En el otro mundo me llamaba Miguel Lorío, un nombre común, aunque detestable para otros. Detestable porque me conocían como el baterista de una banda de Death Metal y me emborrachaba para tocar toda la noche nuestras canciones. Como siempre, Daniel Casares quería tomar el liderazgo de la banda, y muchas veces se lo impedí. Tenía la maldición estúpida de hacer fama con la música. Nosotros apenas éramos unos jóvenes que disfrutábamos tocar en el Ateneo (lugar para conciertos de metal) y en la Casa del Obrero (local contiguo al otro lugar para conciertos). Durante mucho tiempo pensé, bueno, desde que tengo memoria, pensé que la música agradaba al oído creando orgasmos con el doble pedal a toda velocidad y las guitarras chillando junto a la voz gutural. Siempre quise dirigir mi propia banda, es decir, quería componer las letras de las canciones y hacer los arreglos de la música.
A Casares le molestaban m
Un hombre es capaz de desarrollar la anhelada obra maestra cuando se lo propone, en cualquier disciplina es posible maravillar a los demás si de verdad hay compromiso artístico. Hay glorias en exponer los sueños que para otros son locura, para otros la industria, el oro y el automóvil del año, en cuanto al artista, solo existe una proposición: crear para inmortalizar y más allá de eso, la transgresión de las artes, revolucionar los sistemas impuestos, cambiar el panorama y remover los preceptos establecidos.Los procesos para crear demuestran que la mente aguarda secretos que a partir del ejercicio y declaración total por amor al arte, es posible alcanzar esas ensoñaciones que nos invaden para movernos en un espíritu de inspiración y transpiración. Eso sucede con el pintor Reinaldo Hernández, maestro
He leído entusiasmado las historias de Claude Tockler, el escritor francés que se asemeja a Le Fanu en sus fantasmagorías, sin embargo, más allá de la lectura, ocurrió en mi recámara el siniestro. Lo llamo de esa manera porque no sabía cómo categorizarlo, a pesar de mi doctorado en Filosofía de la Ciencia en la Universidad de McGill, doy por sentado que el conocimiento científico es ineficaz para tratar el tema de los sueños profundos. Me refiero a los sueños que muestran presagios malditos y, uno de estos se trata sobre algo que desconozco y quiero explicar en seguida. En reiteradas veces este sueño me invade a toda hora, es decir, si tomo un descanso luego de impartir clases en la Universidad Centroamericana y, me quedo dormido en mi cubículo de la Facultad de Humanidades; es ahí donde tambié
Cuando leí a Cioran, pensé en mi ansiedad por la vida, esa manera de ir a prisa para realizar todo lo que me he propuesto. Morir de vivir, dice el filósofo, morir de vivir; pero ¿qué significa esta frase tan sublime? Supuse que me tomaría tiempo para descifrar aquellas palabras, y por supuesto, también para dejar de cometer los mis errores de siempre. Mientras profundizaba en el texto, me di cuenta que mi párpado izquierdo se movía, no le tomé importancia, continué con mi lectura y avancé a través de las páginas. En esos días combinaba mis lecturas y prefería el pesimismo y la locura desenfrenada de Grabinski, sus locomotoras fantasmas y esos seres de ultratumba. Me entusiasmaba leer para divertirme, pero con la lectura de Cioran poco a poco, aquellos pensamientos se volvieron más radicales y
En la infinidad de las posibilidades del mundo de Clon existen y se repiten de manera caótica muchas ideas. A veces considero que no hay salida, es decir, escapar sería la muerte, en todo caso, una lobotomía, si acaso existe ese método en este siglo. Es difícil verificar si la constante realidad es como se ve desde el mundo de Clon. Como la mayoría de las veces me despierto con la vista nublada; es imposible darme cuenta donde me encuentro, es como si viviera un sueño tras otro, y nunca se determina una concreta realidad. Todo es producto de mi visita a este mundo extraño donde las emociones se vuelven sensibles y cuando trato de hablar con otros me tildan de intenso. Esta intensidad se asemeja a las personas con emociones exacerbadas, incapaces de ver como los otros los ven, es verdad que me comporto igual cuando entro al mundo de Clon. Pero ahí t
Los jugadores rugían al obtener un premio y se regocijaban en su victoria; este hecho también se hace mención en un relato de Sebastián Ramos, donde relata la vida de varios visitadores del casino. Pueden leerlo en la Antología de Relatos Urbanos del 2000 publicada en la Editorial 400 Elefantes. Pero la historia del coreano Han, y el gringo, son otra cosa, nadie las cuenta por el temor de despertar esos demonios. Sin embargo, conozco la historia porque alguna vez los vi en pleno apogeo de victorias y derrotas, noche tras noche. Aquellos hombres tomaban cervezas y permanecían alerta ante el premio añorado. Han era el dueño de una maquila donde explotaba a miles de nicaragüenses, y con su cuentas bancarias llenas de dinero, jugaba en las máquinas ruidosas de aquel casino. Recuerdo verlo sentado durant
Garance Robert estaba de visita en Managua, venía de París y, había viajado por otros países mientras tomó un año sabático con sus ahorros luego de trabajar como mesera. Para estar tranquilos fuimos al café El Molino, ubicado en el centro de la ciudad. Mientras la escuchaba hablar sobre su viaje a Colombia, México y Turquía, me sentí con ganas de contarle acerca de mi aventura con el tablero fantasma. Aguardé mientras ella continuaba hablando las maravillas de esos países. No tenía ninguna aventura como las de ella, sin embargo, el tablero era lo más cercano a un viaje lejano y sombrío. Quiero decir, en ese tablero pude ver las jugadas de los ancestros, para ser más específicos, vi movimientos parecidos a Capablanca, el ajedrecista cubano. Garance sabía cuánto me emo
Había visto a Manuel en la esquina del barrio, siempre permanecía sentado en una escalera, fumaba marihuana y al atardecer tomaba agua ardiente. Una vez, mientras pasaba por aquella esquina, lo vi enojado y golpeó con sus puños dos veces la pared de una casa. Se veía furioso, por un momento pensé me atacaría y me mataría a golpes, sin embargo, no fue así. Caminé hacia la tienda donde venden gaseosas y refrescos, al volver me encontré a Manuel, me detuvo y me incrustó contra la pared diciéndome que se quería morir. Manuel era un indigente, había hablado muchas veces con él, me contaba sobre su vida y aquel pasado atormentador. Mientras me sostenía de la camisa le dije que se tranquilizara, sabía que no iba a agredirme, solo quería desahogarse. El tipo se derrumbó, comenz&oa
Las historias disparatadas existen en todas partes, pero hay algunas que llegan por correo; no sé por qué me eligieron, tal vez por la fama de escribir artículos en el Diario La Prensa. Después de meditar, le solicité al editor que publicara el escrito intacto, es como un fragmento metafísico moderno, pero de algo tiene razón. “¿Cuántas vidas han transitado este mundo terrenal? ¿Cuánto han derrochado? Si la cantidad del derroche fuera precisa, y se escribiera un ensayo al respecto, se sostendría que la humanidad ha gastado tanto para sobrevivir, y ha tirado tanto dinero con estúpidos inventos que nos inhiben desde lo intelectual hasta lo emocional. El libro del estoico Séneca, titulado Sobre el derroche, explica ciertos ejercicios espirituales para dejar de gastar el dinero en objetos