Los rayos del sol aún no iluminaban las calles de Roma cuando Muriel se despertó. Abrió los ojos lentamente, habituándose a la penumbra.Un brazo fuerte descansaba sobre su vientre desnudo y los recuerdos se agolparon haciendo que el calor la invadiera.Se deslizó con cautela fuera de la cama, y sintió sus piernas temblar cuando se detuvo a mirar a Santiago, boca abajo sobre las sábanas revueltas del enorme colchón.Era una visión sublime, que la hipnotizó brevemente, hasta que el terror la sacudió.Se había acostado con su jefe, sin mesura, sin la cautela propia de su edad, sin el más mínimo criterio o sentido común.Tomó su ropa esforzándose por no hacer ruido, reteniendo el aire, se vistió, buscó su bolso y se alejó en silencio, agradeciendo el sueño pesado de ese ejemplar perfecto que la había hecho vibrar tantas veces.Había sido un encuentro increíble, pero no se podía repetir.Santiago Esquivel no era para ella, y no se engañaría como una adolescente. No a esta altura de su vid
Estaban en medio de una reunión en Viena, discutiendo los términos de un acuerdo importante, cuando el teléfono de Santiago sonó con insistente vehemencia. Ignoró la llamada al reconocer el número, pero el aparato volvía a sonar, a pesar de las repetidas negativas del joven, que finalmente optó por rebuscar las opciones para silenciarlo.La señorita Márquez lo miró interrogante y luego le habló transmitiendo seguridad:-Puedo encargarme de esto si desea atender, parece importante.Él sabía que Muriel tenía razón, podía resolverlo sola. Podría dirigir ella sola toda la actividad de Esquivel Tech, si se lo propusiera, pero le parecía irresponsable de su parte salir de la sala de juntas en ese momento.Sobre todo, sabiendo a quién pertenecía el número.Contuvo un suspiro de fastidio y le respondió en voz baja:-En realidad, se trata de mi madre. No suele llamarme y dudo que sea importante… Ella lo analizó con la mirada y le susurró:-No sé qué relación tenga usted con su madre, parece
Cuando el avión aterrizó, un grupo de hombres con caras serias se acercó a Santiago Esquivel. Él los saludó cortésmente y Muriel supo, por los uniformes de algunos, que se trataban de agentes de la policía, algunos de los que habían hablado con el joven por teléfono.Era tarde, casi de noche, así que Santiago se acercó a la mujer, que se veía agotada, y le pidió:-Vaya a su casa por hoy, señorita Márquez. Ha sido un largo día…Le hizo señas a uno de los hombres y le explicó:-Él es el sargento Torres. La acompañará a su casa y… se quedará vigilando en la calle.Ella lo miró con ojos desorbitados:-¿Cómo dice? No me parece…-Sé que se ve como si fuera demasiado, pero no me arriesgaré a ponerla en peligro si su ex marido o alguien más aparece en su hogar. Además, si el señor Vasconcelos asoma su rostro por el lugar, necesito que lo atrapen para interrogarlo sobre cualquier cosa que sepa... Podría ser nuestra única pista…El joven parecía angustiado. Resuelto y decidido, actuando con gra
La voz del otro lado de la línea le devolvió el alma al cuerpo.-¿Señor Esquivel? Soy yo, Muriel… Al sargento Torres se le cayó el móvil, es que…-¿Qué está pasando?Hubo una pausa. -No se enoje conmigo, tuve que hacerlo, era la mejor opción. Le pedí a Javier que viniera a encontrarse conmigo. Era lo más rapido. No soportaba tener que esperar a que algo pasara… Entonces, cuando él llegó, el sargento lo apresó, mi ex esposo se puso violento, así que pelearon y el teléfono se le cayó…-¿Pero usted está a salvo? -Sólo me duele el hombro, forcejeamos un poco cuando quiso usarme como escudo. Afortunadamente mi familia ya dormía. Estoy bien… Lo más importante es que ahora lo tienen en su poder y pueden interrogarlo… ¿verdad?Santiago suspiró aliviado. -Se lo agradezco mucho, señorita Márquez. Estoy seguro de que su intuición es correcta. El señor Vasconcelos debe saber algo más o no se habría resistido tan fervientemente.-Eso pienso…Se hizo un silencio entre ambos. Estaba feliz de escu
Por la mañana, decenas de medios propagaban la noticia de un rescate digno de la más reciente película de acción.Eduardo Esquivel se recuperaba bien, eliminando de su organismo lo que le habían inyectado, durmiendo en relativa calma, en un hospital de alta categoría, acompañado de su llorosa esposa, mientras algunos oficiales posaban muy orgullosos ante las cámaras de los periodistas y curiosos que se agolpaban: habían desarticulado uno de los clubes clandestinos de los temibles Hatori y, además, apresado a unos cuantos de ellos que estaban en el lugar y no lograron escapar al allanamiento. Para satisfacción de Santiago, que deseaba por sobre todo la seguridad de Muriel Márquez, entre los documentos incautados en el sitio en que tenían a su padre había pruebas suficientes para que Javier Vasconcelos pasara muchos años entre las rejas. No habría ningún abogado capaz de salvarlo de la prisión.Había sido él quien había vigilado los movimientos del dueño de Esquivel Tech por semanas, a
Las palabras de Muriel calaron en el centro de su ser, llevándolo al borde de la locura.La deseaba así, dispuesta a todo sobre el escritorio de su oficina y a la misma vez se sentía culpable de ese anhelo desenfrenado y visceral.Porque la señorita Márquez no era una más de sus conquistas, no era una mujer del montón sin nada que perder.Un atisbo de razón se cruzó por su mente y la miró a los ojos, allí donde habitaba la miel que lo derretía y lo volvía incapaz de detenerse, como si una fuerza animal se apoderara de él.Le había pedido que fuera ella la que decidiera, y ahora no parecía lo mejor para la relación a largo plazo que tenía en mente. Sin embargo, cuando sus ojos verdes bajaron a las curvas sinuosas de los labios entreabiertos de la mujer, inflamados por el deseo y a causa de la intensidad de sus besos, supo que ella lo tenía a sus pies.Ahora y para siempre.Se liberó del pantalón, acomodándose mejor entre los muslos de Muriel que tragó saliva al verlo en todo su esplend
El joven se sintió acorralado. Lo último que deseaba era ver a su familia, a Camila embarazada y al perfecto alemán que había estado con Muriel y hacía hervir de celos su sangre.Definitivamente, ese no era su mejor día para enfrentarse al problema de su futuro matrimonio arreglado. Aún así, contra todo su deseo, cuanto antes liquidaran el asunto de la boda, y el posterior divorcio que él tenía en mente gracias a Muriel, antes se liberaría de todo.Por eso, conteniendo el aire y recobrando la compostura, respondió:-De acuerdo, voy en camino.Apenas cortó con Klaus, sin esperar respuesta de parte del alemán, marcó en su teléfono el número del abogado.Si su padre y Hesse deseaban resolver su futura boda en medio de ese caos, no iría a su encuentro sin estar preparado.El acuerdo estaba listo, así como él mismo lo estaba pese al cansancio.Llegó al hospital en pocos minutos y esperó en el estacionamiento hasta que también llegara el letrado, que lo miró de arriba a abajo con su habitu
Los días pasaron de prisa.Y la distancia entre Muriel y su jefe parecía incrementarse inexplicablemente, a pesar de que trabajaban todos los días juntos y la empresa funcionaba mejor que nunca.Elegirla para ese puesto había sido lo más acertado.Era evidente que ella había tomado la decisión de preservarse, física y mentalmente.No era para menos.Se había visto obligada a explicarle a Joaquín lo que había pasado con su padre. Una larga e incómoda conversación, pero que llevaba años siendo necesaria.El adolescente ya lo sabía, y estaba más angustiado por su madre, que por la suerte de su progenitor, a quien no pensaba ir a visitar jamás.-Lo entiendo, mamá. No te preocupes por mí…Muriel se aferraba las manos mientras buscaba palabras de consuelo que no parecieran vacías.-Lo lamento, hijo. Debí verlo hace tiempo, detener todo esto antes de que llegara a este extremo…Su hijo se decidió a decirle aquello que por años había guardado en su corazón, aunque fuera difícil para ambos:-