Como la virgen que había sido durante casi toda mi vida, el bochorno que estoy sintiendo por tener así de cerca a mi compañero de tragos y cama, es nuevo para mí. Cabe destacar que no planee acostarme con mi nuevo jefe, por igual, cabe destacar que mi reacción instantánea es la de bajar la mirada y encoger mi torso en esta silla.
Si me escondo, tal vez, solo tal vez no me vea.
—Como les iba diciendo, Luciano está a cargo de las operaciones en el sector inmobiliario de las empresas Brown en nuestro país. Junto a su experiencia y los contactos que tiene en el resto del mundo, esperamos abrir nuestras alas. Como ha sido la petición de una gran mayoría de ustedes — mi padre habla con un toque de resentimiento notorio.
Él no quería hacer esto por voluntad propia, ahora que sí leo los documentos en la mesa puedo descubrir que del 60% de inversiones netas poseía, le vendió un 50% a Luciano, un 4% a la firma de Andrew y el 6 % restante lo conservó él.
Luciano Brown de alguna forma dio una mejor oferta a mi padre, y se había convertido en nuestro dueño. Además, ese apellido lo había escuchado antes en las noticias, era una compañía americana que había comprado una de las refinerías de gas más importante de este país. Quienes sean los Brown estaban entrando duro aquí.
En resumidas cuentas, le había dado mi virginidad a un desconocido, me había acostado con mi nuevo jefe y aparte mi nuevo jefe tenía más dinero del que podría imaginar. Estoy sudando en sitios que ni sabía podía sudar. Las manos me tiemblas, tengo ganas de ir al baño.
—¿Por qué ese tipo te mira tanto? — se queja molesto Andrew a mi oído.
Cometo el error de mirar en la dirección de Luciano, y el corazón me da un brinco, está observándome en silencio. Únicamente a mí. Su rostro es profesional, pero es cómo si sus ojos me sonriesen. Me había visto y reconocido. Dejo de verlo dando un giro fuerte a mi cuello.
—No lo está haciendo. Deje de interrumpir la lectura de mi documento, licenciado — actuó como si no estuviese nerviosa. Soy una pésima actriz.
—Pfff — se queja amargado mi ex prometido.
—Es un gusto tenerte como parte de la familia Belmonte. Haremos de estas juntas lo más entretenidas posibles cada vez que tengas que pasearte por aquí — comenta jocoso Owen, otro de los accionistas antiguos.
—No quisiéramos estorbar en tus otras aventuras de negocios. Y comenzar de lleno con la estrategia de internacionalización que hemos planeado. En el anexo B encontrarán un brief de ello — informa el señor Gianni, otro de los directivos de la empresa.
Percibo una pequeña mueca en la esquina de la boca de Luciano. Me parece una de burla, pero no le veo por mucho por precaución. Más extraño es el rostro de conflicto de mi padre. Nunca lo había visto así. Lo más impactante para mí es ver que en lugar de sentarse a la cabeza…
Se sienta en el asiento de la derecha. Es un acto sutil que confunde a todos. Sé que la mayoría quiere chismear, aunque se contiene. Luciano afinca sus manos de la mesa de juntas.
—Creo que hay un malentendido que no son capaces todavía de visualizar — él habla pausadamente y paseando su mirada a cada uno de nosotros — No seré un inversionista ajeno a las operaciones de esta empresa. Participaré de manera activa.
—¿Cuán activa? — pregunta con cautela Dominic.
—La máxima. Asumiré el rol del CEO de Belmonte Raíces — anuncia enderezándose.
Su noticia hace explotar los comentarios preocupados, los desconciertos y ¿creen que a Luciano le interesa? A ese hombre no le interesa ser el centro de la polémica, como si este fuese un día de campo se sienta en la silla que fue de mi padre por años y se dedica a leer la carpeta negra.
Si antes tenía ganas de huir, ahora tengo ganas de lanzarme de la azotea a la hora del almuerzo. Lo de Luciano iba más allá, una cosa era ser dueño de la empresa, otro que desarrollase el más alto cargo de forma activa en la empresa. Ese era el cargo que desempeñaba mi papá.
Era el puesto de su sucesor, por el que tanto Andrew luchó. Creo que mi ex está a esto de sufrir un infarto a sus 27 años. Mi padre, tampoco es que esté mejor, se ve acabado y cansado. No es que me preocupe su salud o sus sentimientos. No lo hacían. Ni un poco. Él habla para acallar el ruido.
—Les pido su comprensión y colaboración. Todos los presentes conocemos que la empresa no tiene el capital suficiente para expandirse tal cual desean. Nuestros números tampoco han sido los mejores últimamente, nos hemos quedado estancados y siendo devorados por nuestra competencia.
—Sé que les puede resultar conflictivo tener a un extraño como yo al mando. Pero sabrán entender que necesito supervisar una adquisición como esta de manera personal. Es una medida que puede cambiar a futuro — explica Luciano.
—¿Cambiar cómo? — pregunta sin esconder su molestia Andrew.
—Puede que si llegué a confirmar que Belmonte Raíces puede sostenerse por sí solo y darme los números que espero, delegué mi posición a quién me sorprenda con sus habilidades — argumenta Luciano — En ese entonces, emprenderé el vuelo hacia una nueva, inversión.
Tal propuesta calma las aguas de una forma insólita, veo la ambición en la mayoría, y Andrew no es diferente a ello. Esta sala de juntas se ha convertido en una manada de leones sedientos por dominar a los demás.
Continúo oliendo la ambición de estos hombres por el resto de la junta. También continúo evadiendo la mirada de Luciano. Era poderosa e intimidante a la luz del día. Ni sé cómo diablos hice para ir a una habitación de hotel con él.
…..
La extensa reunión de tres horas ha finalizado por fin. Los presentes se van retirando y soy una de las primeras que planea irse. La buena noticia, es que Luciano no se dirigió a mí en ningún momento de la reunión. Nadie se dirigió a mí, de hecho. Voy levantando mi trasero y tomando los documentos que discutimos.
—Marianne. Quiero hablar contigo.
Escuchar mi nombre en la voz de Luciano hace que mi pobre corazón falle. Asimismo, que los que quedaban se extrañen con esta interacción. No hay mirada más inquisitoria que la de Andrew, aunque este se va persiguiendo a mi padre en lo que sale.
Estoy obligada a darle el frente a Luciano, me giro lentamente sobre mis talones. En mí resuena el ruido de la puerta con el último hombre saliendo de la sala.
—Díganme, señor Brown. O licenciado Brown. ¿Cómo gusta que me refiera a usted? — digo mojando mis labios de los nervios, y a una distancia tan lejana que da risa. Le temo. Con mi vida.