Por la mañana, decenas de medios propagaban la noticia de un rescate digno de la más reciente película de acción.Eduardo Esquivel se recuperaba bien, eliminando de su organismo lo que le habían inyectado, durmiendo en relativa calma, en un hospital de alta categoría, acompañado de su llorosa esposa, mientras algunos oficiales posaban muy orgullosos ante las cámaras de los periodistas y curiosos que se agolpaban: habían desarticulado uno de los clubes clandestinos de los temibles Hatori y, además, apresado a unos cuantos de ellos que estaban en el lugar y no lograron escapar al allanamiento. Para satisfacción de Santiago, que deseaba por sobre todo la seguridad de Muriel Márquez, entre los documentos incautados en el sitio en que tenían a su padre había pruebas suficientes para que Javier Vasconcelos pasara muchos años entre las rejas. No habría ningún abogado capaz de salvarlo de la prisión.Había sido él quien había vigilado los movimientos del dueño de Esquivel Tech por semanas, a
Las palabras de Muriel calaron en el centro de su ser, llevándolo al borde de la locura.La deseaba así, dispuesta a todo sobre el escritorio de su oficina y a la misma vez se sentía culpable de ese anhelo desenfrenado y visceral.Porque la señorita Márquez no era una más de sus conquistas, no era una mujer del montón sin nada que perder.Un atisbo de razón se cruzó por su mente y la miró a los ojos, allí donde habitaba la miel que lo derretía y lo volvía incapaz de detenerse, como si una fuerza animal se apoderara de él.Le había pedido que fuera ella la que decidiera, y ahora no parecía lo mejor para la relación a largo plazo que tenía en mente. Sin embargo, cuando sus ojos verdes bajaron a las curvas sinuosas de los labios entreabiertos de la mujer, inflamados por el deseo y a causa de la intensidad de sus besos, supo que ella lo tenía a sus pies.Ahora y para siempre.Se liberó del pantalón, acomodándose mejor entre los muslos de Muriel que tragó saliva al verlo en todo su esplend
El joven se sintió acorralado. Lo último que deseaba era ver a su familia, a Camila embarazada y al perfecto alemán que había estado con Muriel y hacía hervir de celos su sangre.Definitivamente, ese no era su mejor día para enfrentarse al problema de su futuro matrimonio arreglado. Aún así, contra todo su deseo, cuanto antes liquidaran el asunto de la boda, y el posterior divorcio que él tenía en mente gracias a Muriel, antes se liberaría de todo.Por eso, conteniendo el aire y recobrando la compostura, respondió:-De acuerdo, voy en camino.Apenas cortó con Klaus, sin esperar respuesta de parte del alemán, marcó en su teléfono el número del abogado.Si su padre y Hesse deseaban resolver su futura boda en medio de ese caos, no iría a su encuentro sin estar preparado.El acuerdo estaba listo, así como él mismo lo estaba pese al cansancio.Llegó al hospital en pocos minutos y esperó en el estacionamiento hasta que también llegara el letrado, que lo miró de arriba a abajo con su habitu
Los días pasaron de prisa.Y la distancia entre Muriel y su jefe parecía incrementarse inexplicablemente, a pesar de que trabajaban todos los días juntos y la empresa funcionaba mejor que nunca.Elegirla para ese puesto había sido lo más acertado.Era evidente que ella había tomado la decisión de preservarse, física y mentalmente.No era para menos.Se había visto obligada a explicarle a Joaquín lo que había pasado con su padre. Una larga e incómoda conversación, pero que llevaba años siendo necesaria.El adolescente ya lo sabía, y estaba más angustiado por su madre, que por la suerte de su progenitor, a quien no pensaba ir a visitar jamás.-Lo entiendo, mamá. No te preocupes por mí…Muriel se aferraba las manos mientras buscaba palabras de consuelo que no parecieran vacías.-Lo lamento, hijo. Debí verlo hace tiempo, detener todo esto antes de que llegara a este extremo…Su hijo se decidió a decirle aquello que por años había guardado en su corazón, aunque fuera difícil para ambos:-
La expresión de Sabrina al verlos atravesar la puerta de entrada de la casa, era sublime.Muriel se habría reído mucho, de no ser por lo nerviosa que estaba.Joaquín la salvó de hacer las presentaciones pertinentes, puesto que ella no habría sabido cómo hacerlo sin mentir.-Tía Sabrina, te presento a un amigo del gimnasio, Santi… Se quedará a cenar.El joven Esquivel tendió una mano cordial hacia la hermana menor, con una sonrisa de esas que derretían a cualquiera a su alrededor. -Mucho gusto, soy Santiago…Se interrumpió antes de decir su apellido y miró a la señorita Márquez con un interrogante en los ojos.Ella suplicó con la mirada y negó sutilmente con la cabeza. Aparentemente, no estaba preparada para hacer revelaciones ese día, y él estaba dispuesto a respetarlo.Después de todo, los pedidos de esa mujer comenzaban a ser como órdenes para él.Sabrina tomó la mano, con un brillo en sus ojos que el hombre sabía reconocer, más aún cuando ella se mordió con levedad el labio inferi
Muriel enrojeció como un tomate mientras Joaquín miraba a ambos con desconcierto.Sabrina, más aliviada al haber descifrado el enigma que la incomodaba, se dio cuenta de que había actuado con precipitación.-¿Ustedes… se conocen?... ¿Es tu jefe, mamá?La mujer lo miró con culpa.-Lo siento… Me sorprendió la coincidencia al verlo a la salida del gimnasio… y no supe cómo reaccionar ni actuar… no quise predisponerte diciéndote quién era él…Joaquín se giró ahora hacia Santiago:-Y tú le seguiste la corriente… -Tienes razón de enojarte… Preferí respetar la decisión de tu madre y darle tiempo para decir la verdad cuando se sintiera cómoda. Olvidé completamente que esta semana los medios enloquecieron con la noticia de mi "boda"... No es un evento que me cause particular alegría… Si aún somos amigos, más adelante entenderás por qué…El adolescente se sentía engañado. Pero, frente a él, había dos personas a las que apreciaba y su carácter amable le impedía mostrarse de verdad enojado.Estab
Por la mañana, el único deseo del recién casado era huir a su trabajo, con la certeza de que allí encontraría su remanso de paz: Muriel Márquez. De un tiempo a esta parte, su presencia, entre maternal y sensual, era lo que lo mantenía cuerdo en medio de toda esa farsa.Se levantó de prisa, tomó una ducha rápida y, vestido con la elegancia de siempre, salió en dirección a Esquivel Tech, dejando tras de sí una casa silenciosa y aún adormecida.Excepto por la joven de cabello rubio que, masticando rabia, lo observaba desde la ventana de su habitación. Camila no había logrado dormir, en parte por su avanzado embarazo, y en parte por sus elucubraciones maquiavélicas. Anhelaba una revancha, un desahogo para el desplante recibido. Sin embargo, sonrió al recordar que ya había obtenido lo que deseaba, casándose con el soltero más codiciado de la ciudad, endilgándole el hijo de otro hombre.Aún así, no era suficiente. Como toda niña mimada y caprichosa, requería también que su nuevo marido la
Santiago y Muriel se miraron de pronto, separándose de un salto que hizo trastabillar a la mujer. Con una pericia inusitada, él se acomodó la ropa mientras la sostenía con la mano izquierda.Muriel se veía más desordenada a causa de las sacudidas violentas que el joven no había conseguido medir y contener, pero hermosa, con sus labios enrojecidos, el escote desbordado y el mechón gris cayendo en su rostro con desparpajo.La mujer recordó el pequeño cuarto de baño en su oficina que la había sorprendido en su primer día allí, pensando en que era innecesario teniendo uno apenas cruzando el pasillo. No le parecía tan inútil ahora, que percibía la humedad entre sus muslos y necesitaba correr a ocultarse, algo avergonzada. No importaba cuán resuelta intentara estar, siempre se dejaba llevar cuando estaba junto a Santiago. Su deseo era más fuerte que ella.Desapareció en silencio, mientras el joven se acomodaba frente a su laptop, pasando una mano por su cabello perfecto y sorbiendo de una t