Por la mañana, el único deseo del recién casado era huir a su trabajo, con la certeza de que allí encontraría su remanso de paz: Muriel Márquez. De un tiempo a esta parte, su presencia, entre maternal y sensual, era lo que lo mantenía cuerdo en medio de toda esa farsa.Se levantó de prisa, tomó una ducha rápida y, vestido con la elegancia de siempre, salió en dirección a Esquivel Tech, dejando tras de sí una casa silenciosa y aún adormecida.Excepto por la joven de cabello rubio que, masticando rabia, lo observaba desde la ventana de su habitación. Camila no había logrado dormir, en parte por su avanzado embarazo, y en parte por sus elucubraciones maquiavélicas. Anhelaba una revancha, un desahogo para el desplante recibido. Sin embargo, sonrió al recordar que ya había obtenido lo que deseaba, casándose con el soltero más codiciado de la ciudad, endilgándole el hijo de otro hombre.Aún así, no era suficiente. Como toda niña mimada y caprichosa, requería también que su nuevo marido la
Santiago y Muriel se miraron de pronto, separándose de un salto que hizo trastabillar a la mujer. Con una pericia inusitada, él se acomodó la ropa mientras la sostenía con la mano izquierda.Muriel se veía más desordenada a causa de las sacudidas violentas que el joven no había conseguido medir y contener, pero hermosa, con sus labios enrojecidos, el escote desbordado y el mechón gris cayendo en su rostro con desparpajo.La mujer recordó el pequeño cuarto de baño en su oficina que la había sorprendido en su primer día allí, pensando en que era innecesario teniendo uno apenas cruzando el pasillo. No le parecía tan inútil ahora, que percibía la humedad entre sus muslos y necesitaba correr a ocultarse, algo avergonzada. No importaba cuán resuelta intentara estar, siempre se dejaba llevar cuando estaba junto a Santiago. Su deseo era más fuerte que ella.Desapareció en silencio, mientras el joven se acomodaba frente a su laptop, pasando una mano por su cabello perfecto y sorbiendo de una t
Camila se había propuesto atraer la atención de su marido a cualquier costo. Aunque ya había conseguido que Santiago se casara con ella, no era suficiente para su amor propio. Su padre se había reído de su supuesto problema y, aunque su suegra le había mostrado todo su apoyo, para la mujer no parecía tan grave, dada su condición de embarazada. Le parecía prudente esperar a que su hijo naciera.Para la joven Hesse, pese a todo, no era así. Era una mujer con una libido bastante activa, y, estando bajo el techo de Santiago, lejos de los excesos que su abuelo le permitía en Europa, su marido era la única opción disponible sin poner en riesgo su reputación y su frágil vida marital.Con esa determinación, comenzó la tarea de dejar de vestirse como la embarazada inocente de puntillas rosa pastel y elegir atuendos sensuales que resaltaban las crecientes curvas que había adquirido.Se miró en el espejo, y sonrió.Las hormonas la tenían llena de calor, y, a pesar de la forma de su vientre, se
Santiago suspiró con agobio.-Sólo un par de meses más y sacaré a esa rata mentirosa de mi casa. Y mis problemas serán otros: convencer a Muriel de que voy en serio, y desafiar a mi padre…Terminó de desvestirse, con más cansancio del usual y tomó una ducha rápida. De repente, todo lo que quería era acostarse a dormir sin mover un sólo músculo de su cuerpo.Una sombra de sospecha cruzó por su mente… ¿por qué se sentía tan exhausto? Había sido una jornada agotadora, pero no más que otras. Y jamás se sentía de ese modo al volver a su casa.Su último pensamiento fue para la mujer que amaba, antes de sentir que se desvanecía desnudo en la cama.Camila volvió a entrar en la habitación y sonrió con complacencia. Ese hombre iba a pertenecerle a cualquier precio.Recordó las conversaciones con sus amigas cuando se lo cruzaban en alguna fiesta, quienes le aseguraban que estaba fuera de su alcance, que nunca lo ataría: Santiago Esquivel era volátil, altanero y un soltero empedernido. Pero tambi
Santiago se tomó el día en el trabajo, ante la sorpresa de Muriel, ya que estaban en tiempo de descuento para cerrar algunos convenios laborales.Dudó, por unos momentos, de la posibilidad de que su joven jefe estuviera volviendo a sus viejas costumbres.No ayudaba haber soñado, invadida por algo de celos, que Camila y él estaban juntos.El mensaje que había recibido, avisándole que se encontraba algo indispuesto, era breve e inespecífico.No quería ser desconfiada, ni tenía derecho a serlo. Al menos eso pensaba.Aún estaba pensando en ese tipo de cosas, enfrascada en sus obligaciones, cuando un golpe suave en la puerta de su oficina la tomó por sorpresa. Aunque era habitual que la ausencia del joven Esquivel implicara que asumiera más responsabilidades y resolviera todo como su mejor representante, no solían acercarse sin previo aviso.Se limitó a decir en voz alta:-Adelante…El rostro adusto de Eduardo Esquivel apareció en el marco de la puerta. La señorita Márquez fue incapaz de c
Santiago y Muriel guardaban silencio mientras él conducía por una solitaria carretera en medio de la campiña francesa.Habían pasado sólo un par de días, y el viaje no había salido como lo planearon.Por un lado, los negocios se estaban complicando más de lo esperado, desde que el Grupo Mancini parecía dispuesto a boicotear las transacciones ofreciendo acuerdos muy jugosos a sus potenciales socios y migajas a Esquivel Tech. La señorita Márquez había observado con admiración cómo su jefe, conservando el aplomo y demostrando gran destreza innata, logró mantener las riendas.Parecía bastante evidente que, detrás de cada palo en las ruedas, estaban sus propios socios, Monarch, de los Hesse. Los motivos, sin embargo, eran menos claros. Todos se perjudicaban si Esquivel Tech no lograba concretar los convenios, y el padre de Camila no parecía tan tonto como para influir en su prometida y arruinar su propia sociedad.Muriel comprendía con bastante claridad quién estaba detrás de que cada uno
Llegaron a París y buscaron un cuarto de hotel anónimo para reacomodarse luego de una larga y extraña noche.No podían llegar así a la reunión que tenían ese día.Una vez bañados y cambiados, se dirigieron a su destino, encontrándose con una desagradable sorpresa.-¿Camila? ¿Qué haces aquí?La joven rubia sonrió con melosidad mientras se acercaba a abrazarlo.-Vine a verte, cariño. Me dijo tu papá que las cosas no estaban saliendo como esperaban, y quería darte una sorpresa que te pusiera de buen humor y te ayudara a relajarte. Después de todo, soy tu esposa y la madre de tu pequeño retoño…La notoria mueca de disgusto de Santiago evidenciaba el error de las afirmaciones de Camila. Se quedó a distancia, esquivando el abrazo.Muriel se mantuvo al margen, en silencio, aunque la "señora Esquivel" le lanzó una nueva mirada de odio.-¿Por qué demoraron tanto en llegar, Santi? Estaba preocupada.Él contestó con sequedad.-Perdimos el vuelo y vinimos en auto. Ahora, déjame trabajar. Tengo un
Los días se sucedían con monotonía, mientras Muriel permanecía en coma. Sin embargo, sus signos vitales estaban lo suficientemente estables como para que los médicos aprobaran un traslado, con todos los recaudos posibles, algo de lo que el joven Esquivel se ocupó en persona. Cuando por fin Sabrina y Joaquín entraron a la habitación de la clínica, el hombre frente a ellos era un Santiago muy cambiado. Seguía siendo imponente y apuesto, pero la barba de algunos días y el agotamiento en sus ojos verdes lo hacían lucir demacrado. Fue obvio para ambos que ese hombre tenía por Muriel mucho más que un interés profesional, y aunque Sabrina sintió una punzada de celos, le preocupaba mucho más cómo podría tomarlo su sobrino.Para sorpresa de la joven, Joaquín parecía verlo todo con bastante naturalidad. Sin duda era un muchacho más perspicaz de lo que se esperaba. Se limitó a saludar a Santiago con un cálido apretón de manos, sin dejar de mirarlo con fijeza y luego abrazó a su madre, hablán