Capítulo 37

Mariana:

Subo casi corriendo las escaleras y ya frente a la puerta me aseguro de alistar bien mi uniforme. Falda larga bien ajustada y camisa femenina abotonada hasta la línea que inicia mis pechos. Me parece que voy demaciado correcta y aunque una parte de mi me dice que mantenga mi porte correcto, la otra porción grita que desabotone los primeros tres botones de mi camisa blanca. Lo hago. Abro un poco mi cuello y mis redondos pechos se abultan.

Paso mis manos por mi cabello alisándolo un poco y me aseguro de no llevar desaliñada la coleta. Me recompongo, doy un par de toques en la puerta y una voz ronca me recibe del otro lado.

—Pase —ordena y giro la manija. Cuelo mi cabeza por entre la puerta y la pared y luego hago lo mismo con mi cuerpo.

Han sido tantas las veces que nos hemos encontrado aquí, que he apendido a superar el pánico de mirarle directo a los ojos al verle. Por lo que camino más desidida que antes, hasta llegar frente a su escritorio.

Franco me observa agarrándose el
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