Pasaron semanas que parecieron eternas para Santiago. Semanas sin ver a Muriel a diario, soportando a su esposa embarazada dentro de su casa, aún sabiendo que la familia Hesse había hecho algo en su contra, pero sin pruebas.Semanas en las que su padre afortunadamente se llamó a silencio aunque le asignó una nueva asistente, funcional, pero nada del otro mundo.Semanas en las que, de tarde en tarde, manejaba su automóvil algunas horas hasta ese barrio de los suburbios donde una pequeña pastelería iba ganando fama y clientela, atendida por su dueña, una sonriente mujer de cuarenta años a la que él observaba, reprimiendo el impulso de bajar y buscarla.Se había convertido en un hombre taciturno, que aparentaba más edad ahora y dedicado a su trabajo de modo casi enfermizo.Muriel Márquez ocupaba sus horas con muchísimo trabajo. Coordinar proveedores, cocinar, vender. Joaquín la ayudaba a la salida de la escuela, aunque lo hacía casi siempre a regañadientes, para no dejarla sola. Disfrut
-Es bueno que haya venido, señor Esquivel. Aunque si le soy honesto, no creí que fuera a acudir tras mi petición. No nos separamos en los mejores términos. Aunque me han dicho que su padre está muy bien. Es usted más inteligente de lo que esperaba…Javier Vasconcelos sonreía con suficiencia, a pesar de estar con su uniforme de preso, cruzándose de brazos, sentado en una mesa austera, ante la presencia de Santiago, quien estaba enfundado en un impecable traje azul, con la mirada fría, conteniendo la rabia que ese sujeto le inspiraba, mientras dos guardias permanecían atentos, dentro de la modesta sala de visitas especiales.No hacía más de un par de horas que el abogado del ex marido de Muriel se había contactado con el joven Esquivel, manifestando que el hombre deseaba hacer un trato con él. Y, aunque Santiago lo despreciaba, algo en esa petición inesperada captó su atención lo suficiente como para estar allí, reprimiendo el asco que le tenía.Nunca se quitaría de la cabeza la extors
-¿Cómo puedo estar embarazada, doctor? Se suponía…-Lo sé. Supuso que el problema era usted y además le dijeron de la menopausia precoz. Pero sin hacerle los estudios pertinentes a su ex marido, era poco profesional atribuirle a usted la esterilidad…-Pero… Javier dejó embarazada a otra mujer, más joven…-Bueno, eso no significa mucho… ¿verdad? Habrá visto en las noticias a ese joven, Santiago Esquivel, al que su esposa lo engañó con un hijo que no era suyo…Muriel se quedó en silencio. Debió haber pedido una segunda opinión cuando la doctora le había dado su "sentencia", pero habría sido imposible con un hombre como Javier a su lado. Él jamás habría aceptado hacerse ningún análisis que pusiera en riesgo su masculinidad tan frágil. También le quedaba claro gran parte de su pasado: su hijo, Joaquín, era la viva imagen de su padre, mientras que el que tuvo después con su joven amante no tenía ningún rasgo de su padre, y supuestamente fue concebido en la misma época en que ella buscaba q
Santiago sintió que su cerebro, y todo a su alrededor, se detenía.No necesitaba hacer muchos cálculos para saber que la presencia de Joaquín indicaba que esta vez realmente sería padre.Sin embargo, Muriel le había asegurado que no podía tener hijos, así que no sólo tenía muchas preguntas que hacer, si no que sabía perfectamente que un embarazo, a la edad que ella tenía, era un riesgo.¡Y había estado en coma! Sometida a procedimientos, medicamentos… El adolescente esperó con paciencia mientras Santiago asimilaba poco a poco la novedad.Después de todo, él había pasado por algo similar.De pronto, el hombre regresó a la realidad y le preguntó:-¿Tienes tiempo para ir a tomar algo? Hay mucho que me debes contar… Y necesitaré tu ayuda y tu paciencia.Joaquín lo miró intrigado.-Claro, debes tener un montón de preguntas. Pero no entiendo para qué necesitas que tenga paciencia. -Ven, vayamos a la cafetería de la esquina. Allí te explicaré todo…Caminaron juntos, cada uno pensando en su
Era muy temprano, casi de madrugada, cuando Santiago Esquivel llegó al alejado departamento en los suburbios donde había acordado reunirse con un hombre, al que no conocía, pero Javier Vasconcelos sí.Si temía por su vida, al presentarse allí solo, lo disimulaba muy bien.Sabía que el otro ya había llegado, puesto que un auto negro y algunos sujetos sospechosos con trajes oscuros y lentes de sol lo vigilaban desde adentro.Caminó con paso firme y golpeó la puerta con los nudillos, un par de veces. Desde el interior, una voz no demasiado grave y con un marcado acento que le costó identificar, le respondió:-Pase.Al entrar, se topó frente a frente con un hombre menudo, quizá de unos cincuenta años y con rasgos asiáticos, probablemente japonés.Pronto comprendió. -Tome asiento, señor Esquivel, sé que tenemos mucho de qué hablar.-Eso me han dicho, aunque desconozco quién es usted.-Simplemente un hombre de negocios, como usted, con un problema en común: Gunther Hesse. Pero, si lo deja
Cuando Muriel abrió los ojos, tuvo esa inevitable sensación de "dejá vu".Una habitación blanca, y unos inconfundibles ojos verdes fijos en ella.A su lado, su retoño, cuya sonrisa aliviada le devolvió el alma al cuerpo.Con dificultad, balbuceó:-¿Qué… qué pasó?...Joaquín habló:-Santi y yo te encontramos desmayada en casa, en tu habitación… Dicen los médicos que estás bien… el bebé también. Pero tendrás que hacer reposo absoluto.Muriel sonrió.-Una madre no puede hacer reposo absoluto, cariño. Debo volver al trabajo… Estaré bien…Santiago la observó allí recostada, con ese vientre redondeado que ya era hermoso y notorio, e intervino:-Lo siento, Muriel, pero los médicos fueron tajantes. Absoluto. No puedes ni batir un huevo, o perderás tu embarazo e incluso tú podrías morir. No correré ese riesgo. Tú, Joaquín y mi hijo, se vienen a casa. Edith ya está preparando todo.Los ojos de Muriel se abrieron como platos. -¿Tu hijo? ¿Cómo?... ¡Joaquín!El joven se encogió de hombros.-Perdó
Santiago suspiró y puso los ojos en blanco. Luego se dirigió al ama de llaves.-Está bien, Edith. Quédate atenta a la señorita Márquez y lo que necesite. Yo me encargo de esto. Mamá, papá, síganme a la sala. Hablaremos…Sandra lanzó una mirada furiosa a la otra mujer y, casi arrastrando del brazo a su marido, siguió a su hijo.Una vez que los tres se sentaron, el joven sonrió.-Quería esperar un poco más de tiempo antes de hablar con ustedes, porque prefería evitar este tipo de situaciones. Pero supongo que, conociéndote, mamá, eso era imposible…La mujer se mostró indignada.-¡No puedes pretender que me quede de brazos cruzados mientras desperdicias tu vida con una zorra vieja! Apenas es unos años más joven que yo… ¡es una locura!Él suspiró y se giró hacia su padre.-No he descuidado mi trabajo, papá. Creí que al menos tú lo entenderías…-¡Lo entiendo! Pero, tu madre…-Sí. Lo sé. Siempre ha sido igual…Sandra se enojó.-¡No te creas mejor que tu padre! Esta locura demuestra que eres
En pocas semanas, Muriel había recuperado su color, su embarazo avanzaba maravillosamente y la convivencia era perfecta. Santiago la cuidaba mucho, pero el reposo seguía siendo absoluto, al punto que el obstetra directamente la visitaba en la mansión, ocultando a duras penas la sorpresa de encontrarla precisamente allí, junto al famoso empresario. Lo único difícil de sobrellevar era tener que mantener la distancia en la cama, pero ambos tenían suficiente paciencia y cuando los movimientos de su hija se hicieron más perceptibles y notorios, estaban tan fascinados y él estaba tan visiblemente feliz, que el hecho de que se desearan tanto, solía quedar en segundo plano.Cada fin de semana, sin falta, Sabrina los visitaba. Aún parecía tener algo de reticencia respecto a la inusual relación de su hermana mayor, y sus prejuicios seguían siendo fuertes. Pero disfrutaba verla feliz luego de tantos años sufriendo. Además, había conocido un joven en su trabajo con el que parecía estar comenzan