Bruno, no olvides que tengo una cena en el club social esta noche,” dijo, ajustándose un par de pendientes. “¿Otra cena? Rosalinda, a veces siento que apenas estás en casa,” respondió Bruno desde la sala. Ella ignoró el comentario, ya pensando en cómo acercarse a Bastian sin parecer desesperada. No creía que fuera tan difícil a
El aire en la mansión donde se realizaba el evento estaba cargado de una tensión casi palpable. Bastian se encontraba alejado del resto de las personas en el salón principal, observando distraídamente los detalles del lugar, cuando escuchó el suave sonido de tacones acercándose. Al volverse, sus ojos se encontraron con los de Rosalinda, quien, con una sonrisa que no dejaba nada a la imaginación, caminaba hacia él con una gracia que dejaba entrever más de lo que pretendía.“Bastian, qué sorpresa verte aquí aún.” Dijo ella, su voz suave y seductora como una melodía. La mirada de Rosalinda era cálida, pero había algo en ella que hacía que Bastian se sintiera incómodo, como si estuviera siendo observado desde un ángulo que no podía identificar.“¿Rosalinda? Creí que ya se había retirado” Su tono sonó más cortante de lo que había querido, pero no podía evitar sentirse ligeramente fuera de lugar bajo su mirada tan profunda. Ella soltó una risa suave, acercándose aún más.“No soy de acostarm
Más tarde ese día, Bastian tomó una decisión. Fue a casa de Rosalinda y la confrontó directamente.Rosalinda estaba sentada en el sillón, aparentemente relajada, pero Bastian sabía que había algo más bajo esa fachada de calma. La misma mirada que la noche anterior, la misma sonrisa, aquella que parecía esconder secretos y promesas peligrosas.Él cerró la puerta tras de sí con un golpe seco, el sonido resonando en la estancia vacía.“Necesitamos hablar, Rosalinda” dijo con voz firme, su mirada fija en la de ella.Rosalinda levantó una ceja, sin sorprenderse, como si ya lo esperara. Sonrió, pero esta vez, la sonrisa no era cálida.“Claro, Bastian. Estoy toda oídos.” Su tono era suave, casi juguetón, como si estuviera más interesada en el desafío que en la conversación en sí.Bastian dio un paso al frente, apretando los puños, controlando la furia que sentía dentro de sí. No iba a permitir que se interpusiera entre él y Alya.“No me interesa lo que me dijiste anoche. No voy a estar conti
Esa noche, el silencio en la casa estaba cargado de algo inexplicable. Las luces suaves del salón daban un resplandor cálido, pero en el aire flotaba una atmósfera tensa, como si ambos mundos, el de madre e hija, estuvieran a punto de colisionar. Rosalinda notó algo diferente en su hija, algo que no había visto antes. Una firmeza, una determinación en su mirada que le resultó casi desconcertante. Algo había cambiado en Alya, y aunque intentó ignorarlo, no podía evitar sentirse inquieta.Alya estaba sentada en la mesa, con las manos entrelazadas sobre el mantel, observando a su madre con una calma que le resultaba difícil de entender. La joven no era la misma de antes. El brillo en sus ojos, la postura erguida, incluso la forma en que respiraba, todo en ella había cambiado.“¿Qué pasa, Alya?” preguntó Rosalinda, tratando de sonar casual, pero la inquietud no lograba esconderse completamente en su voz.Alya levantó la mirada, encontrándose con los ojos de su madre, y por un instante, se
Más tarde, esa misma noche...Bastian se encontraba sentado en la terraza, mirando las estrellas en el cielo nocturno. La conversación con Rosalinda aún lo perturbaba, pero lo que más lo inquietaba era la forma en que la mujer había manipulado cada palabra, como si estuviera jugando con él sin que él lo supiera.No pasó mucho tiempo antes de que Alya llegara. Entró sin hacer ruido, su figura iluminada por la luz tenue de la luna. Al verla, algo dentro de él se relajó. Su presencia siempre tenía ese efecto en él: calmante, reconfortante.Se sentó junto a él sin decir una palabra, pero la suavidad con la que se acomodó a su lado habló más que mil palabras. El espacio entre ellos era pequeño, pero lleno de un entendimiento tácito. Alya lo miró, con los ojos reflejando la misma inquietud que él sentía, pero sin preguntar nada, sabiendo que él tenía sus propios demonios que enfrentar."Todo va a estar bien," susurró ella, tomándole la mano. “Sé que lo que pasó hoy te incomodó. Pero estoy a