Max empezó a preocuparse cuando Emma no contestó sus llamadas, “¿Habrá olvidado su celular en el ático?” Marcó a su casa y el ama de llaves contestó.— ¿Emma sigue en el departamento?—No, señor, ella se marchó hace casi dos horas.— ¿Puedes ver si no olvidó su celular? —Max pidió.—Si se lo ha llevado, señor, yo misma vi cuando lo tomó de la isla de mármol de la cocina y lo metió a su bolso. —contestó la mujer arrugando su ceño, curiosa. — ¿Pasa algo, señor?—Estoy llamándola, pero no me contesta. —dijo Max, más preocupado. —Bueno, ¿Podrías llamarme cuando regrese? Solo ha ido por unas cosas a su departamento y…—detuvo sus palabras. —Olvídalo, no, nada, gracias. Iré más tarde. —se despidió y terminó la llamada, Max se quedó pensando en que no tenía el teléfono del departamento de Emma, así podría llamarla y saber el motivo por el cual no contesta, “¿Le habrá pasado algo?” Tocaron a la puerta, distrayéndolo por un breve momento de su preocupación, él anunció que podía pasar, se abrió
Max no le creyó del todo a Emma por primera vez desde que estaban juntos, ¿En qué momento ella tenía una alergia? La pregunta correcta sería, ¿A qué es alérgica como para tener los ojos tan rojos e hinchados? Siguió rodeándola con sus brazos, se sentía tan bien tenerla así, cuerpo contra cuerpo, el deseo empezó a nacer poco a poco, pero se regañó a sí mismo, ya que en un par de horas más, tenía que hacer ese viaje con sus mejores amigos, a Las Vegas. Había dejado todo en orden en el ático, quería que ella estuviese lo más cómoda posible y no tuviera esa necesidad de venir de nuevo a su departamento. Pensó en si ella se tomaría el tiempo de ver si aceptaría su invitación a vivir juntos, ¿Y si no quería? Lo entendería, además, tenían poco tiempo. — ¿Nos vamos? —preguntó Emma separándose e intentando poner una sonrisa, pero él sabía que podría estarle ocultando algo, la miró detenidamente por un momento, tomó su rostro y lo elevó lentamente hacia él, dejó un beso en la frente y luego en
Max dejó la maleta a lado de las puertas de acero inoxidable del elevador, estaba debatiéndose en si no ir y quedarse con Emma en el ático, consentirla y tratar de ver si ella le decía la noticia, pero un segundo pensamiento llegó a él de golpe “¿Y si Emma estaba llorando por qué fue negativa la prueba?” Bueno, no podría llorar por algo que realmente no deseaba, entonces se debatió en sí mejor quedarse a su lado y pasar con ella en silencio aquel momento. — ¿Crees que te falta algo? —preguntó Emma al verlo perdido mirando su maleta. Max salió de sus pensamientos y negó. —Estaba repasando unas cosas, —se volvió por completo a ella, tomó sus hombros y los acarició con sus dedos, Emma cerró sus ojos y disfrutó el pequeño masaje. — ¿Qué harás todo el sábado? —ella abrió los ojos y alzó una ceja. —Quisiera dormir, comer y dormir mientras llegas. —y le sonrió. — ¿No quieres unirte? Puedo hacer tu maleta y…—Emma descansó su mano en su el estómago de él. —No. Disfruta tu fin de semana, n
El restaurante que había elegido Adler Müller era uno de los más famosos de la ciudad de New York, era uno de lo más VIP que era difícil conseguir una mesa el mismo día, ya que solamente se daban por reservación con meses de antelación. Se llamaba, Eleven Madison Park. Estaba a casi media hora del punto donde se encontraron, sumando el tráfico de esa hora.Ambos tomaron asiento, Emma estaba sorprendida por aquel lugar, tenía un elegante diseño, manteles blancos, techos altos, el olor era indescriptible y la música instrumental, la había relajado de manera inmediata.—El chef Daniel Hoffmann está a cargo de la cocina, por eso es que me gusta venir. Es uno de mis chefs favoritos del mundo. El formato es de ocho a diez platos, me encanta también como resalta los sabores, también me gusta probar unas sabrosas galletas en blanco y negro que siempre tienen disponible. Debes de probarlas, es uno de los mejores restaurantes con un servicio incomparable, merece más de cinco estrellas. —dijo Ad
Las Vegas, Nevada.Gustavo, Alejandro, Sasha, Viktor y Max, bajaron de la camioneta blindada, el valet parking tomó las llaves y lo rodeó para subirse, mientras que ellos entraron al Caesars Palace. El lujo estaba a la vista. Al llegar a recepción, Max sacó su tarjeta de crédito, pero Sasha intentó evitar que pagara.—Buenas noches, bienvenidos al hotel Caesars Palace, soy Kelly Preston, ¿Tiene alguna reservación? En este momento tenemos casi todo lleno, ya que es por la temporada y un evento en el mismo hotel.—Quiero una…—fue interrumpido por Viktor.—No, no. —dijo al ver la tarjeta.—Espera, espera, nosotros pagaremos. —insistió Sasha intentando evitar que la mujer la aceptara.—Yo invito. Es nuestro fin de semana, además, pagaron el viaje a Hawái. Ahora me toca a mí. —dijo Max retirando su mano y haciendo que la morena frente a él, aceptara finalmente la tarjeta de crédito.—Tengo dos disponibles, —hizo una pausa— ¿Cuántas noches será, señor Müller? —preguntó la morena con una son
Max había viajado seis horas de vuelo al regresar a New York, y casi media hora para llegar al edificio donde tenía su ático. Durante el trayecto, pensó cada situación a la que se podría encontrar una vez que se viese con Emma. Le preguntaría frente a frente si estaba embarazada, si sus ojos de ayer estaban hinchados por el llanto al enterarse de que sería madre, o, por lo contrario, si era este último, le propondría buscarlo y hacer la tarea las veces que fuesen necesarias. Pero si lo estaba… el solo imaginar aquella respuesta “Sí, estoy embarazada” su piel se erizaba cada vez que lo repitió en su mente. Miró la hora mientras subió en el elevador, el cansancio de volar doce horas, no le hizo con lo que estaba pasando. Se dio cuenta de que tenía un nudo en su garganta desde que había dejado a Emma para marcharse a Las Vegas, mejor dicho, desde que había visto el empaque de aquella prueba de embarazo. Las puertas del elevador se abrieron y apareció Max con su maleta y de manera sigilos
Esas palabras que había escuchado Emma de la boca de Max, hizo que algo en ella emergiera, no sabía lo que era, pero le gustó como le hizo sentir. Puso su mano encima de la suya y acarició sus nudillos, luego, extendió su mano y acarició su mejilla, barriendo después la línea húmeda de las lágrimas.—Oh, Max, —la voz de Emma se quebró, —Eres lo mejor que me ha dado la vida, y créeme, es algo que no puedo explicar con palabras, tengo miedo, —se llevó la mano al vientre—Tengo un sentimiento que me abruma aquí—señaló su pecho—y no sé si pueda, tengo mucho, pero mucho miedo, Max—él negó.—No tienes por qué tener miedo, amor, aquí estaré a tu lado, estamos en esto los dos, jamás me iré, te lo prometo, —ella asintió lentamente con lágrimas de nuevo cayendo por sus mejillas, luego tiró de él para abrazarlo, y él correspondió, —Te amo, Max, te amo como nunca pensé qué podría hacerlo. —escuchar lo acababa de decir Emma, lo llenó de emoción, alegría, ella no solía expresar de esa manera sus sen
“—Tienes aproximadamente doce semanas de gestación.” Las palabras de la doctora Palmer hicieron que el cerebro de Max trabajara a marcha dura, buscando la fecha en la que aproximadamente habían concebido al pequeño milagro.—En tu luna de miel y en mi despedida de soltero. —susurró Max mirando la pantalla, luego miró a Emma, quien tenía el ceño arrugado.— ¿Qué? —dijeron al mismo tiempo la doctora y Emma en dirección a Max.—Lo concebimos aquella noche de…—Emma lo interrumpió.—No es apropiado hablar de esto en este momento. —sus mejillas se habían sonrojado, Emma se había sorprendido por la sacada de cuentas exprés de parte de Max, ella apenas estaba asimilando que tenía un milagro creciendo en su vientre.—Lo siento, lo siento, puede seguir revisando, queremos saber más. —dijo Max de inmediato, siguió tomando la mano de Emma y luego regresaron su mirada hacia la pantalla.—Bueno, déjenme felicitarlos, es un verdadero milagro, —la doctora pareciera estar aún sorprendida, pero al mism