Sam subió corriendo a su alcoba, y se encerró ahí, no salió en el resto de la tarde, a pesar de que su estómago crujía por alimento, y el aroma a pavo horneado inundaba toda la estancia.
Después de lo ocurrido Óscar se dirigió a la cocina y terminó de preparar el puré de manzana y la pasta que tanto le gustaba. Mientras lo hacía tomó la decisión de que antes de que finalizara el año le diría la verdad y la llevaría donde le dijera, pero que esos días intentaría mantener la fiesta en paz y hacer de ese tiempo, momentos especiales.
Subió por las escaleras escuchando el crujir de cada escalón por la vieja madera y tocó a su puerta.
—Solo vine a invitarte a cenar, está todo listo. Sí, así lo deseas, te espero no más de media hora para que podamos comer juntos, si no bajas lo
Sam gimió al sentir la enorme erección de él, inhaló profundo y unió sus labios a los de John, lo besó con intensidad. Mientras Óscar correspondía a sus besos, recordó que traía la máscara y que necesitaba pensar en algo, por lo que se separó de ella y cerró las persianas dejando en total oscuridad aquel lugar. —Vamos a jugar un poco —refirió y tomó una pañoleta que estaba sobre el tocador, luego se aproximó y la volvió a besar deslizando sus manos hacia sus firmes glúteos presionándolos para acercar su zona femenina a su virilidad—. Eres la mujer perfecta —susurró. — ¿Qué juego? —indagó Sam sintiendo como un cálido fuego recorría su piel. Óscar sonrió y dobló la pañoleta, entonces la colocó en sus ojos. —Yo te voy a dar todo el placer que quieras, pero tú no te la puedes quitar, solo me vas a decir cuando desees más y yo te haré estallar de gozo. —Mordisqueó el lóbulo de su oreja.
Época actual.Después de recordar los momentos por los que atravesó, para llegar a Sam y llevársela de las garras de ese infeliz, su corazón dolió al saber que después de todo lo que le hizo, la perdió. Limpió las lágrimas que corrieron por sus mejillas, luego de eso los remordimientos llegaron por haber discutido y salido molesto de la casa de ella, después de que Norita pateó a Renato y tampoco fue para despedirse de su hija.—Tengo que disculparme —mencionó avergonzado—. No puedes comportarte como un adolescente celoso y hacer un berrinche e irte —se reprochó.Con rapidez se enfundó en uno de sus finos trajes que le quedaba justo a la medida y bajó a la oficina para ver los pendientes que tenía y dirigirse al palenque para apurarse y salir a buscarlas.
Al día siguiente, luego de dejar a Norita en la escuela, Samantha se dirigió como todos los días a su agencia de viajes, abrió las puertas, y saludó con Jovita, la señora de la limpieza, y quién en ocasiones le colaboraba cuando Gabriela no podía hacerlo.Sam envió a la señora a realizar unos trámites y ella se puso a mirar en su computador los tours que tenían que confirmar sus clientes. Suspiraba de vez en cuando con tristeza. Intentaba concentrarse en sus labores, pero le era imposible, más cuando debía llevar a Norita al laboratorio para la prueba de ADN que solicitó el juez por pedido de Óscar. Cerró sus ojos intentando liberar aquella opresión que sentía en su pecho.Óscar estacionó su auto frente a la agencia de Sam, sus manos sudaban del nerviosismo que percibía al no sa
Óscar presionó con fuerza su mentón.—No te entretengo más —respondió ladeando los labios al ver su reacción—. Espero que no te arrepientas de tener tratos con ese —mencionó—. Renato es una mala persona, no lo quiero cerca de mi hija —expresó—. Tengo motivos para desearlo lejos… «Hasta de ti», pensó en su mente.Samantha lo observó con atención.— ¿Cuáles son esos motivos? —indagó—. Lo que ocurrió en el pasado entre los tres, quedó en el olvido. Renato se ha portado muy bien conmigo, es un excelente amigo, me ayuda con los proyectos, gracias a él he conseguido muy buenos clientes —comentó.Óscar negó con su cabeza, recordó la última vez que est
Norita presionó sus labios y tomó los dedos de él, caminó a su lado.—Pero podría ser nuestro secreto, si me das nada más un chocolate, yo no le avisaré a mi mamá, y tú tampoco —sugirió mirándolo con ternura.Óscar sonrió al escucharla.—De ninguna manera —contestó—. Mejor ve pensando en que te gustaría comer —solicitó.—¿Lo que yo quiera? —preguntó parpadeando con emoción.—Necesito escuchar lo que deseas para decidirlo —respondió sabiendo que era más inteligente que muchos.—Ya te dije lo que me gusta, pero hoy quiero pizza —expresó lamiendo sus labios—. También las malteadas de chocolate —añ
El corazón de Óscar se estrujó al escucharla hablar de su familia. —Tu mamá siempre ha sido una buena persona, me agrada que sigas tan unida a ella —mencionó con alegría al recordarla—. Lamento que estés alejada de tu papá, no tengo ninguna objeción en que lo vea, siempre y que no le meta ideas prejuiciosas. —Suspiró—. Salúdame a tu hermano y a tu mamá cuando hables con ellos, espero que no me guarden rencor. Samantha colocó los platos sobre la mesa del comedor, y luego puso los cubiertos. —Parece que ese señor aprendió la lección, con Norita se comporta de la misma forma que cuando yo era niña —expresó con melancolía—. Toma asiento —solicitó—. Con respecto a mi mamá, y mi hermano, desconozco qué sentimientos tengan hacia vos —informó—. Imagino que tus papás me detestan, después de la manera en la que te dejé. —Observó con atención a Óscar. Él negó con la cabeza.
Puerto Escondido, Oaxaca.El señor Roberto Escandón recién acababa de llegar de un viaje al interior de la república, luego de una gira por algunos estados del país, ya que estaba como candidato para luchar por la presidencia.Sonreía con orgullo al ver cómo es que las encuestas que se hacían eran a su favor. Llegó a su despacho y comenzó a buscar algunos números telefónicos de importantes empresarios para agradecer su confianza. Cuando escuchó el fuerte portazo de la puerta por lo que salió de inmediato para averiguar qué ocurría, entonces observó a su hijo ingresar.—¿Todo en orden? —indagó con seriedad.Renato giró su rostro para verlo.—No sabía que habías regresado &md
Puerto Escondido, Oaxaca. Alondra y Álvaro se encontraban observando un álbum fotográfico, ambos miraban con profunda nostalgia las fotos de su familia, sintiendo el corazón partido al no tener noticias de Pau. —La vamos a encontrar, lo juro —Álvaro miró con ternura a su esposa, e intento sonreír, en ese momento la llegada de su hijo, les cambió aquella nostalgia. —¡Óscar! —Alondra exclamó con emoción y corrió hacia él, El joven sonrió con entusiasmo, y extendió sus cálidos brazos y la estrechó con profundo amor. —Quise darles una sorpresa —mencionó con ilusión. —Pues lo has hecho, cariño —Alondra respondió colocando sus suaves manos en sus mejillas y luego lo miró atenta. —¿Has llorado? —cuestionó. Óscar inclinó su rostro unos segundos y volvió a abrazar a su madre. Álvaro se puso de pie y se ac