|3: Titánico|

Aidan Desmond.

Las hermanas del destino.

Había llegado a un punto donde me cuestionaba muchas cosas sobre el futuro, sobre mi destino.

Y para resolver esa duda no me queda otra cosa más que recurrir a las Moiras, a las mismísimas deidades más temidas por los hombres, criaturas e incluso Dioses.

Para hacer aquello tuve que sacrificar mucho, puesto que aquello no era permitido y al ser parte del cosmos era casi imposible hablar con ellas, sin embargo, al parecer ellas tenían la misma urgencia de hablar conmigo.

Me encontraba ansioso por lo que fueran a decir y no quería que nadie nos interrumpiera, por lo que me había encerrado en lo más recóndito del palacio con solo la iluminación de la chimenea y un círculo de velas encendidas.

Sentado en la silla, esperé durante un par de horas su llegada.

Tenía miles de preguntas, pero las más importantes por supuesto era las que iba a hacer, después de todo ellas eran diosas que no se podían tomar a la ligera como simples mortales. Debía ser precavido si no quería ser despreciado antes de obtener respuesta.

Un ligero temblor en el suelo me alertó seguido de una niebla espesa salida de la nada, esparciéndose por el suelo sin reparo.

Esperando verlas frente a mí me llevó una sorpresa al ver cómo con un estruendo la niebla oscura se alza para luego subir por el techo y bajar con fuerza justo en el círculo de velas.

La niebla al hundirse por completo está se convierte en una especie de agua negra que no refleja más que una oscuridad absoluta… o al menos así es hasta que las estrellas se comienzan a ver dentro del agua densa.

—¿Son ustedes? —hablo acercándome más.

—Dios Érebo. —Una melodiosa voz sale del charco de agua negra.

—¿Con cuál de ustedes estoy hablando? —cuestiono con autoridad.

—Con todas. —responden al unísono

—. Es un gusto verlo después de tanto tiempo, Dios Érebo.

—Ese no es mi nombre. —Corrijo confundido.

—Por supuesto que lo es, que usted aún no lo quiera reconocer, es otra cosa, señor. —Su voz era igual a la de una adolescente dulce e indefensa.

—No, yo soy Aidan Desmond… en fin. No las llame para que discutamos eso. —Intento calmarme para no arruinar las cosas.

—Lo sabemos, nos llamaste para revelar tu futuro. —esta vez la voz es un poco mayor que la anterior y podía sentir la paz en ella.

—Así es, quiero saber si ganaré esta guerra contra Agnes. —admito tajante.

—Sabe perfectamente que eso va en contra de las reglas, así no funcionan las cosas Dios Érebo. —Doy un paso atrás inconsciente por el tono de voz de la mujer. Esta era certera, tajante e irrefutable.

—Lo sé, ¿podrían dejar de llamarse así? o ¿explicarme por qué lo hacen? —inquiero irritado, pero sin dejar el miedo de lado.

—Sabiendo eso ¿Por qué cree que alteraríamos las cosas por usted? Y respecto a su pregunta no veo porque debería decir lo que usted ya sabe. —no tenía idea de que hablaba.

—Supongo porque tengo la idea de que ustedes han aceptado porque algo a cambio quieren, de otra forma jamás me hubiera respondido ¿Me equivoco? —El silencio de su parte es todo lo que recibo en lugar de respuestas —. Y no tengo idea

Porque me relacionan con un Dios.

—No te equivocas, aceptamos tu llamado porque así quise que fuera en primer lugar… además hacemos esto como un favor a Veranes para el futuro —volvió a hablar la segunda voz —. Te relacionas dado que eres él… en parte.

—¿Soy él? —dando un paso atrás me pierdo un segundo en mis pensamientos — ¿Responderán mis preguntas?

Cambio el tema para no pensar en ellos, no quería saber nada de lo que vivía dentro de mí.

—No. —sentencian al unísono.

—Entonces, ¿qué van a decirme? —me frustro, rápidamente había sacrificado tanto que no podía quedarme con las dudas.

—Lo único que puedo y quiero decirte es que para asegurar el futuro que deseas la necesitarás a ella. —mi ceño se frunce —. Ella será tu amuleto de la suerte por muchos años…

—Pero si la pierdes, tu destrucción llegará con su partida…

—Ella te dará mucho, por tanto, tienes que protegerla cuando llegue a tu vida.

—¿De quién están hablando?

—De tu esposa. A diferencia de ti, Nix no tendrá la capacidad de despertar por sí sola, por lo que si ella está dormida dentro de su nuevo cuerpo, la victoria te será asegurada…

—Pero si despierta y sale de tus manos, ten por seguro que cortaré tu hilo.

Para ser sincero yo no estaba entendiendo una jodida palabra, pero algo en mi cabeza retumbaba asegurándome muy en el fondo que algo de sentido le encontraba a las advertencias de las deidades.

—Esa mujer de la que hablan ¿Cuándo llegará? —me atrevo a preguntar tentando la suerte.

—Dentro de dos siglos. —una mueca de disgusto se extendió por mi rostro.

—¿Dos? Es demasiado tiempo. No lograré estar en batalla tanto tiempo.

—¿Y quién dijo que estarás en batalla todo ese tiempo?

—¿Quiere decir que ganaré?

—No lo estoy dando por hecho, pero tampoco lo estoy negando del todo. —suspiro en frustración.

—Si dicen que será mi amuleto, ¿Cómo sobreviviré todo este tiempo? Y ¿Cómo sabré quién es?

—Lo sabrás por tu cuenta, ustedes están atados de por vida. Su destino en la tierra siempre será el mismo: encontrarse más, no amarse. —sus palabras atacan mi pecho como un puñal.

—¿Por qué no? Si es mi esposa, ¿por qué no puede haber sentimientos de por medio?

—Ese fue el precio a pagar por reencarnar en un cuerpo físico para ambos. Se los advertimos de muchas maneras, pero su ambición por ser parte de este mundo pudo más, el universo y todas aquellas deidades que complementan el equilibrio en este mundo se rehusaron a dejarlos juntos porque sabían que eso solo causaría un desequilibrio abismal en Veranes.

—En pocas palabras no pueden amarse simplemente porque su amor no tiene cabida en este ni en ningún mundo donde puedan coexistir ambos.

—Su amor jamás va a ser soportado en un plano terrenal.

—¿Qué pasaría si ella y yo llegáramos a amarnos a pesar de sus intentos? —pregunto intrigado queriendo descartar todas las posibles variables.

—Una fuerza aún mayor que ustedes tendrían que intervenir.

—¿Fuerza? ¿Te refieres a otro Dios?

—Exacto, el Dios por encima de todos nosotros por excelencia.

—Caos. —concluyó.

—Si rompen su juramento, Caos bajará a restaurar todo mal que hayan hecho y con ello sus vidas y toda posibilidad de volver a reencarnar. —trago grueso.

—Tengo una última pregunta relacionada.

—Adelante.

—¿Erebo de verdad coexiste conmigo en este cuerpo? O ¿Somos la misma persona?

—Por ahora coexisten, pero existe la probabilidad de que en algún momento en el tiempo los tres dejarán de cohabitar para dejar vivir al Dios que llevan dentro solos en sus cuerpos. Si esa posibilidad llegará a pasar su esencia mortal se eliminaría por completo y con ello todo sentimiento que llegaron albergar y experimentar en esta vida.

—¿Por qué me dicen todo esto?

—Porque si algo saliera mal, tú serías el primer responsable y me parece sensato que lleves la carga emocional de tus errores. Aunque para ser sinceros se dice que: todo aquel que no sabe de su pasado está condenado a repetirlo. Las deidades quisieron reducir riesgos contándote lo que podría pasar para que seas consciente de las consecuencias.

—Supongo que creyeron que al ser parte mortal, los sentimientos ayudarían a prevenir riesgos.

—Sin embargo, estamos de acuerdo en que aun así harás lo que quieras y tomarás decisiones equivocadas. Porque a fin de cuentas esa es la esencia de una vida mortal, muy pocos se detienen a tomar buenas decisiones para su vida pese a las advertencias que el universo les brinda.

—¿Y qué hay de Agnes? ¿Por qué está haciendo todo esto? ¿Acaso también coexiste con un Dios? —Mis preguntas salen una tras otra sin pensarlo previamente.

—Lo que ella es o hace no es algo que debería ser de tu interés.

—¿No? Estamos en una guerra, considero conveniente que sepa todo si quiero ganar.

—Lo único que diremos es que te asegures de ganar. Todo se derrumbaría si esa bruja terminara ganando este juego.

—¿Y cómo debo hacer eso?

—Por ahora quédate y actúa como lo estás haciendo hasta ahora. En el futuro esas acciones darán su fruto y le quitarás todo lo que posee y supone valioso.

Para mi sus palabras no hacía mucho sentido, más que darme respuestas me estaban confundiendo más de lo que ya estaba, pero les haria caso en todo si eso me garantiza que venceré al final.

Aunque aún en mi cabeza rondaban las dudas: ¿Quién eres ella? ¿Sería capaz de controlarme? ¿Érebo me consumirá en el futuro?

Para todas aquellas preguntas lastimosamente no tendría respuesta por ahora y eso me abrumaba, el futuro sonaba peligroso y lleno de riegos abismales.

¿Sería capaz de vencerlos y salir ileso?

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