Franco:Su piel es suave, tan blanca como copo de nieve y olorosa cual colonia dulce y embriagadora. Mi lengua recorre sus labios con desesperación y lo carnoso en ellos me hace admitir que jamás había probado unos similares. Entiendo que su cuerpo me atrae de una forma inexplicable, quizá obsesiva, pero... ¿Por qué siento estas cosas raras cuando la tengo cerca? En mi juventud recuerdo haber sentido algo así, con la morena del instituto con la que pensé casarme algún día... Hasta que me traicionó. De ahí en adelante, experimentar sensaciones más grandes que el deseo se me ha hecho prácticamente imposible. Hasta que llegó a las calles de Miami la cubana que tiene mi cuerpo en sus manos.Tiene unas manos delicadas que se aferran a mi cabello, dando pequeños jalones que provocan querer llevarla a mi habitación. Necesito autocontrol, pero no sé si lo logre.Sujeto su cola con una de mis manos y hago que su cabeza se eché hacia atrás, exponiéndo su cuello a mis besos. Lamo, chupo y muer
Mariana:¡Cuánto le ha crecido el cabello a Karla! Sonrío a la pantalla y le muestro a mi madre cada pieza de ropa que les he comprado a mis princesas. Las pequeñas se asoman para enseñarme los juguetes que mamá les ha obsequiado y pongo mi mejor cara de alegría y orgullo. —Y dime ¿Algún novio? —mamá me pregunta como cada día y ruedo los ojos.—No mami, después de lo que le hiciste a Kevin no he vuelto a caer en una relación —digo con una risilla y ella le resta importancia con un gesto de mano.—Él no era buen partido para ti y lo sabes.—Mamá —pronuncio y se encoje de hombros.—¿Qué? Ya, ya, no diré más. Cuéntame de tu trabajo.Trago en seco antes de contestar y rasco mi cabeza buscando la mentira perfecta. Si le digo que tengo algo extraño con mi jefe, el cual es un millonario y hermoso hombre de unos veintiséis años puede que le agrade la idea, pero no sé cuál sería su reacción si le doy los detalles de nuestra "rara" relación empleada/jefe.—Emmm, genial, me va muy bien como mes
Mariana:La suavidad de sus labios sobre los míos me hace vulnerable. Jamás pensé hacer algo así, siempre mantuve mi status de pánico sexual hasta ahora... Y con ello, acabo de darme cuenta de que nunca fui una virgen recatada con fobia a la intimidad, solo no había encontrado a la persona que moviera mi burbuja de inocencia, tampoco pensé sentir mi cuerpo arder ante la presencia de un sujeto, y ahora... Ahora no sé qué rayos estoy haciendo.Su mirada cristalina me ayuda a olvidar lo que hice hace un instante, de lo cual, recién comienzo a sentir arrepentimiento. Suelo ser así aunque no sea sano. Por lo que mantengo la mirada fija en sus ojos para perder el rastro de vergüenza que emana de mi conciencia.—Dime que me perdonas, por favor —pronuncia apoyado de sus codos, con su nariz rozando la mía.La Mariana molesta y como decimos en Cuba «empingada», le exigiría que se fuera, aunque no duraría mucho teniendo en cuenta que existe un contrato que me obliga a verle cuando le venga en ga
Mariana:Doblo con minuciosidad las prendas de vestir de las bailarinas y me cerciono de no dejar nada fuera de lugar. A pesar de que suelo ser muy organizada, hay tantas, pero tantas cosas en los camerinos, que aunque acomode mil veces seguirá viéndose aglomerado.Han contratado a otra chica para que ayude a las bailarinas, según ellas, antes tenían a una doña cuarentona a tiempo completo, pero se fue de la ciudad. Y ahora, como trabajo exclusivamente para Franco, solo puedo venir a ayudar de vez en cuando; y por supuesto, también me pagan las horas que trabajo aquí.Llevo dos meses danzando a solas para mi jefe, aún quedan cuatro más para culminar con el pacto firmado. Pese a la incómoda situación en la que nos vimos involucrados, y a mis intentos de escapar de sus besos y constante seducción, todo ha sido en vano, porque en el fondo soy como todas las mujeres y mi inexperiencia no hace la diferencia, pues he caído en sus redes cada maldito día que nos encontramos.Esa cercanía casi
Mariana:Subo casi corriendo las escaleras y ya frente a la puerta me aseguro de alistar bien mi uniforme. Falda larga bien ajustada y camisa femenina abotonada hasta la línea que inicia mis pechos. Me parece que voy demaciado correcta y aunque una parte de mi me dice que mantenga mi porte correcto, la otra porción grita que desabotone los primeros tres botones de mi camisa blanca. Lo hago. Abro un poco mi cuello y mis redondos pechos se abultan.Paso mis manos por mi cabello alisándolo un poco y me aseguro de no llevar desaliñada la coleta. Me recompongo, doy un par de toques en la puerta y una voz ronca me recibe del otro lado.—Pase —ordena y giro la manija. Cuelo mi cabeza por entre la puerta y la pared y luego hago lo mismo con mi cuerpo.Han sido tantas las veces que nos hemos encontrado aquí, que he apendido a superar el pánico de mirarle directo a los ojos al verle. Por lo que camino más desidida que antes, hasta llegar frente a su escritorio.Franco me observa agarrándose el
FrancoRecuerdo que estaba más delgada hace una semana, lo cual ahora es buena señal, porque me alivia el verla recuperarse tan bien. Disfruto mucho asistir a sus terapias de rehabilitación, porque ella y su terapeuta forman un excelente equipo. Las observo trabajar juntas en base a los movimientos de la pierna de Riley y bebo del jugo de naranja que ha preparado Emma, quien por suerte, solo se dirige a mí para ofrecerme una amabilidad momentánea que me cuesta soportar.—Levántala hasta donde puedas, si te duele me avisas —le indica la terapeuta.Es una mujer de unos cuarenta años, tez blanca y ojos cafés. Su cabello es rubio con tonalidades castañas y tiene un cuerpo admirable.Riley está acostada sobre su cama mientras Brett —la rehabilitadora—, se dedica a realizarle movilizaciones.—Ahora bájala —le indica y ella acata sus órdenes.—Nada, no me duele nada —dice contenta Riley robándome una sonrisa. Me levanto del sillón y camino hasta su cama.—En dos meses podrás usar los zapato
MarianaSe me hace imposible no fijarme en los movimientos de sus carnosos labios cuando habla. La tensión entre ambos se ha vuelto desesperante y persivo que algo lo mantiene inquieto, sin embargo, no hace el intento de sacar lo que sea que oculta.No sé si es el vino, o la calor extraña que estoy sintiendo al tenerlo tan cerca, pero la música suave que se filtra por las bocinas invisibles a mis ojos me llevan a mover mi cabeza calmando las ansias de bailar. —¿Quieres bailar para mi? Su pregunta me toma por sorpresa, y aunque dudo al momento, una porción de mi ser me pide que lo haga, que saque el atrevimiento que llevo escondido y con él mis raíces de gozo y danza.Asiento con temor, la verdad, no sé a qué le temo; a terminar como cada vez que bailo para él, a despertar esa parte de mí que desconozco... No lo sé.—Mírame —sujeta mi barbilla con su mano y se acerca a mis labios, los roza con los suyos y siento su respiración golpear mi nariz—, vamos, baila para mí.Últimamente se m
MarianaSe siente irreal. Sus manos rozando y presionando mi cuerpo me elevan a las nubes y no quiero caer... No quiero despertarme del sueño en el que me ha metido. Aferro mis dedos en su espalda cuando muerde la piel de mi cuello y presiono con fuerza los ojos. Una ráfaga de miedo se instaura en mí, sin embargo, no pretendo hacerle parar, no ahora que lo siento tan mío aunque realmente no sea así.Es difícil decifrar el aroma que desprende la habitación, la cual está casi a oscuras, excepto por la tenue luz que desprende la lamparita exótica sobre su mesita de noche... Se respira un aire de privacidad; de deseo; de pasión. Una mezcla de sensaciones nos rodea y como resultado consigo sentirme cómoda y, más que nada, a gusto. Y aunque tengo los nervios a flor de piel, no dejo que me domine, al contrario, hago cada cosa que me indica Franco, comenzando por relajarme ante sus atrevidos toques.Nos besamos. En todo momento junta sus labios con los míos y me regala esa confianza que ne