En la Mira del Poder

Daniel se quedó un momento en silencio, evaluando cada palabra de Eva y las implicaciones de lo que había ocurrido. La frialdad de su voz no pasó desapercibida para ella, pero decidió no mostrarse intimidada. Sabía que Daniel sospechaba de su participación en todo este lío, pero estaba convencida de que no tenía pruebas, aparte como podia ser Valeria la culpable si siempre estuvo con Daniel.

—Eva, me parece interesante cómo te has involucrado tanto en este asunto, me imagino que tu fuiste la que llamo a policía, y no tienes ni evidencia—dijo Daniel, acercándose un poco más a ella, manteniendo su mirada fija en los ojos de Eva—. Me pregunto por qué te preocupas tanto por la empresa, hasta el punto de tomar medidas tan extremas sin consultarme.

Eva mantuvo su compostura, aunque sentía cómo un leve sudor frío le recorría la espalda. No podía permitirse un error ahora.

—Daniel, solo estoy tratando de proteger la empresa, y a ti también. No quise verte sufrir por una traición de alguien en quien confías y más que te robo dinero. No podrías tomar decisiones objetivas estando tan cerca de ella —respondió Eva, buscando sonar razonable.

—Claro, lo entiendo —contestó Daniel, alejándose lentamente, pero sin apartar su mirada acusadora de ella—. Pero ten por seguro que voy a investigar cada detalle de lo que ha pasado aquí. Si descubro que hay algo más detrás de todo esto, te aseguro que no me detendré hasta que la verdad salga a la luz.

Eva asintió, tratando de mantener su expresión neutral. Sabía que Daniel no la dejaría en paz, pero estaba segura de que había cubierto bien sus huellas.

—Haz lo que creas necesario, Daniel —dijo Eva, su voz suave pero firme—. Estoy aquí para apoyar cualquier decisión que tomes.

Con esas palabras, Daniel se dio la vuelta y salió de la oficina, su mente trabajando a toda velocidad. Tenía que actuar rápido, Valeria estaba en peligro, y sabía que cada minuto contaba. Necesitaba contactar a su abogado, revisar los videos, hablar con los testigos, hacer lo que fuera necesario para desenmascarar la verdad.

Mientras tanto, Eva observaba cómo Daniel se alejaba, con una mezcla de satisfacción y ansiedad. Había ganado esta batalla, pero sabía que la guerra estaba lejos de terminar. No podía bajar la guardia; cualquier error podría ser su ruina por idear un plan tan peligroso.

La lucha por descubrir la verdad no sería nada fácil. y limpiar el nombre de Valeria estaba a punto de intensificarse, y ambos, Daniel y Eva, se preparaban para enfrentarse en un juego peligroso donde la reputación, el amor y el poder estaban en juego.

Daniel no se iba a quedar de brazos cruzados, entonces se metió a su camioneta, alargo su mano y metió velocidad. Minutos despues llegó a la ubicación que le habían dicho donde quedaba la cárcel con el corazón acelerado, su mente atrapada en una tormenta de pensamientos. Mientras caminaba por los pasillos fríos y sombríos, sintió una opresión en el pecho. Nunca imaginó que vería a Valeria en un lugar así, y la sola idea de que pudiera ser culpable de algo tan grave le resultaba insoportable.

Al llegar a la celda, sus ojos se encontraron con los de Valeria. Ella estaba sentada en un rincón, con la cabeza baja y las manos temblorosas. Cuando lo vio, se levantó de inmediato, acercándose a los barrotes que la separaban de él.

—¡Daniel! —exclamó Valeria, su voz llena de desesperación y angustia—. Por favor, tienes que creerme... Yo no tengo nada que ver con este robo. No sé cómo sucedió esto, pero te juro que soy inocente. ¡Tienes que investigarlo! Esto es un error, una trampa...

Daniel sintió un nudo en la garganta, por primera vez, ya que un hombre frio como él, no debería comenzar a despertar cosas, pero tenía sentimientos encontrados; al ver las lágrimas en los ojos de Valeria. Su mente luchaba contra las dudas que Eva había sembrado, pero su corazón le decía que Valeria no podía ser culpable. La había visto trabajar con dedicación, siempre bajo su supervisión, y nunca había notado nada sospechoso en ella.

—Valeria... —dijo Daniel, acercándose a los barrotes para tomar sus manos—. Quiero creer en ti, de verdad. Esto es una locura, y sé que nunca has hecho nada que me haga desconfiar de ti. Pero las pruebas son abrumadoras y no puedo ignorarlas.

Valeria apretó las manos de Daniel con fuerza, desesperada por hacerle entender.

—¡Daniel, te lo ruego! Investiga todo, revisa cada detalle. Yo no fui, no podría hacer algo así. No soy una ladrona, ni traidora. Sabes lo importante que es esta empresa para mí... ¡Tú eres importante para mí! —dijo, su voz quebrada por el dolor y la desesperación.

Daniel sintió un dolor punzante en el pecho al escucharla. La veía tan frágil, tan vulnerable, y no podía soportar la idea de que estuviera sufriendo por algo que no había hecho. Las dudas seguían presentes, pero su amor por ella era más fuerte.

—Tranquila, Valeria —respondió Daniel con firmeza, tratando de transmitirle calma—. Voy a investigar esto a fondo. No descansaré hasta descubrir la verdad, y si eres inocente, te prometo que haré todo lo posible para limpiar tu nombre. No permitiré que pagues por algo que no has hecho.

Valeria asintió, las lágrimas corriendo por su rostro, pero sintiendo un pequeño rayo de esperanza al escuchar las palabras de Daniel.

—Gracias, Daniel... Gracias por no abandonarme en este momento. Confío en ti, y sé que juntos podremos encontrar al verdadero culpable —dijo, su voz más suave pero llena de determinación.

Daniel acarició suavemente las manos de Valeria a través de los barrotes, deseando poder hacer más por ella en ese momento.

—Voy a sacarte de aquí, Valeria. Solo te pido que aguantes un poco más. Esto no va a durar mucho, te lo prometo —dijo Daniel, con una mezcla de cariño y determinación en su voz.

Valeria asintió, intentando mantenerse fuerte a pesar de la situación.

—Lo haré, Daniel. Confío en ti... sé que vas a descubrir la verdad —respondió, su mirada fija en la de él, buscando en sus ojos la certeza de que todo terminaría bien.

Con un último apretón de manos, Daniel se despidió de Valeria, prometiéndole que volvería con buenas noticias. Mientras salía de la cárcel, su mente estaba decidida. No importaba cuán difíciles fueran las circunstancias, haría todo lo posible por demostrar la inocencia de Valeria y encontrar al verdadero culpable detrás de la trama que la había llevado a ese lugar.

Al salir del edificio, Daniel respiró hondo, sabiendo que el camino por delante sería complicado, pero también sintiendo la fuerza de su convicción. No dejaría que Valeria sufriera por una mentira. El amor que sentía por ella le daba el impulso necesario para enfrentarse a cualquier obstáculo. Su misión ahora era clara: descubrir la verdad y salvar a Valeria.

Cuando Daniel llegó a la oficina, la atmósfera estaba cargada de tensión. Sus padres, Alejandro y Beatriz Montero, lo esperaban en la sala de juntas, y su enojo era palpable. La noticia de que Valeria estaba acusada de robar un millón de dólares de una cuenta en el extranjero había sacudido la empresa, y sus padres estaban furiosos por la situación.

—¡¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera, Daniel?! —exclamó Alejandro, con el rostro enrojecido por la rabia—. ¡Valeria ha robado una cantidad enorme de dinero y ahora la empresa está en riesgo!

Beatriz, igualmente molesta, se cruzó de brazos y miró a su hijo con desdén.

—Esto es una vergüenza, Daniel. No solo has permitido que la empresa sea robada, sino que has permitido que una ladrona esté en tu entorno. ¡No podemos permitir que alguien así siga trabajando aquí! —dijo Beatriz con firmeza.

Daniel, a pesar de su preocupación y frustración, intentó mantener la calma.

—No es cierto, no creo que Valeria sea culpable. Siempre ha estado cerca de mí, nunca he visto nada sospechoso en ella. Ella es una persona íntegra —argumentó Daniel, intentando defender a Valeria.

Alejandro lo miró con incredulidad y furia.

—¡No importa lo que creas, Daniel! Los hechos están sobre la mesa. Ya hemos decidido que Valeria queda despedida. No puedes seguir involucrado con ella, y te prohibimos que le ayudes en esta situación. Su nombre ya está manchado, y no queremos que sigas arriesgando la reputación de la empresa por alguien que claramente ha traicionado nuestra confianza —dijo Alejandro con determinación.

Daniel sintió un dolor profundo en su pecho al escuchar sus palabras. La injusticia de la situación lo consumía, pero no podía rendirse. Sabía que Valeria no podía haber robado el dinero; algo no encajaba.

—Voy a revisar las cámaras de seguridad —dijo Daniel, con una firmeza renovada en su voz—. Necesito ver la evidencia completa antes de tomar cualquier decisión. La verdad debe salir a la luz.

—De seguro encuentras algo o quien sabe si ella haya borrado evidencia —dijo Beatriz con voz enojada.

—Es raro, porque Eva fue la que me aviso, de echo ella me dijo que el video lo descargo, pero no se de dónde —dijo Daniel suspirando.

—Arregla eso, habrá problemas serios, un millón de dólares desaparecidos en otras cuentas, esto me esta matando, si no se solvente o no se recupera, te juro hijo, que no volverás a entrevistar a nadie en la empresa, lo haremos nosotros e investigaremos afondo, te dejamos a cargo de la empresa y asi me pagas —dijo Alejandro con voz preocupada.

—Lo arreglare, lo siento —dijo Daniel retirándose.

Alejandro y Beatriz lo miraron con desaprobación, pero Daniel no se dejó influenciar. Se dirigió a la sala de seguridad con la esperanza de encontrar alguna pista que pudiera demostrar la inocencia de Valeria.

Al llegar a la sala de seguridad, Daniel accedió a las grabaciones. Buscó los videos que mostraban a la persona que supuestamente era Valeria. Sin embargo, para su sorpresa, descubrió que los videos en los que se la veía en la sala de archivos habían sido borrados.

—¿Cómo es posible? —murmuró Daniel, revisando el sistema. No solo faltaban los videos, sino que también había otros videos que parecían haber sido alterados. La clave de acceso a las cámaras había sido cambiada sin previo aviso, lo cual le pareció extremadamente sospechoso.

Daniel recordó que Valeria no tenía acceso a las cajas fuertes ni a las tarjetas de seguridad. Ella no tenía las llaves ni los permisos necesarios para manipular el dinero o acceder a las áreas restringidas. Esto solo aumentó su sospecha de que algo estaba muy mal.

—¿Quién podría haber hecho esto? —se preguntó a sí mismo mientras revisaba los archivos de acceso.

De repente, un pensamiento le cruzó la mente. Los cambios en las cámaras y la eliminación de las grabaciones indicaban claramente que alguien estaba tratando de encubrir algo. Daniel necesitaba entender quién tenía el poder y la intención de manipular las pruebas.

Daniel se dio cuenta de que su investigación debía ir más allá de las cámaras de seguridad. Necesitaba encontrar evidencia concreta de la manipulación y averiguar quién estaba detrás de todo esto. Sabía que Valeria era inocente, y estaba decidido a descubrir la verdad y limpiar su nombre, sin importar cuán lejos tuviera que llegar.

Se dirigió nuevamente a su oficina, su mente llena de planes y estrategias para desentrañar la conspiración. No permitiría que Valeria sufriera por un crimen que no había cometido. La verdad saldría a la luz, y Daniel estaba decidido a luchar por ella hasta el final.

Eva llegó a la oficina de Daniel con una sonrisa que intentaba parecer amable, pero sus ojos brillaban con un matiz de cálculo. Llevaba una carpeta de documentos en la mano y se acercó al escritorio de Daniel con una actitud desinhibida.

—Hola, Daniel. ¿Puedo ayudarte con algunos documentos? —preguntó Eva, acercándose con una expresión de falsa amabilidad.

Daniel, todavía molesto por la situación con Valeria y centrado en revisar los archivos de seguridad, miró a Eva con desconfianza.

—No, Eva. No necesito tu ayuda en este momento. Estoy ocupándome de algo muy importante, que no tienes ojos para ver que no quiero hablar con nadie —respondió Daniel con firmeza, sin levantar la vista de su computadora.

Eva no se desanimó y persistió, acercándose aún más a su escritorio.

—Vamos, Daniel. Estoy segura de que podrías necesitar una mano con estos documentos. Solo quiero asegurarme de que todo esté en orden —insistió Eva, tratando de mantener su tono amistoso.

Daniel se volvió hacia ella, su mirada dura.

—Eva, necesito saber algo. ¿Tienes las llaves y las tarjetas de acceso para abrir las cajas fuertes de dinero? Como contadora, imagino que tienes acceso a ellas —preguntó Daniel, con un tono que combinaba curiosidad y sospecha.

Eva asintió con una expresión que intentó mostrar confianza.

—Sí, por supuesto. Tengo acceso a todo lo relacionado con las cajas fuertes —respondió, un poco nerviosa ante la intensidad de la pregunta.

Daniel se levantó de su silla, sus emociones a flor de piel.

—Perfecto. Entonces necesito que me envíes el video donde supuestamente aparece Valeria. Quiero analizarlo por mí mismo. Mándamelo a mi celular ahora mismo —dijo Daniel, con una determinación que no admitía objeciones.

Eva frunció el ceño, su sonrisa se desvaneció rápidamente.

—No puedo hacer eso, Daniel. El video es información confidencial, y no estoy autorizada a compartirlo así —dijo Eva, tratando de mantener su compostura.

Daniel apretó los puños, su paciencia se estaba agotando.

—Pero a la policía si se lo mandaste corriendo verdad, Eva, si no me das el video y las llaves de acceso a las cajas fuertes, voy a dar la orden de que seas despedida inmediatamente. No estoy jugando —dijo Daniel, con una amenaza clara en su voz.

El rostro de Eva se puso pálido al escuchar las palabras de Daniel. La amenaza de ser despedida la tomó por sorpresa, y su fachada de confianza comenzó a desmoronarse.

—Eso es un abuso de poder, Daniel. ¿Por qué estás haciendo esto? —dijo Eva, intentando mantener la calma, pero claramente nerviosa.

Daniel, sin mostrar signos de ceder, se acercó aún más a ella, su mirada fija en la de Eva.

—No estoy haciendo nada que no sea necesario para esclarecer esta situación. Tienes diez minutos para enviarme el video y entregar las llaves y las tarjetas de acceso. Si no cumples con esto, no dudes en que procederé con la orden de despido —declaró Daniel, con una firmeza implacable.

Eva, viendo la determinación en los ojos de Daniel, sabía que no tenía otra opción. Con un suspiro de frustración, sacó las llaves y las tarjetas de acceso de su bolso y las colocó sobre el escritorio de Daniel. Luego, se dio la vuelta y salió de la oficina, consciente de que su plan podría estar a punto de desmoronarse.

Daniel tomó las llaves y las tarjetas, y rápidamente comenzó a revisar el video que Eva había enviado. La verdad que tanto buscaba estaba cada vez más cerca, y estaba decidido a descubrir quién estaba detrás de la conspiración contra Valeria.

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