Narrado por Lorenzo Lewis3 meses después Cuando pensaba que no podía ser más feliz con Sara amándome, de repente, superaba el nivel de felicidad del día anterior. Hace unos meses creí haber llegado al pico de ella cuando aceptó mi propuesta de matrimonio oficial mientras estábamos de viaje por Fin
Veo la pequeña cara de nuestro hijo, y vuelvo a tener ganas de llorar. Es realmente perfecto.—¿Vas a seguir llorando? Si sigues llorando no te doy otro — me dice con picardía Sara.Me seco las lágrimas con rapidez, para que esa amenaza no se cumpla. Sara empieza a reírse con fuerzas.—Entonces… ¿qu
Narrado por Sara Brown6 meses despuésSer madre era una de esas aventuras que no supe si emprendería, pero que no me arrepiento de haber emprendido con un hombre como Lorenzo a mi lado. Uno con el que estoy de pie frente al altar lleno de flores que ha sido armado en el bosque de la mansión Brown.
—¿No quedamos en que no vendrías mamá? — pregunta Richard.—¿Tú también Richard? — exclama Victoria herida. —¿Pero qué más puedes esperar Victoria? — reclama Julián — tuvimos que pagar penitencia para que Sara nos dejase ver a Mateo. Tú no has hecho nada, y ya andas exigiendo. Así no son las cosas
Mis pies golpean el suelo con constancia y mi corazón late con una fuerza sobrenatural. Lo había conseguido finalmente, un ascenso en mi trabajo, y el primero que tenía que enterarse de eso es Andrew, mi prometido. Camino por el pasillo tan emocionada y aferrada a mi maletín que agradezco que nadie
La mañana de ayer, me levanté con el hombre que amaba charlando sobre lo emocionados que estábamos por la boda de nuestros sueños. La mañana de hoy, me desperté en una habitación de hotel barato con los ojos hinchados de tanto llorar. No habría boda, no habría un final feliz para mí, no tendría la
Tengo una lista interminable de humillaciones propiciadas por mi familia en mi memoria. La vez que vine a esta casa a arrodillármele a mi padre para que me diese dinero para el tratamiento de mi madre. La vez que Amanda y su madre me regalaron una caja con ropa usada y rota, porque “necesitaba vesti
Estoy en una nube de placer de la que no me quiero bajar. Los besos van y vienen, al igual que las caricias a mis piernas desnudas. Me retuerzo entre las sábanas blancas y disfrutando de la calidez del hombre sobre mí. No quiero que esto nunca acabé. —Eres hermosa, Marianne — susurra él a mi oído.