Matatlán, Oaxaca.
Dos semanas después.
Samantha se encontraba dando un recorrido por los grandes sembradíos de maguey, explicando el proceso de la elaboración de mezcal, a un grupo de extranjeros. Dialogaban a la perfección en el idioma inglés. Atenta respondía a cada una de las preguntas de los turistas que mostraban mucho interés en el tour que les daba.
La azulada mirada de la joven se llenó de orgullo al ver al grupo de turistas satisfechos en cada uno de los segmentos por lo que la guiaba. Sonrió emocionada al llegar a la prueba de las distintas denominaciones que tenían de mezcal, acompañado de botanas típicas del estado.
Por su parte, mientras Samantha hacía promoción del palenque Óscar se encontraba haciendo un presupuesto para la próxima inauguración. Una vez que se r
Samantha ingresó después de finalizar su tour entonces río con las contagiosas carcajadas de Norita, la miró con extrañeza.—El que solo se ríe, de sus maldades se acuerda —externó y se acercó a su hija, quien no dejaba de carcajear.Óscar se incorporó con ellas y miró a Sam sin comprender qué ocurría.—¿De qué se ríe? —cuestionó, se escuchan sus risas en la sala de juntas.Samantha observó a la pequeña.—No tengo ni la menor idea —respondió uniéndose al concierto de risillas de su hija.—Están por llegar unos prospectos para proveedores de insumos —indicó—. En media hora los veremos en el bar, además de algunos de nuestros colab
Eran las 5:00 am, cuando Óscar se finalizaba de cambiar, colocándose unos pantalones de algodón en color kaki y una camisa de cuello y manga corta en tono beige, se colocó los mocasines cafés y aplicó su loción favorita, después de arreglarse el cabello.Desde el mueble con espejo en donde tenía sus objetos personales, espiaba atento como Sam, se retiraba la bata de baño. Inhaló profundo al revivir la forma en la que hicieron el amor en aquella ducha, hacía apenas unos minutos. El solo recordar la manera en la que su mujer jadeaba entre sus brazos lo ponían una vez más duro.Samantha, por su parte, tomó su crema con olor exquisito aroma a vainilla y comenzó a aplicarla sobre toda su sedosa piel, presionó sus labios, divertida, al saber que Óscar la miraba, segura de que él estaba atento a sus movimientos, pues no dudaba que estaba perdidamente enamorado de ella.Entonces empezó a deslizar sus manos en suaves caricias por su cuerpo, imaginando que eran los dedos de Óscar, sonreía al sa
Instantes después llegaron a la Laguna de Manialtepec. — Qué misterioso andas —comentó mientras se sostenía de él para no tropezar—. No me vayas a dejar caer —solicitó. —Jamás permitiría que te lastimaras, ten confianza en mí, que te espera un momento mágico —expresó. —Sabes que siempre confió en vos —respondió. —¿Qué tan especial? —cuestionó mordiéndose sus labios. —¿Me harás ver las estrellas otra vez? —indagó. —Ya verás que tanta magia tiene. No solo te haré ver las estrellas, sino toda una constelación. —Elevó una ceja, al tiempo que ladeaba sus labios. Sam sonrió y se abrazó a su esposo. Óscar caminó un par de metros, sosteniéndola por la cintura, cuidando de que no se fuera a tropezar con nada. La cálida brisa y el suave viento hicieron que algunas de las hojas de los árboles se agitaran. Al llegar al punto donde Óscar deseaba descubrió los ojos de Sam, apreciando aquella expresión de su azulada mirada al percatarse del hermoso empastado que había y al centro un camino de
Semanas después. Luego del llamado de atención que Samantha le hizo a Kim, aquella mujer se esmeró en la organización de la inauguración del palenque. Los empleados corrían de un lado a otro, ultimando detalles. Sam había pedido que todo fuera perfecto. Dentro del hotel Samantha recibía a sus invitados, entre ellos sus padres: Francisco y Angélica, sus suegros: Álvaro y Alondra, sus padrinos: Carlos Duque y su esposa Elizabeth, luego de darles la cordial bienvenida, les mostró las impecables habitaciones dispuestas para ellos. Instantes después sus labios formaron una gran O al mirar a su amigo y casi hermano Alex Vidal tomado de la mano de una mujer distinta a las que acostumbraba a salir. —Buenas tardes —saludó Alejandro con una amplia sonrisa, abrazó a Sam con cariño. —Hola, bienvenidos —contestó Sam y estrechó a Alex. —María Dolores, ella es Samantha Mondragón, una de mis mejores amigas, es la madre de la pequeña con la que suelo comunicarme por videollamada —informó
Justo cuando los invitados veían un promocional sobre el palenque mostrando las amenidades del lugar, las puertas del gran salón se abrieron. A continuación, el Licenciado Héctor Escandón, candidato a la presidencia del país hizo su llegada, en compañía de esposa Emilia y su hijo Renato actual encargado de la secretaría de turismo, acompañado de una comitiva, además de su seguridad personal.—Lamentamos la interrupción —habló el hombre que dirigía la campaña de don Héctor—, llegamos de manera inesperada, porque este evento es muy sonado y quisimos conocer sobre él—refirió—. Sigan disfrutando del momento —expresó guiándolos como si fuesen los anfitriones a una mesa desocupada.La proyección se detuvo en ese instante, Óscar presionó los puños con fuerza y su respiración se agitó.—¿Quién demonios los invitó? —cuestionó a Gabo y a Sam, entonces desde donde se encontraba observó a su padre Álvaro, mirarlo a los ojos con serenidad.—Yo no fui —respondió arrugando el ceño, enseguida se diri
Horas más tarde cuando Samantha y Óscar dormían en su suite, fuertes jadeos, gemidos, palabras de amor, suplicas, se escucharon en el otro lado de la pared. Sam arrugó el ceño, parpadeó un par de veces, y se quedó en silencio, intentando darse cuenta de dónde provenía aquel escándalo, y cuando se despabiló notó que provenían de la suite presidencial, y se llevó la mano a la frente. «Alex y Lolita» pensó, sonrió, y negó con la cabeza, se cubrió con una almohada, para no escuchar. Óscar giró sobre la cama y acercó su mano hacia la pequeña cintura de Sam, buscando que se aproximara más él, hasta que sintió la almohada cerca de su rostro, entonces abrió los ojos con pesadez y se dio cuenta de que ella la tenía sobre su cara. —¿Qué ocurre? —cuestionó adormilado. —¿No puedes dormir? —indagó. Sam rodó los ojos y arrugó el ceño. —¿Acaso no escuchas todo el escándalo? —cuestionó—, estoy a punto de golpear el muro para que se callen. —Arrugó el ceño. —¿No lo podrán hacer en silencio?
Días después.Óscar conducía por las calles de la ciudad en compañía de Norita y con Sam, cada que el semáforo cambiaba a rojo giraba para ver a su pequeña y le sonreía de manera misteriosa. Esperaba con ansias llegar a su destino, tomó de la mano a su esposa y la besó con cariño.—Les agradezco que me acompañen a esta cita, prometo que no tardaremos, y luego las invito a desayunar. —Guiñó un ojo a su pequeña y le sonrió.Sam observó por el rabillo del ojo que padre e hija se miraban con complicidad. —Estoy segura de que algo traman ustedes dos —advirtió—, me gustaría saber de qué se trata. Norita soltó una risilla y se cubrió la boca, observando en complicidad a su papá. —Seríamos incapaces de ocultarte algo —Óscar refirió, mirando a su esposa—. Ya estamos por llegar. —Ingresó por la entrada de visitantes a aquel residencial y luego se estacionó frente a la cochera de una casa. Descendió con rapidez y ayudó a sus mujeres a bajar. —¿Qué te parece la zona? —preguntó a Sam mientras s
Al llegar a su cama se acercó a su esposa y le dio un beso en la mejilla.—Bella durmiente, mi abuela vino a visitarnos —expresó.Sam no puso atención, estaba aún adormecida, giró y cubrió su rostro.—Déjame dormir otro ratito —solicitó—, dile a esa señora que vuelva más tarde —refirió y cerró sus ojos de nuevo.—No creo que mi abuela pueda regresar más tarde —rio divertido.Aquellas palabras retumbaron en la cabeza de Sam.—¡Tu abuela! —exclamó. —¿Está aquí? —cuestionó con extrañeza.—Sí, voy a bañarme rápido, para salir.—¿Qué quiere esa señora? —indagó Sam y se sentó de golpe; sin embargo, presionó con fuerza sus párpados, y se llevó las manos a la cabeza, al sentirse mareada. —No tengo la menor idea —respondió y frunció el ceño al ver que estaba pálida. —¿Todo bien? —cuestionó.Sam abrió con lentitud sus ojos. —Si, solo que del susto me senté de improviso —expresó—, te alcanzo en la ducha, veamos que quiere esa señora. —Frunció los labios. Óscar carcajeó y se metió a la cabina