Alexander estaba en su habitación cuando Amelia regresó de "comer" con su hermano mayor. Pasó gran parte de la tarde pensativo con toda la información que Helena le había dado. ¿Cómo podía alguien tan joven como ella pasar por tanto terror a lo largo de los años? Más que nunca, quería protegerla del mundo. Y más que nunca, la amaba. Era una mujer excepcional, tan llena de valor a pesar de todo, y aún llevaba esa carga. El bebé del hombre al que odiaba. Pero si Amelia estaba dispuesta a criar y amar a ese niño, él haría lo mismo. No sólo la protegería a ella, sino también a su futuro hijo.- ¿Puedo pasar? - preguntó Amelia al llamar a la puerta, sacando a Alex de sus pensamientos.- Sí, Amy. Pasa. - respondió, volviendo a centrar su atención en la puerta.Miró a Amelia, intentando notar algún signo de embarazo, pero sin éxito. Pero no podía negar que Amelia parecía más radiante, más hermosa. Más que de costumbre.- ¿Qué tal el almuerzo? - preguntó, resignándose al hecho de que ella
Amelia contempló encantada la decoración del vestíbulo. Era todo paredes blancas con muebles de madera. Una escalera central conducía a los pisos superiores y las ventanas iban del suelo al techo, mostrando todo Central Park. Amelia recorrió el lugar completamente asombrada. Era la casa más bonita en la que había entrado en su vida.- ¿Qué te ha parecido? - preguntó Alexander, fijándose en los ojos brillantes de su mujer.- Es maravillosa, Alex. - Contestó ella, caminando hacia él.- Ven, quiero enseñarte otro sitio. - Habló, guiando la silla de ruedas por el primer pasillo y deteniéndose frente a una puerta doble de caoba. - Ábrela. - ordenó.Amelia lo miró sin comprender, pero obedeció.Al abrir la puerta, Amelia se quedó boquiabierta al ver la biblioteca de la residencia.Con estanterías y más estanterías de libros perdidos, además de una chimenea y cómodos sillones con vistas a Central Park. Entró asombrada, como una niña en una juguetería. - ¿Qué te ha parecido? - Preguntó, cru
Ethan sacó champán de la bodega para que brindaran y llamó al Sr. y la Sra. Smith para que brindaran con ellos. Pidieron el almuerzo en el cercano restaurante del Hotel Plaza y todos se reunieron en el salón. La señora Smith regresó de la cocina con las copas y las distribuyó entre todos los presentes mientras Ethan empezaba a servirlas. Cuando le tocó a Amelia servirlos, ni siquiera tuvo tiempo de responder cuando Helen, Alexander y Benjamin dijeron que no al unísono, sobresaltando no sólo a Amelia sino también al señor Smith.- Yo no bebo, señor Alderidge. - Contestó ella completamente imperturbable, sin entender por qué Alexander también había dicho que no.- Eres oficialmente mi cuñada, así que llámame Ethan. - Habló mientras sonreía, volviendo a centrar su atención en Helen. - Lena, ¿podrías traer zumo para que Amelia brinde con nosotros?Helena sonrió, alcanzando el vaso de Amelia y dirigiéndose a la cocina. La señora Smith regresó unos minutos después con un vaso lleno de zu
En cuanto amaneció, Amelia se preparó y bajó los pisos hasta la planta baja. Aprovechó que la mañana estaba fresca para ir a Central Park. Era la primera vez que iba desde que se mudó a Nueva York y luego a los Hamptons. Tras parar en una cafetería y comprar un Frappuccino de chocolate, se dirigió al césped y se sentó a disfrutar de la soleada mañana.Amelia aprovechó para leer un poco, pero pronto se distrajo cuando su atención fue robada por una madre y su bebé. Un precioso niño de pelo rubio y mejillas sonrosadas que corría torpemente con sus piernas regordetas por el césped. Se reía mientras corría hacia su madre, que lo abrazaba mientras le besaba las mejillas.Sin darse cuenta, Amelia apoyó la mano en su propio vientre mientras se lo alisaba. Podía sentir cómo crecía un poco más, preguntándose si dentro de un rato estaría ella allí, jugando con su bebé. Amelia se sentía cada vez más segura de aquel embarazo. Pero no sabía si podría seguir mintiéndole a Alexander como había est
Sabine dejó a Amelia en el tríplex, dejando la tarjeta de Alexander en una mesita del vestíbulo. Enseguida se despidió y abandonó el lugar.Amelia caminó por el piso, dirigiéndose al espejo que había cerca de las escaleras que llevaban al segundo piso. El vestido que llevaba era rosa claro, todo de seda, con un corpiño estructurado y un sutil escote en pico que daba volumen a sus pequeños pechos. Seguía una estructura hasta la cintura y la falda era completamente suelta, con una larga abertura. Llevaba el pelo más corto, un poco por encima de los hombros, como ella siempre había querido y Barth siempre le había prohibido. El maquillaje resaltaba sus grandes ojos verdes y sus labios rosas adquirían un suave tono rojo.Estaba sencillamente despampanante, como nunca la había visto.Distraída, Amelia apoyó la mano bajo su vientre, acariciándolo suavemente.- ¿Amelia? ¡Ay, Dios mío! - la voz de Helena la sacó de su breve trance al entrar en la habitación-. - ¡Estás espectacular!Amelia so
Amelia aún no podía creer que Alex estuviera caminando. Dentro del coche, se sorprendió a sí misma mirándolo varias veces. Arrastró los dedos por su propio muslo hasta llegar a su mano y se la cogió, entrelazando los dedos con los suyos cariñosamente.- ¿Va todo bien? - preguntó Alex, sintiendo cierta presión en el agarre de sus dedos.- Sí, es que... No puedo creer que estés caminando, Alex. - respondió ella, con los ojos verdes clavados en los azules de él.Amelia llevó su mano libre a la mejilla del hombre, acariciándola.- Y yo tampoco puedo creer que me lo hayas ocultado durante tanto tiempo. - Se quejó, mirándolo ligeramente dolida.- Todos tenemos secretos, ¿no? - replicó Alex, sintiendo cómo Amelia aflojaba el agarre de sus dedos y luego le soltaba la mano.- Sí, los tenemos. - Contestó ella, volviendo su atención hacia la ventanilla del coche, observando las luces de la ciudad.Cuando el coche aparcó frente al Plaza, donde se celebraría el baile, Amelia se sintió especialment
Atravesaron el gran vestíbulo de la Plaza mientras todos los presentes los miraban. Amelia sintió que sus mejillas se sonrojaban de inmediato, sujetando con cierta fuerza el brazo de Alexander. - Amelia, te estás clavando las uñas. - murmuró él en tono dolorido.Ella aflojó el agarre, volviendo los ojos hacia Alex.- Lo siento -dijo-. Todo el mundo está mirando. - comentó ella, sintiendo la mano de él apoyada en su espalda, justo por encima de la cadera.- No pasa nada -dijo él-. No te preocupes. - respondió él, besándole el pelo.- Perdona. Se suponía que debía calmarte a ti, no al revés. - Pronunció ella, encontrándose de inmediato con la mirada comprensiva de Alex.- No te preocupes. - le susurró al oído. - Están mirando porque estoy caminando junto a la mujer más hermosa de esta sala.Amelia sonrió, moviendo la cabeza negativamente.Caminaba a su lado, terriblemente molesta por la gente que los miraba. Deseó poder decirles que miraran a otra parte.A lo lejos, Ethan y Benjamin ca
Henry miró a Alex, que seguía sujetando a Amelia por la cintura. Por fin se había liberado de él, caminando hacia Alexander, que la sostuvo cuando creía que iba a desmayarse.- Amy, ¿estás bien? - preguntó Alex, preocupado por ella.Ella asintió.- ¿Vas a matarla a ella también, Alderidge? ¿Como hiciste con Megan? - preguntó Henry, con la cara aún ardiendo por la bofetada.Alex se acercó a Henry, sujetándolo por la corbata.- No te atrevas a pronunciar el nombre de Megan. - vociferó enfadado.- ¿Te ha contado ya lo que ha pasado? - preguntó Henry mientras dirigía su mirada a Amelia.Ella se acercó y apoyó la mano sobre la de Alex.- Ni siquiera merece la pena el esfuerzo. - Le habló a Alex.Alexander lo soltó, algunas personas a su alrededor ya observaban la escena.Hizo ademán de alejarse, Amelia permaneció a su lado.- También podemos compartir a Amelia, Alex. - Habló Henry, burlón. - Puede que esta vez al mismo tiempo.El puñetazo que Alexander lanzó a Henry fue inmediato. El homb