Agnes.
A lo largo de mi vida he perdido a personas importantes; mi madre, mi esposo, mi hija, mis amantes... Muchos que lamentablemente no pude salvar a tiempo o siquiera conocer. El punto es que soy la persona que soy porque soy alguien carente de sentimientos, cuando me enteré de que la soberana no era mi madre enloquecí con todo a mi paso.Justo cuando tenía siete me lo confesaron, me contaron quién era mi verdadera mamá y como el bastardo se largó dejándola en su peor momento. La rabia que sentí en ese momento no era para nada normal, una necesidad loca de sangre me abarcó de una manera aterradora.¿Quién diría que confesarle eso a una niña de siete haría que ella cometiera su primer asesinato a sangre fría? Porque estoy segura de que eso no era lo que pensaba que haría mi soberana al decirme la verdad de mi origen.Estaba furiosa y más que eso dolida, ¿cómo él en ese momento la dejó? Solamente podía considerar que si él no se hubiera ido tan vez, solo tal vez ella no hubiera fallecido.Lo culpaba a él y a mi madre por haberme dejado vivir, sabiendo perfectamente que eso era muy riesgoso.Sin embargo, a quien más culpaba era a ese bastardo que decía ser mi padre. Por suerte para los dos no me fue difícil encontrarlo tiempo después. De hecho aún creo que el destino quiso que lo hiciera porque había muchos de los amigos de mi madre que lo buscaron hasta debajo de las piedras y jamás lo encontraron, pero yo solo tuve que dar una vuelta cerca de Caledon para encontrarlo y descargar mi ira contra él.Admito que fue un poco difícil hacerlo, sin embargo, tanta era mi ira que por muy fuerte que fuera no pudo con mi ira y ataques, con todo terminado su patética vida con un cuchillo que encaje de su estómago hasta llegar a su pecho.La sangre salpicó todo mi cuerpo y rostro.Eso me gustó, no sabía cómo, pero era arrollador sentir esa sustancia mayormente escarlata sobre mí.Justo en ese momento supe que sería peligrosa para todo Veranes e incluso para mí misma.Tiempo después observe como no me equivoque al convertirme en el ser más cruel... o al menos uno de ellos.••••Tener el mundo a tus pies es algo que te cambia para bien o para mal, pero lo hace.Nosotros somos seres imperfectos, llenos de codicia, vanidad y sed, de poder hacer lo que nos plazca. Dicen que los únicos con la capacidad de poder tener tanto poder y no afectarles son: "Los Dioses" ellos siempre estarán por encima de nosotros, que no podemos ser como ellos, aunque no quita que muchos tengan el deseo de ser como ellos, pero según eso no se puede. La mayoría de los mortales no puede porque no tienen los medios.Pero cuando los tienes, no dudas a la hora de usarlos. Lo que dicen, pero jamás hacemos caso es; que ese poder te consume, te envuelve, te carcome la mente de querer más y más poder.De tener a todos a tus pies, de mirar a todos por encima del hombro y ver que no son más que criaturas insignificantes que solo sirven para servir tus órdenes.Que tú puedes ser una Diosa, al igual que los seres que según nos crearon.Yo había logrado eso y más de la peor forma, pero lo había hecho.Y seguiría haciéndolo hasta el final de mis tiempos porque ese era mi lugar y la última forma de quitármelo era matándome, pero eso nadie jamás iba a lograrlo, de eso no tenía dudas.Antes de que la guerra dorada comenzará, todo era muy tranquilo en Veranes, incluso aquella noche cuando el reloj marcó las doce y un llanto de bebé resonó en una pequeña casa en el lugar donde habitaban las brujas. La noche era helada, tan oscura como nunca antes había estado y tan nublada por las espesas nubes grises, las cuales bajaron de los cielos sólo a presenciar lo que años después sería un problema para Veranes. Desgraciadamente esa noche mientras una vida surgía otra caía, la mujer no soportó el parto por más que sus compañeras las ayudarán tanto con magia como de la manera tradicional. Sus intentos fueron en vano, puesto que su compañera pronto se fue al salir el primer llanto de la bebé. La mujer como toda bruja fue consagrada para su descanso eterno, y sin más remedio sus compañeras criaron a la bebé para honrar la memoria de la que una vez fue su amiga y hermana. O al menos lo intentaron por un tiempo hasta que se rindieron. Para las brujas no era fácil, puesto que ni
Omnisciente. Crecer en la guerra en medio del caos mientras cada día contemplas cuerpos sin vida y un sin fin de tragedias te hace ser fuerte de corazón, carácter y sobre todo calculador.Así como el consejo peleaba por dividir su parte de Veranes en un reino independiente, mis padres hacían lo mismo con nuestra parte, no fue porque quisieran sino porque ellos querían todo el terreno posible y nosotros estábamos en su radar.Se podría decir que peleamos por honor o avaricia, sin embargo, creas cualquiera de las dos de igual forma, participamos y vencimos porque a diferencia de lo que diga el consejo, este logró únicamente hacer un trato con Helido y una enemistad eterna contra Urabia.A pesar de lo que digan los libros y personas, la guerra no comenzó por Agnes, ella no fue la rebelde principal, sino los humanos. Más exactamente el primer Bathory, el bastardo de Blagden fue más ambicioso que cualquiera en esos tiempos.Era un líder nato, eso no se podía negar, sin embargo, querer gobe
Aidan Desmond. Las hermanas del destino.Había llegado a un punto donde me cuestionaba muchas cosas sobre el futuro, sobre mi destino. Y para resolver esa duda no me queda otra cosa más que recurrir a las Moiras, a las mismísimas deidades más temidas por los hombres, criaturas e incluso Dioses. Para hacer aquello tuve que sacrificar mucho, puesto que aquello no era permitido y al ser parte del cosmos era casi imposible hablar con ellas, sin embargo, al parecer ellas tenían la misma urgencia de hablar conmigo. Me encontraba ansioso por lo que fueran a decir y no quería que nadie nos interrumpiera, por lo que me había encerrado en lo más recóndito del palacio con solo la iluminación de la chimenea y un círculo de velas encendidas.Sentado en la silla, esperé durante un par de horas su llegada. Tenía miles de preguntas, pero las más importantes por supuesto era las que iba a hacer, después de todo ellas eran diosas que no se podían tomar a la ligera como simples mortales. Debía ser p
Dos siglos después. ¿Quiénes son los Bathory? ¿Qué hicieron realmente en medio de la guerra Dorada para ser parte del consejo, no siendo más que simples mortales? Esa clase de preguntas se hacían una que otra criatura que admiraba o aborrecía al consejo. Y es que si veíamos a profundidad a cada Bathory que tuvo la dicha de ser rey, no íbamos a encontrar más que avaricia, crueldad y perpetua putrefacción. Porque sí, cada uno de ellos representó con perfección esas palabras. Pese a ser mortales y no tener ni la cuarta parte de fuerza que sus enemigos no los limitó a ser los titiriteros del acto. Desde el comienzo hasta el final consiguieron ser más poderosos que cualquier otro en Nirvana al usar la lujuria que desprendían a su favor. Sin embargo, su función se dio por terminada una vez llegó Aarón Bathory a la vida de Agnes. Aunque para entender esa parte hay que saber que para Blagden fue muy fácil seducir y engañar la cabeza del grupo. Durante largos años los Bathory tuvieron el
-¿Crees que nos castiguen por esto? -Cuestionó Froilan a Kairon limpiando la sangre que quedó en la alfombra. -No lo sé, pero puedo decirte que no me arrepiento en lo absoluto. -Eso lo sé, sé que lo merecía. Él nos arrebató a nuestra madre -acotó el mayor exprimiendo la toalla llena de agua y sangre fresca. -¡Su majestad! Adelis está aquí y lo necesita -la voz de Davinia, una de las criadas más cercana a la familia; tenso a los hermanos. -¡Dile que espere! -pidió él mayor limpiando rápidamente la sangre en la alfombra. Sin perder tiempo busco con la mirada a todos lados pensado donde podía esconder toda la evidencia incriminatoria, pero sin darle tiempo a nada la puerta fue abierta de golpe. La figura exuberante de Adelis no tardó en aparecer, su mirada felina se clavó en los hermanos escaneandolos con suma cautela. -¿Dónde está su padre? -preguntó dando una mirada furtiva a las manos de Froilan. -No lo sé -se encogió de hombros restándole importancia a su presencia, él joven sin
-No la soporto, ¿¡Como carajos te terminaste cansando con ella!? -el grito de Kai hizo sobresaltar a Elizabeth en cuanto esté al entrar golpeó la puerta de la habitación. -¿¡Te puedes callar!? -Bramó el rey tomando una muñeca en sus manos para lanzarla justo a su cara. -¿No ves que la asustas? -Kai en ese momento notó a su sobrina en el suelo destrozando las muñecas en lugar de jugar con ellas. -¿Qué haces? -arrugó el entrecejo intercambiando la mirada entre ella y su hermano. -Intentó que juege pero al parecer le entretiene más arrancarles las cabezas, que jugar con ellas -comentó el rey viendo el desastre que hizo su pequeña. -Es pequeña, aún no tiene idea ni de su existencia. No creo que ese deba ser el mayor de tus problemas por ahora, de hecho hay asuntos que sí necesitan de toda tu atención -reprochó Kai. -¿Podrías dejar de ser tan maldito y saludar por lo menos a tu sobrina? -preguntó enojado Froilan desviando sus acusaciones. -¿Pará qué la voy a saludar si ni me presta at
Adeliza sabía bien las consecuencias de sus acciones de destruir por completo un matrimonio y peor aún a todo una familia, que antes de su llegada a la vida de Aarón era perfecta. Y fue precisamente el hecho de que fuera perfecta la que la llevó a aceptar sin rechistar aquel trato que le ofreció su líder.Tal vez para muchos era muy cruel de su parte, pero como todos ella quería poder, y una familia que fuera parte de aquellos que controlaban cada aspecto de su vida. El mayor pecado que albergaba en cada Nirvanences sin dudas era la avaricia; la ambición de tener poder para destruir o ser parte de aquellos que para muchos eran considerados dioses. Ella no era diferente, había una codicia insaciable en su ser que la llevó a su porción esperando pacientemente la hora de su reinado.En su cabeza, luego de la muerte de la reina, realmente pensó que la corona se le concedería. Sin embargo, no podía estar más equivocada, los hermanos no estaban dispuestos a cederle el cargo que una vez fue
Reina de Hélido. Dos años después. Desde mi trono observó a mi hija danzar al compás de la música, sus pies se mueven con una delicadeza con la que solo ella puede. Su vestido se eleva al dar giros perfectos, su cabello tapa parte de su hermoso rostro angelical. Sus facciones me recuerdan tanto a su padre que sonrió sin siquiera notarlo, adoración es una palabra muy vana para el sentimiento que tengo hacia mis pequeños. Daría todo por ellos, y aun así no me bastaría. -¿Qué le parece el baile, su alteza? -pregunta mi más fiel amigo a mi lado. -Estupendo cómo siempre, Emir. -digo con sinceridad, observó a los invitados bailando con alegría y emoción. Cada mes se hace un baile en el reino para la princesa. Mi hija menor. Su capricho por los bailes ha hecho que tengamos que hacer uno cada cierto tiempo para complacerla. —Por cierto, ¿Dónde está el príncipe Azariel? Hace varias horas que no lo veo. -inquiero recordando a mi otro bebé. -Temo que sea escapado nuevamente, alteza, ¿desea