Max cerró sus ojos un momento cuando vio el rostro de Emma, dio gracias en silencio el poder regresar de aquella oscuridad, una oscuridad de la que no podía simplemente regresar cuando lo deseaba. Al abrirlos, Emma limpió sus lágrimas, pareció que no podía controlarlo, entonces los ojos de Max bajaron a aquel bulto que resaltaba de su vientre, las preguntas comenzaron a asaltar cuando se preguntó cuánto tiempo había estado dormido.—L-Llamaré a la enfermera—Emma dijo sollozando, cuando dijo esto, Max apenas alcanzó la orilla de su suéter para impedir que ella se marchara. Ella lo miró con sorpresa al mismo tiempo que limpiaba sus mejillas. — ¿No quieres? Tienen que saber que has despertado.—Espera—susurró, cerró de nuevo los ojos al sentir que la habitación empezó a dar vueltas, así se quedó, aferrado de aquel pedazo de tejido del suéter de ella. No quería soltarla. No deseaba soltarla. Sintió la calidez de su mano acariciando la suya, entonces abrió poco a poco de nuevo sus ojos. —
Max había bajado con cuidado aquellas escaleras para tomar lugar en uno de los sillones de la sala mientras Emma se terminaba de cambiar para marcharse, no se había percatado ella de su salida de la habitación, pero lo que tenía Max, era preocupación. Si la intención de Jack de decirle que era su padre, temía por como lo fuese a tomar Emma, y como respondería su cuerpo a la nueva noticia, aunque ellos estaban muy bien de salud, nunca estaba de menos ver las contradicciones de aquello.—Señor, ha llegado el señor Bradford. —anunció el ama de llaves, pero con aquella mirada casi desintegró a Max, no debía de moverse mucho, y aunque la enfermera le había ayudado, aquella advertencia, era ruda.—Hazlo subir, por favor. Y ayúdame con lo que te pedí, mantén ocupada un momento a Emma. —Max maldijo para su interior no haber pedido a la enfermera que lo moviera mejor al despacho. Y aunque se ganaría una regañada por parte de Emma, quería asegurarse de que era de lo que quería hablar Jack. No p
—Nicole… Es Elaine. —esas tres palabras, hicieron que Emma le recorriera un fuerte escalofrío de pies a cabeza, su corazón se aceleró. Pasó saliva con dificultad.— ¿Qué? ¿Nicole es Elaine? —soltó un bufido. — ¿Cómo que es ella? Eso, eso, eso quiere decir que… ¿Yo soy su hija? ¿Eso quiere decir? —su voz tembló. —Es imposible. Elaine siempre ha sido Elaine, debe de ser un error. ¿Nicole? No, no, no, no, —dijo Emma empezando a sentir que le faltaba el aire, lo notó Jack empezando a preocuparse.—Tranquila, hija.— ¡No me llame, hija! No soy su hija, Elaine me dijo que mi padre está muerto, —comenzó a titubear—Ella no pudo haberme mentido con eso, —sus ojos se cristalizaron—Ella no pudo haberme ocultado una verdad tan grande e importante para mí. —las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas que se habían vuelto pálidas.—Emma, por favor, necesito que te tranquilices, piensa en el bebé, en mi nieto…— ¡Tú no puedes ser mi padre! —intentó reprimir sus sentimientos de ira que tenía en c
Max obtuvo ayuda del secretario Min y de dos hombres de seguridad para ayudarlo a subir a la segunda planta, una vez recostado, la enfermera empezó de nuevo a curar la herida que estaba sangrando bastante. Se le habían abierto los puntos y el área, la tenía inflamada.—Le dije que era muy descuidado de su parte salir en estas condiciones, ¿ahora ve por qué le dije? Pero no, no hace caso a las indicaciones de la enfermera, lo único que va a ocasionar es que tarde su mejoría. —el ama de llaves lo regañó, al mismo tiempo, preocupada por el semblante que tenía su jefe.—Lo sé, lo sé, era muy importante que fuese a como diera lugar, —una sonrisa apareció en sus labios, ahora Emma sabía que tenía un padre. Después de todo lo que había pasado en su infancia, le era recompensado con felicidad. El secretario Min se había quedado hasta que habían limpiado la herida, y Max se había quedado dormido con los sedantes para el dolor. Al llegar a la primera planta para retirarse, apareció Emma.—Secre
Irina cerró la puerta de aquella habitación de un portazo, lanzó su bolso a la cama, se pasó ambas manos por el rostro y las retiró con frustración.—Tengo que marcharme...—caminó de un lado a otro, su nuevo celular comenzó a sonar repetidamente por varios minutos, al darse cuenta de quién era, contestó.—¿Qué es lo que has averiguado?—preguntó rápidamente.—Siguen buscándote, y Adler se acaba de marchar dejando una fuerte amenaza: Te entregas o él mismo buscará hacer justicia por mano propia. —Se hizo un breve silencio—Adler es de palabra, y no tengo los medios que él tiene como para yo esconderte más tiempo, temo que haga algo...—Adler no me hará nada, no es de esos hombres que usan la violencia. —Se dejó caer en la orilla de la cama. —Tengo que conseguir más dinero, ¿No puedes vender algo para moverme de este lugar? —Irina preguntó, más frustrada de como llegó.—Deja vender tu auto y...—Irina negó, furiosa, interrumpiendo.—¡Mi auto no! Vende el de mi madre, no lo usa tanto.—Veré
Semanas después…Max se pasó una mano por su frente para limpiar el sudor, tenía un par de horas pintando una pared de aquella habitación extra que habían elegido para el nuevo futuro miembro. Pero no quedaba como él quería. Se sintió frustrado, se había negado a pagar a alguien para hacerlo, Max pensó que no había nada mejor que hacerlo uno mismo, crear recuerdos y momentos únicos. Él presumiría con su hijo o hija, que él mismo había pintado, armado, decorado, aquella hermosa habitación para su llegada.— ¿Necesitas a Eda? —preguntó Emma entrando a la habitación, con aquella sonrisa en sus labios, mientras que su mano descansó en su vientre más abultado. Ya estaba a nada de terminar el segundo trimestre de embarazo, seguían sin querer saber aún el sexo del bebé, solo deseaban que viniese sano. Así que los colores de aquella habitación eran color crema y beige.—No, yo puedo…—Demasiado tarde, hermano. —Eda entró con aquel overol azul con manchas de pintura, una pañoleta cubriendo par
Max estaba en shock al escuchar finalmente que el bebé que venía en camino era una niña, su corazón se agitó con una fiereza, se llevó ambas manos a su rostro para ocultar de las dos mujeres frente a él, aquellas lágrimas de emoción y felicidad. Una parte de él y de Emma, en una pequeña princesa, era algo que le hacía querer gritar a los cuatro vientos lo feliz que era, al separar las manos de su rostro, Emma estaba llorando, buscó con desesperación su mano y luego él la abrazó, para después dejar muchos pequeños besos en el vientre de ella. —Aquí está papá y mamá, esperando por ti, pequeña. —Emma sonrió mientras se limpió las lágrimas, la doctora estaba tan emocionada como ellos, de ver aquel milagro creciendo en el vientre de Emma, un lugar en el que era imposible. La doctora se limpió la orilla de sus ojos, ver a los dos con aquella emoción, era conmovedor. Padres que realmente deseaban un bebé. —Dios mío, ya te quiero ver peleándote con una adolescente rebelde. —soltó Emma riend
Elaine miró de nuevo aquella información que tenía en las manos, esa mañana había llegado y no le gustó nada de lo que se enteró. Aquel despacho elegante, con estantes de madera, el olor a puros caros, y una literatura enriquecedora, le recordó que tenía que regresar a New York en cuanto pudiera.— ¿Estás lista ya para irnos, querida? —el acento británico de aquel hombre mayor, la sacó de sus pensamientos. Sonrió de manera fingida, y asintió dejando sobre aquel escritorio, los correos impresos de su investigador. Se levantó y se inclinó hacia él.—Muy lista, querido. —luego le guiñó el ojo de manera pícara. —Cuando regresemos, te recompensaré lo de esta mañana.—Me parece perfecto, desapareciste y eso me ha preocupado.—Una reunión con una vieja amiga, no entenderías cuando las mujeres se juntan para tomar el desayuno, el tiempo pasa volando. Ya sabes, los chismes de la monarquía. —los dos soltaron una risita, para luego marcharse a la cena.Durante la cena, Elaine estaba distraída. P