Franco:Revuelta. Descripción verbal de mi vida en este instante. Riley sale de alta en tres días y no paro de pensar en la criatura que carga en su vientre. Suelo darle mucho cráneo a mis problemas, por muy pequeños o absurdos que sean. Y la futura presencia de mi madre aquí no me hará las cosas fáciles. Eso sin mencionar a la señora Emma y su obsesión con comprometerme con su hija...Esta tarde podría haber sido maravillosa, pero Emma irrumpió en mi oficina como perro por su casa, dejándome deseando más de la hermosa cubana. Definitivamente es algo imperdonable y ansío visitar a Riley para contarle de la actitud de su madre. Sé que estará de mi lado y que le espera buena reprimenda a la señora Rossi.Agarro mi teléfono de encima del escritorio y busco el contacto de Mariana. Dudo en llamarla. Aunque besó mi mejilla antes de irse, algo me dice que está molesta, y alterarla es lo último que deseo. Lo pienso durante varios minutos mientras recuerdo la calidez de sus labios sobre los mí
Mariana:Lo duda. Duda en responder y un temblor se apodera de mis piernas. Porque aunque el atrevimiento lo llevo en la sangre, esto de la inexperiencia amorosa me tiene al límite de los nervios.Lame sus labios y una ráfaga de su sabor inunda mi paladar, como si de solo mirarlo mi boca lo probase. Sacudo la cabeza internamente y paso un mechón de mi cabello tras mi oreja ante su tardía respuesta. No va a contestar, y si lo hace, de seguro miente, soy poco experta descifrando a los hombres...—Quiero estar más cerca —habla finalmente y con un gesto espero que entienda que necesito que se explique mejor—, más cerca de ti, conocerte, ayudarte ¿Me entiendes? —pronuncia con suaves y sensuales palabras.Alzo a la par mis cejas al comprender y solo uno de los motivos que mencionó me causa interés.—¿Ayudarme?—Sabes de qué te hablo, con tres o cuatro pagos bien puedes traer a tu familia completa a los Estados Unidos.Lo que dice me lleva a recordar la cifra del pago nuevamente y mi mente s
Franco:Desde aquí tengo una vista fantástica de sus ojos esmeraldas. Un rosa claro cubre sus labios y observo con minuciosidad cada bonito detalle de su suave y atractivo rostro. Mariana me causa intriga. Cada vez que la tengo cerca se instala un sentimiento de curiosidad e interés en mi pecho que me creo incapaz de ignorar. Quizá por eso no paro de perseguirla. «Es enfermizo lo que estás haciendo». Me dijo Félix, mientras se burlaba de mi confusa situación.No creo que sea algo enfermo como él asegura. Al contrario, creo que es la primera vez que deseo de forma sana a alguien...—¿Y la mujer de ayer? ¿Quién es? —demanda pareciendo angustiada y suelto aire por la nariz pesadamente.—Es la madre de mi amiga —aludo. Asiente y farfulla un "ok" bajito.—¿A tu amiga-esposa no le molestará que baile para ti? Muy bien, me ha tomado por sorpresa. Al parecer escuchó más de la cuenta y me veo en la penosa situación de aclararle sus dudas, que no dudo que tenga miles. Y, a pesar de que no es
Franco:Vislumbro entre la neblina una figura masculina que se acerca a paso decaído hacia mí. No sé cómo me encuentro; no distingo el atuendo que llevo puesto, ni siquiera puedo saberlo aunque intente autorecorrerme con la vista, pues mis ojos no se despegan de la silueta que atraviesa la humedad matutina.No me rodea nada más, solo un campo vacío opacado por el aura grisácea del rocío ambiental. Tampoco hay sonido. Me desespero, la persona que se aproxima es torturantemente lenta y una inquietud me hace sentir acorralado. Porque realmente no me puedo mover. Está llegando, solo a unos pasos... Casi puedo escuchar el sonido pesado de su respiración agitada, casi moribunda. Una tos, escucho una tos y la familiaridad de los quejidos que suelta a continuación logra que tema. —Fran —musita mi nombre. Sé de quién se trata de inmediato y doy un paso para poder verlo a la cara. Pero su mano en mi pecho me detiene. No entiendo cómo, pero su rostro no lo puedo ver—, no, quería decirte que...
Mariana:¡Like! Presiono "Enter" y me adentro a la publicación que ha hecho mi madre de mis hermanas. Karla sonríe con esa alegría soberbia y Kamila carga un perro pekinés en sus brazos, sonriendo también. Veo que ambas llevan prendas pequeñas de oro, y me complace saber que mamá siempre las lleva bonitas y arregladas a todos lados. Ya no se ven como antes, y eso me alivia infinitamente. También las veo más rellenitas a las tres, se nota que la alimentación en casa ha mejorado.Tres toques en la puerta me hacen levantarme y dejo mi laptop a un lado sobre el sofá. La abro y el rostro de Ricardo me hace soltar una leve sonrisa.—¡Primo! Pasa ven —le invito y él se adentra luego de chasquear un beso en mi mejilla.Carga unas cuatro bolsas repletas de verduras y sabrá Dios qué rayos más y las deja sobre la meseta de la cocina.—¡Hoy haremos la cena juntos! —exclama y saca poco a poco el contenido de las bolsas. Me acerco y lo ayudo, curioseando y muriendo por encender la estufa—. Dime que
Franco:—Mm, está deliciosa —le digo con la boca llena. El sabor agridulce recorre mi paladar y reconozco que ni en los mejores restaurantes comí algo así.—Se lo dije —alega ella con obviedad y lleva una cucharadita de torta a sus labios abiertos.—Entonces, como me ibas diciendo, tienes un par de hermanitas gemelas en Cuba y una madre desquiciada ¿no?—Como escuchó, son unas loquillas, espero que no hallan salido a mí —dice desviando la mirada a su platillo con un gesto despectivo. A lo que entrecierro los ojos dudoso.—¿Y por qué no? Tú eres una mujer encantadora, Mariana. Sería una maravilla que salieran a ti —le hago saber.No paro de hacerle insinuaciones y ella parece ignorarlas todas. Por lo que este extraño intercambio de expresiones se ha vuelto incesante.—Gracias —agradece y vuelve la mirada a mí—, creeme, si supieras porqué lo digo.—No me gustan las cosas a medias, vamos dime. No soy quien de juzgar, así que puedes estar tranquila.Intento suavizar mis palabras y fijo mi
Franco:Recostado a la pared del cuarto de hospital, esperamos los resultados de los exámenes de Riley junto con las palabras de su médico de cabecera.Mis ojos bajan a mis brazos, cruzados sobre mi pecho, y sostengo la mirada en las manchas de sangre impregnadas a la tela que los recubre. La imagen de... De los restos de la criatura en forma de líquido coagulado me causa náuseas y no espero un segundo más para ir en dirección a los baños.—¿Franco stai bene? —cuestiona mi madre al verme tambalear.—S-sí, necesito ir... al baño, no tardo —me excuso ante la preocupación de mi madre y la mirada perdida de Emma.—Ok —contesta y se hace a un lado.Llego como puedo al baño de hombres y apoyo mis manos sobre el borde del lavabo. Cierro con fuerza los ojos y una vibración extraña me ensordece por un lapso de segundos. Me irrito. Abro el grifo y junto mis manos para acumular un poco de agua y llevarla a mi rostro. Observo mi reflejo húmedo en el espejo y el recuerdo del accidente se hace pre
Mariana:Removiéndome inquieta en el asiento trasero junto a Bruno, intento moderar los temblores de mis piernas. Y si ahora parezco hoja en tornado, pues me imagino sobre la barra. «¡Dios, la barra, el baile!». Aclama mi mente y frunzo mis labios. Reprochándome una y otra vez cómo pude no darme cuenta de sus intenciones desde un principio.Quizá parezca no intencionado, pero vamos, que es demasiado obvio. Desde que llegué a Vitale nuestras miradas brillaron de un modo extraño, casi mágico. En ese entonces me acompañaba el recuerdo de cuando lo ví por primera vez, frente a Vista Alegre, en Miami. Tenerlo de frente una vez más fue una señal del destino, al menos es lo que pienso, y seguiré pensando a menos de que sus acciones me demuestren lo contrario. Luego sus mensajes de texto; el regaño por mi pésimo desempeño como mesera; el cambio de labor y los reclamos al verme subir a una barra como si fuese una de las strippers. Todo ha ido pasando como si el curso estuviese destinado a no