La expresión de Sabrina al verlos atravesar la puerta de entrada de la casa, era sublime.Muriel se habría reído mucho, de no ser por lo nerviosa que estaba.Joaquín la salvó de hacer las presentaciones pertinentes, puesto que ella no habría sabido cómo hacerlo sin mentir.-Tía Sabrina, te presento a un amigo del gimnasio, Santi… Se quedará a cenar.El joven Esquivel tendió una mano cordial hacia la hermana menor, con una sonrisa de esas que derretían a cualquiera a su alrededor. -Mucho gusto, soy Santiago…Se interrumpió antes de decir su apellido y miró a la señorita Márquez con un interrogante en los ojos.Ella suplicó con la mirada y negó sutilmente con la cabeza. Aparentemente, no estaba preparada para hacer revelaciones ese día, y él estaba dispuesto a respetarlo.Después de todo, los pedidos de esa mujer comenzaban a ser como órdenes para él.Sabrina tomó la mano, con un brillo en sus ojos que el hombre sabía reconocer, más aún cuando ella se mordió con levedad el labio inferi
Muriel enrojeció como un tomate mientras Joaquín miraba a ambos con desconcierto.Sabrina, más aliviada al haber descifrado el enigma que la incomodaba, se dio cuenta de que había actuado con precipitación.-¿Ustedes… se conocen?... ¿Es tu jefe, mamá?La mujer lo miró con culpa.-Lo siento… Me sorprendió la coincidencia al verlo a la salida del gimnasio… y no supe cómo reaccionar ni actuar… no quise predisponerte diciéndote quién era él…Joaquín se giró ahora hacia Santiago:-Y tú le seguiste la corriente… -Tienes razón de enojarte… Preferí respetar la decisión de tu madre y darle tiempo para decir la verdad cuando se sintiera cómoda. Olvidé completamente que esta semana los medios enloquecieron con la noticia de mi "boda"... No es un evento que me cause particular alegría… Si aún somos amigos, más adelante entenderás por qué…El adolescente se sentía engañado. Pero, frente a él, había dos personas a las que apreciaba y su carácter amable le impedía mostrarse de verdad enojado.Estab
Por la mañana, el único deseo del recién casado era huir a su trabajo, con la certeza de que allí encontraría su remanso de paz: Muriel Márquez. De un tiempo a esta parte, su presencia, entre maternal y sensual, era lo que lo mantenía cuerdo en medio de toda esa farsa.Se levantó de prisa, tomó una ducha rápida y, vestido con la elegancia de siempre, salió en dirección a Esquivel Tech, dejando tras de sí una casa silenciosa y aún adormecida.Excepto por la joven de cabello rubio que, masticando rabia, lo observaba desde la ventana de su habitación. Camila no había logrado dormir, en parte por su avanzado embarazo, y en parte por sus elucubraciones maquiavélicas. Anhelaba una revancha, un desahogo para el desplante recibido. Sin embargo, sonrió al recordar que ya había obtenido lo que deseaba, casándose con el soltero más codiciado de la ciudad, endilgándole el hijo de otro hombre.Aún así, no era suficiente. Como toda niña mimada y caprichosa, requería también que su nuevo marido la
Santiago y Muriel se miraron de pronto, separándose de un salto que hizo trastabillar a la mujer. Con una pericia inusitada, él se acomodó la ropa mientras la sostenía con la mano izquierda.Muriel se veía más desordenada a causa de las sacudidas violentas que el joven no había conseguido medir y contener, pero hermosa, con sus labios enrojecidos, el escote desbordado y el mechón gris cayendo en su rostro con desparpajo.La mujer recordó el pequeño cuarto de baño en su oficina que la había sorprendido en su primer día allí, pensando en que era innecesario teniendo uno apenas cruzando el pasillo. No le parecía tan inútil ahora, que percibía la humedad entre sus muslos y necesitaba correr a ocultarse, algo avergonzada. No importaba cuán resuelta intentara estar, siempre se dejaba llevar cuando estaba junto a Santiago. Su deseo era más fuerte que ella.Desapareció en silencio, mientras el joven se acomodaba frente a su laptop, pasando una mano por su cabello perfecto y sorbiendo de una t
Camila se había propuesto atraer la atención de su marido a cualquier costo. Aunque ya había conseguido que Santiago se casara con ella, no era suficiente para su amor propio. Su padre se había reído de su supuesto problema y, aunque su suegra le había mostrado todo su apoyo, para la mujer no parecía tan grave, dada su condición de embarazada. Le parecía prudente esperar a que su hijo naciera.Para la joven Hesse, pese a todo, no era así. Era una mujer con una libido bastante activa, y, estando bajo el techo de Santiago, lejos de los excesos que su abuelo le permitía en Europa, su marido era la única opción disponible sin poner en riesgo su reputación y su frágil vida marital.Con esa determinación, comenzó la tarea de dejar de vestirse como la embarazada inocente de puntillas rosa pastel y elegir atuendos sensuales que resaltaban las crecientes curvas que había adquirido.Se miró en el espejo, y sonrió.Las hormonas la tenían llena de calor, y, a pesar de la forma de su vientre, se
Santiago suspiró con agobio.-Sólo un par de meses más y sacaré a esa rata mentirosa de mi casa. Y mis problemas serán otros: convencer a Muriel de que voy en serio, y desafiar a mi padre…Terminó de desvestirse, con más cansancio del usual y tomó una ducha rápida. De repente, todo lo que quería era acostarse a dormir sin mover un sólo músculo de su cuerpo.Una sombra de sospecha cruzó por su mente… ¿por qué se sentía tan exhausto? Había sido una jornada agotadora, pero no más que otras. Y jamás se sentía de ese modo al volver a su casa.Su último pensamiento fue para la mujer que amaba, antes de sentir que se desvanecía desnudo en la cama.Camila volvió a entrar en la habitación y sonrió con complacencia. Ese hombre iba a pertenecerle a cualquier precio.Recordó las conversaciones con sus amigas cuando se lo cruzaban en alguna fiesta, quienes le aseguraban que estaba fuera de su alcance, que nunca lo ataría: Santiago Esquivel era volátil, altanero y un soltero empedernido. Pero tambi
Santiago se tomó el día en el trabajo, ante la sorpresa de Muriel, ya que estaban en tiempo de descuento para cerrar algunos convenios laborales.Dudó, por unos momentos, de la posibilidad de que su joven jefe estuviera volviendo a sus viejas costumbres.No ayudaba haber soñado, invadida por algo de celos, que Camila y él estaban juntos.El mensaje que había recibido, avisándole que se encontraba algo indispuesto, era breve e inespecífico.No quería ser desconfiada, ni tenía derecho a serlo. Al menos eso pensaba.Aún estaba pensando en ese tipo de cosas, enfrascada en sus obligaciones, cuando un golpe suave en la puerta de su oficina la tomó por sorpresa. Aunque era habitual que la ausencia del joven Esquivel implicara que asumiera más responsabilidades y resolviera todo como su mejor representante, no solían acercarse sin previo aviso.Se limitó a decir en voz alta:-Adelante…El rostro adusto de Eduardo Esquivel apareció en el marco de la puerta. La señorita Márquez fue incapaz de c
Santiago y Muriel guardaban silencio mientras él conducía por una solitaria carretera en medio de la campiña francesa.Habían pasado sólo un par de días, y el viaje no había salido como lo planearon.Por un lado, los negocios se estaban complicando más de lo esperado, desde que el Grupo Mancini parecía dispuesto a boicotear las transacciones ofreciendo acuerdos muy jugosos a sus potenciales socios y migajas a Esquivel Tech. La señorita Márquez había observado con admiración cómo su jefe, conservando el aplomo y demostrando gran destreza innata, logró mantener las riendas.Parecía bastante evidente que, detrás de cada palo en las ruedas, estaban sus propios socios, Monarch, de los Hesse. Los motivos, sin embargo, eran menos claros. Todos se perjudicaban si Esquivel Tech no lograba concretar los convenios, y el padre de Camila no parecía tan tonto como para influir en su prometida y arruinar su propia sociedad.Muriel comprendía con bastante claridad quién estaba detrás de que cada uno