Emma había despertado finalmente de su siesta, pareció ser eterno, pero ahora sabía el motivo por el cual tenía sueño. Sonrió débilmente y adormilada, aun cuando descansó su mano sobre su vientre aún plano, se levantó y fue en busca de Max, pensó que estaría a su lado durmiendo, pero no era así. Se arregló. Bajó las escaleras y vio la espalda de Max caminando hacia el elevador, arrugó su ceño. Al llegar al último escalón, miró que había bajado hasta el lobby. — ¿A qué irá al lobby? —se preguntó, curiosa. Se arregló con sus dedos el cabello medio alborotado, para después alisar su pantalón, luego su blusa, tenía puesto sus zapatillas deportivas. Miró, el comedor listo para una cena. Sonrió, sintió como su estómago hizo ruido en señal de tener mucha hambre. Se mordió el labio y miró hacia el elevador, decidió ir en su búsqueda. Así que bajó hacia el lobby, cuando las puertas se abrieron, se quedó con sus ojos muy abiertos, aterrorizada con la escena que estaba viendo, había gente intent
Adler al escuchar aquellas palabras de la boca de Emma, lo conmovieron. Cerró los ojos y las lágrimas llegaron a él, un sentimiento abrumador se expandió por todo su pecho, finalmente tendría el privilegio de conocer a un nieto antes de partir de este mundo. — ¿Qué pasa? —preguntó Max alertado, se levantó y se acercó a él para abrazarlo. —Tranquilo, tranquilo, no quiero que te pongas mal, padre. —Es emoción, es felicidad, —sollozó Adler, Emma hizo un puchero con sus labios intentando no llorar con él, tenía los sentimientos a flor de piel y más ahora que había aceptado tener un bebé, ser una madre, y ahora es cuando entendió que realmente no estaría sola, Max y su padre, eran de buenos sentimientos, ellos cuidarían de ella y del bebé, sin duda. Emma ya empezó a llorar sin hacer ruido, solo se cubrió la boca para evitar soltar un sollozo, no quería interrumpir la escena frente a ella, el padre y el abuelo de su bebé. Se llevó una mano a su vientre bajo, aun plano, y siguió en silencio
Max esperó brevemente una respuesta de Emma, pero ella era un mar de llanto, entonces llegó el «Sí» entre lágrimas, él tomó su mano y puso el anillo en su dedo anular, ella lo miró y se abalanzó para abrazarlo por el cuello y, así se quedaron por unos minutos, él la siguió escuchando sollozar contra su hombro para después, ocultar su rostro debajo de su cuello, las lágrimas empezaron a detenerse, entonces Emma salió de su escondite y se limpió las mejillas con ambas manos, solo quedaron los suspiros entrecortados, miró el anillo y se dio cuenta de la belleza de este. —Es hermoso, cariño. —Max se estremeció al escuchar como lo había llamado, le encantaba este tipo de muestras de cariño de ella, aunque era reservada, le encantaba ver cómo poco a poco se estaba abriendo con él. —Sí, bastante, ha estado por generaciones en la familia de los Müller, —se estiró y dejó un beso en su frente. Al separarse, se quedó mirando a los ojos de Emma— ¿Preparada para pasar tu vida a mi lado?—Emma se m
Irina estaba sentada en la cama de aquella habitación del hospital. Su mirada estaba perdida en algún punto de la pared frente a ella. Se repitió una y otra vez que había hecho bien, debía de quitar las piedras de su camino, y aunque sintió un pequeño remordimiento, este se esfumó de inmediato.Se llevó su mano de manera inconsciente a su vientre y cerró los ojos, había conseguido chantajear a una enfermera con una cuantiosa cantidad de dinero para interrumpir el embarazo.Había aprendido que debía de hacer lo que fuese para conseguir su objetivo, y el bebé, solo sería un obstáculo, no necesitaba deformar su cuerpo, no tenía el instinto materno, y no le gustaba para nada los niños. Además, no debían de enterarse de que el hijo, no llevaba la sangre de la familia de los Müller. La puerta se abrió y apareció Horacio, te tenía el rostro descompuesto, sus ojos rojos e hinchados, señal de haber llorado. Se aclaró la garganta, y se enderezó, cerró la puerta detrás de él y miró en silencio
Emma había devorado su plato de comida, se sintió tan satisfecha que sintió que podría dormir el resto del día. Max sonrió cuando una mesera puso el plato de postre frente a ella, y sus ojos se abrieron con sorpresa.—Yo no he pedido postre—murmuró Emma, luego miró a Max quién sonreía. —Fuiste tú. —él asintió.—Es bajo en azúcar, así que puedes comerlo, pero no será a diario, quiero que se alimenten sanamente. —tomó un tenedor y partió un poco de aquel cheescake de queso con fresa, se le hizo agua a la boca. Emma no pudo más y se llevó un poco en su tenedor, cerró los ojos y gimió, estaba delicioso. Al abrirlos, notó como la mirada de Max había cambiado.—Está delicioso. —le explicó, y sonrió. — ¿De aquí a dónde iremos? Me tienes intrigada.—Iremos de compras, necesito comprar unas cosas que necesito, y tú necesitarás ropa nueva, en unos meses, no te cerrarán los pantalones.—Puedo ir después, no es necesario hacerlo ahora.—Quiero hacerlo contigo hoy, ¿Para qué esperar más?—Emma acep
Emma miró alrededor de la habitación que compartía con Max, se sorprendió al ver que eran muchas bolsas de compras, se sentó en la alfombra y comenzó a sacar ropa de maternidad de una, sus dedos acariciaron la tela de aquel vestido morado, no se imaginó en qué lugar o evento podría usarlo, pero lo que si se imaginó fue la barriga que estaría cubriéndolo, este pensamiento, hizo que se llevara la mano a su vientre plano, empezó a preocuparse por qué no se le notaba aún, ya estaba saliendo del primer trimestre de embarazo y aún no resaltaba algo por ahí. El sonido de una llamada de su celular, la distrajo de sus pensamientos. Con su mano buscó dentro del bolsillo de su pantalón, al ver la pantalla, una sonrisa apareció en sus labios, era Jack Bradford. Debía de pensar que estaba trabajando a estas horas. Deslizó el botón para contestar.—Emma Spencer—anunció.—Emma, buenas tardes, espero no molestar en tus horas laborales...—Hola, Jack, no se preocupe, no estoy trabajando en este moment
Jack Bradford había llegado casi diez minutos antes, necesitaba repasar lo que quería hablar con Emma, se llevó su mano a su pecho cuando sintió una opresión, arrugó su ceño, extrañado como alertado, tomó un poco de aire y lo retuvo un par de segundos para después soltarlo lentamente entre los dientes. ¿Qué era? ¿Una señal de que tiene que hacerse otro chequeo? —Señor Bradford, ¿Necesita algo más? —preguntó el manager del restaurante, pero no obtuvo una respuesta de inmediato, un momento después se dio cuenta Jack que le habían preguntado algo. —Oh, perdón, —Jack suspiró — ¿Decías? —Si necesita algo más. —respondió amablemente. —Sí, todo bien, espero a alguien. Es más, quisiera más agua fría, por favor. —En un momento, señor Bradford. —se retiró dejándolo a solas. Jack miró el reloj y ya era exactamente las siete de la noche, y no había señal de Emma. Marcó al secretario Min. — ¿Sí, señor?—contestó Min al otro lado de la línea. — ¿No has visto a Emma por ahí?—Min se asomó por el
Emma despertó poco a poco, sintió un fuerte dolor de cabeza y cuando enfocó, vio a Max a su lado, estaba aferrado a su mano, lo contempló en silencio mientras él tenía fija su mirada en el vientre de ella, aunque aún no se veía un bulto, él sabía que estaba ahí, aferrándose a mamá. Levantó su mano y acarició el vientre por encima de la sábana, suavizó su mirada y sus ojos se cristalizaron de nuevo, intentó retener las lágrimas.— ¿Estamos… bien? —la voz de Emma era ronca, Max se exaltó y de inmediato le puso una gran sonrisa, siguió aferrado a su mano y comenzó a besar sus nudillos.—Están bien, —Emma, al escuchar esas palabras, cerró sus ojos y suspiró, se llevó su otra mano a su vientre y la puso encima de la mano de él.—Estamos bien, —susurró, luego abrió sus ojos y miró a Max. — ¿Qué ha pasado?—Has tenido una amenaza de aborto, pero es un milagro, dice el doctor, se ha aferrado a ti, —Emma alzó sus cejas con sorpresa—Se aferró a nosotros.—Dios mío, —sollozó.—Tranquila, tranqui