Santiago se tomó el día en el trabajo, ante la sorpresa de Muriel, ya que estaban en tiempo de descuento para cerrar algunos convenios laborales.Dudó, por unos momentos, de la posibilidad de que su joven jefe estuviera volviendo a sus viejas costumbres.No ayudaba haber soñado, invadida por algo de celos, que Camila y él estaban juntos.El mensaje que había recibido, avisándole que se encontraba algo indispuesto, era breve e inespecífico.No quería ser desconfiada, ni tenía derecho a serlo. Al menos eso pensaba.Aún estaba pensando en ese tipo de cosas, enfrascada en sus obligaciones, cuando un golpe suave en la puerta de su oficina la tomó por sorpresa. Aunque era habitual que la ausencia del joven Esquivel implicara que asumiera más responsabilidades y resolviera todo como su mejor representante, no solían acercarse sin previo aviso.Se limitó a decir en voz alta:-Adelante…El rostro adusto de Eduardo Esquivel apareció en el marco de la puerta. La señorita Márquez fue incapaz de c
Santiago y Muriel guardaban silencio mientras él conducía por una solitaria carretera en medio de la campiña francesa.Habían pasado sólo un par de días, y el viaje no había salido como lo planearon.Por un lado, los negocios se estaban complicando más de lo esperado, desde que el Grupo Mancini parecía dispuesto a boicotear las transacciones ofreciendo acuerdos muy jugosos a sus potenciales socios y migajas a Esquivel Tech. La señorita Márquez había observado con admiración cómo su jefe, conservando el aplomo y demostrando gran destreza innata, logró mantener las riendas.Parecía bastante evidente que, detrás de cada palo en las ruedas, estaban sus propios socios, Monarch, de los Hesse. Los motivos, sin embargo, eran menos claros. Todos se perjudicaban si Esquivel Tech no lograba concretar los convenios, y el padre de Camila no parecía tan tonto como para influir en su prometida y arruinar su propia sociedad.Muriel comprendía con bastante claridad quién estaba detrás de que cada uno
Llegaron a París y buscaron un cuarto de hotel anónimo para reacomodarse luego de una larga y extraña noche.No podían llegar así a la reunión que tenían ese día.Una vez bañados y cambiados, se dirigieron a su destino, encontrándose con una desagradable sorpresa.-¿Camila? ¿Qué haces aquí?La joven rubia sonrió con melosidad mientras se acercaba a abrazarlo.-Vine a verte, cariño. Me dijo tu papá que las cosas no estaban saliendo como esperaban, y quería darte una sorpresa que te pusiera de buen humor y te ayudara a relajarte. Después de todo, soy tu esposa y la madre de tu pequeño retoño…La notoria mueca de disgusto de Santiago evidenciaba el error de las afirmaciones de Camila. Se quedó a distancia, esquivando el abrazo.Muriel se mantuvo al margen, en silencio, aunque la "señora Esquivel" le lanzó una nueva mirada de odio.-¿Por qué demoraron tanto en llegar, Santi? Estaba preocupada.Él contestó con sequedad.-Perdimos el vuelo y vinimos en auto. Ahora, déjame trabajar. Tengo un
Los días se sucedían con monotonía, mientras Muriel permanecía en coma. Sin embargo, sus signos vitales estaban lo suficientemente estables como para que los médicos aprobaran un traslado, con todos los recaudos posibles, algo de lo que el joven Esquivel se ocupó en persona. Cuando por fin Sabrina y Joaquín entraron a la habitación de la clínica, el hombre frente a ellos era un Santiago muy cambiado. Seguía siendo imponente y apuesto, pero la barba de algunos días y el agotamiento en sus ojos verdes lo hacían lucir demacrado. Fue obvio para ambos que ese hombre tenía por Muriel mucho más que un interés profesional, y aunque Sabrina sintió una punzada de celos, le preocupaba mucho más cómo podría tomarlo su sobrino.Para sorpresa de la joven, Joaquín parecía verlo todo con bastante naturalidad. Sin duda era un muchacho más perspicaz de lo que se esperaba. Se limitó a saludar a Santiago con un cálido apretón de manos, sin dejar de mirarlo con fijeza y luego abrazó a su madre, hablán
Los médicos la revisaron y las enfermeras no se cansaban de repetir que era un milagro, luego de varios días en coma, parecía repuesta y su cerebro no había sufrido daños.Por fin, la dejaron tranquila y permitieron que su hermana y su hijo entraran a verla.-Sólo un momento, no es conveniente que se esfuerce demasiado…-Por supuesto, no se preocupe, doctor…Muriel recordaba vagamente el asalto, y cómo poco a poco había perdido la conciencia, absorbida por las sombras de la muerte.Una sola idea la había hecho aferrarse a la vida, con uñas y dientes: no dejar solo a su hijo, con un padre en prisión. Cuando abrió los ojos y vio a Santiago frente a ella, demacrado y cansado, y a su familia detrás, supo que tenía que cambiar algo en su vida.Joaquín le hablaba con entusiasmo:-Nunca perdí la esperanza, mamá. Sabía que eras fuerte y sobrevivirías… Quisimos ir a verte antes, pero papá… Bueno, ya sabes cómo es él. No pudimos… pero Santi te cuidó hasta que concretaron el traslado… Estuvo mu
La joven embarazada entró al hospital con resolución. Si Santiago se había ido, significaba que "la vejestorio" zorra había despertado y su plan había fallado.No importaba. Aún estaría en observación y siempre hay alguien que puede ser comprado, por la suma correcta.Una medicación equivocada, y todo habría terminado.Estaba dispuesta a cualquier cosa para conservar a su esposo esquivo a su lado, y no le importaba que él la odiara. Ella no necesitaba estorbos que la importunaran.A su abuelo, le parecía una tontería. ¿Qué importaba si el joven Esquivel tenía amantes? Ellos sólo lo necesitaban por su dinero, su poder, sus influencias.Pero claro, el patriarca Hesse hablaba por experiencia propia, siempre tuvo amantes. Sin embargo, era Camila quien durante esa semana había soportado los rumores crecientes cuando su marido permanecía en vigilia junto a la cama de una madre soltera de cuarenta años, mientras ella, hermosa y radiante, cargaba con "su bebé".No. No sería la burla de todo e
Pasaron semanas que parecieron eternas para Santiago. Semanas sin ver a Muriel a diario, soportando a su esposa embarazada dentro de su casa, aún sabiendo que la familia Hesse había hecho algo en su contra, pero sin pruebas.Semanas en las que su padre afortunadamente se llamó a silencio aunque le asignó una nueva asistente, funcional, pero nada del otro mundo.Semanas en las que, de tarde en tarde, manejaba su automóvil algunas horas hasta ese barrio de los suburbios donde una pequeña pastelería iba ganando fama y clientela, atendida por su dueña, una sonriente mujer de cuarenta años a la que él observaba, reprimiendo el impulso de bajar y buscarla.Se había convertido en un hombre taciturno, que aparentaba más edad ahora y dedicado a su trabajo de modo casi enfermizo.Muriel Márquez ocupaba sus horas con muchísimo trabajo. Coordinar proveedores, cocinar, vender. Joaquín la ayudaba a la salida de la escuela, aunque lo hacía casi siempre a regañadientes, para no dejarla sola. Disfrut
-Es bueno que haya venido, señor Esquivel. Aunque si le soy honesto, no creí que fuera a acudir tras mi petición. No nos separamos en los mejores términos. Aunque me han dicho que su padre está muy bien. Es usted más inteligente de lo que esperaba…Javier Vasconcelos sonreía con suficiencia, a pesar de estar con su uniforme de preso, cruzándose de brazos, sentado en una mesa austera, ante la presencia de Santiago, quien estaba enfundado en un impecable traje azul, con la mirada fría, conteniendo la rabia que ese sujeto le inspiraba, mientras dos guardias permanecían atentos, dentro de la modesta sala de visitas especiales.No hacía más de un par de horas que el abogado del ex marido de Muriel se había contactado con el joven Esquivel, manifestando que el hombre deseaba hacer un trato con él. Y, aunque Santiago lo despreciaba, algo en esa petición inesperada captó su atención lo suficiente como para estar allí, reprimiendo el asco que le tenía.Nunca se quitaría de la cabeza la extors