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Capítulo 3: La fiesta

El aire fresco de la mañana llenaba la habitación de Alya cuando se despertó. Thor, su gato, dormía plácidamente al pie de la cama. Era un día especial: Dylan celebraría su cumpleaños esa noche en una fiesta en la playa. Aunque apenas conocía a Dylan y a su grupo, había comenzado a sentirse parte de algo por primera vez desde que llegó a la isla.

Rosalinda estaba en la cocina cuando Alya bajó las escaleras. “¿Qué planes tienes hoy?” preguntó su madre, sin apartar la vista de su taza de café.

“Una fiesta en la playa,” respondió Alya, sirviéndose un vaso de agua.

Rosalinda levantó una ceja. “¿Ya tienes amigos?”

Alya ignoró el tono irónico y asintió. “Sí, mamá. Dylan me invitó. Es su cumpleaños.”

“¿Dylan? ¿Cómo se apellida?” Rosalinda sonrió de forma peculiar.

“Es de la familia Johnson, es muy humilde y parece buena persona”, exclamó Alya con un poco más de entusiasmo por el interés de su madre en saber de sus amigos.

“Qué conveniente. La familia Johnson tiene una gran influencia en esta isla.”

Alya frunció el ceño al darse cuenta de dónde venía su interés realmente. “No todos pensamos en términos de conveniencia, mamá.”

“Solo digo que deberías aprovechar las oportunidades que se presentan,” comentó Rosalinda antes de volver a su café.

Alya optó por no responder y se dirigió a la casa de Violeta para ir juntas a decorar la playa. Su madre siempre encontraba una manera de convertir cualquier conversación en algo incómodo pero ella no perdía la esperanza de que en algún momento se muestre realmente interesada en su vida.

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La playa estaba llena de risas y música cuando Alya llegó esa noche. El grupo de Dylan ya estaba allí, junto con varios otros invitados. Habían encendido una hoguera, y las llamas iluminaban los rostros sonrientes de todos. Violeta corrió hacia Alya y la abrazó.

“¡Alya, qué bueno que llegaste!” exclamó con entusiasmo. “Dylan estará feliz de verte.”

Ella sonrió y miró alrededor. Dylan estaba junto a la hoguera, riendo con Marcos y Esteban. Cuando la vio, levantó la mano para saludarla. “¡Alya! Ven, siéntate con nosotros.”

Se acercó y se sentó en un tronco junto al grupo. Dylan le ofreció una bebida mientras Esteban contaba una historia exagerada sobre cómo casi había sido atacado por un tiburón mientras surfeaba. La risa de Alya fluyó sin esfuerzo, algo que no había sentido en mucho tiempo.

“Me alegra que estés aquí,” dijo Dylan en voz baja mientras la música llenaba el aire. “Pensé que tal vez no vendrías.”

“No me perdería la oportunidad de celebrar tu cumpleaños, gracias a ti hice amigos en Ko Lipe” respondió Alya con una sonrisa sincera.

“Eres más valiente de lo que crees” comentó Dylan. “No todos se adaptan tan rápido a un lugar nuevo.”

Antes de que Alya pudiera responder, una voz profunda y tranquila interrumpió la conversación. “¿Dylan, ya me vas a presentar a tus amigos?”

Alya levantó la vista y vio a un hombre alto, con cabello oscuro y ojos penetrantes, sus amigos eran lindos pero este hombre realmente era difícil de ignorar. Dylan sonrió ampliamente y se levantó.

“¡Bastian! Llegaste.” Dylan lo abrazó antes de señalar a Alya. “Esta es Alya, mi nueva amiga. Alya, él es mi hermano mayor. Y a los otros ya los conoces” dijo haciendo un gesto de desdén con la mano.

Bastian extendió la mano con una sonrisa amable. “Es un placer conocerte, Alya.”

Ella dudó un momento antes de estrecharle la mano. “Igualmente.”

A pesar de la calidez en su saludo, Alya sintió una ligera incomodidad. Había algo en la forma en que Bastian la miraba, como si intentara descifrar su interior. Se dio cuenta de que no era solo su apariencia lo que llamaba la atención; había una sinceridad en su mirada que no esperaba.

“Así que eres la amiga de Dylan” comentó Bastian, sentándose cerca. “He oído mucho sobre ti.”

“Espero que sean cosas buenas,” respondió Alya, tratando de sonar relajada.

“Todas buenas,” aseguró Bastian, con una leve sonrisa. “Dylan no para de hablar sobre lo bien que te adaptaste a la isla.”

Alya sintió el calor subir a sus mejillas. “Bueno, todavía estoy conociendo el lugar.”

La conversación fluyó con naturalidad, aunque Alya no pudo evitar sentirse observada por Bastian. Cada vez que sus ojos se encontraban, había algo en su mirada que la hacía sentir expuesta, pero no de una manera incómoda, sino como si él realmente estuviera interesado en conocerla.

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A medida que avanzaba la noche, Dylan propuso un juego en grupo para romper el hielo entre los invitados. Mientras todos participaban entre risas y bromas, Alya notó que Bastian se mantenía al margen, observando. Decidió acercarse.

“¿No juegas?” le preguntó, cruzando los brazos.

Bastian sonrió ligeramente. “Prefiero observar. Puedes aprender mucho de las personas solo con mirarlas.”

“¿Y qué has aprendido de mí?” preguntó Alya, alzando una ceja con curiosidad.

Bastian la miró directamente a los ojos, lo que hizo que su corazón latiera más rápido. “Que no eres como los demás. Hay algo especial en ti, aunque todavía no sé qué es.”

Alya no supo cómo responder. Por un momento, el ruido de la fiesta pareció desvanecerse, dejando solo el sonido de las olas rompiendo contra la orilla. Finalmente, apartó la mirada y sonrió tímidamente.

“Bueno, tal vez algún día lo descubras,” murmuró antes de regresar con el grupo.

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