Meses después…
Los Ángeles, California.
Carolina paseó de un lado a otro acariciándose la gran barriga, estaba con el cabello desarreglado, en pijama, con gesto cansado, siguió caminando de un lado a otro de la habitación.
La puerta se abrió y apareció Daniel con un contenedor y dentro había hielos en cubos.
—Aquí tienes—Daniel estaba preocupado, había sido meses difíciles con el embarazo de Carolina, tenían una enfermera de tiempo completo, quien era la sexta en ser contratada en los últimos meses, no podían con el humor de Carolina, las hormonas habían hecho de ella…una &
Diez años después…—No voy a permitir que salgas así, —Daniel respingó molesto. Se cruzó de brazos y la miró. —No, no, no y no.— ¿Porqué? —preguntó curiosa.
Phoenix, Arizona, Estados Unidos. Todo el día había estado con la mujer en aquella habitación. Quería olvidar todas las responsabiblidades que tenía sobre sus hombros, lo mejor que podía hacer para relajarse, era una mujer. La habitación era oscura, paredes grises, mezclados con el negro, muebles minimalistas, el sillón de cuero negro adornaba al pie de la cama, la rubia finalmente se separó, dejando a primera vista su total desnudez. —Eso es lo mejor que he disfrutado. ¿Quieres otro round, mexicano? —Daniel le hizo una seña de que se retirara, estaban pegajosos de tanto moverse por toda la habitación. Ella se retiró y se pasó una mano de manera provocadora para que la volviera a tomar entre sus brazos e hiciera y deshiciera con ella lo que quisier
Daniel levantó su mandíbula tensa, estuvo a punto de decirle algo, pero el asistente de su padre se aclaró la garganta en señal de que alguien venía, lo único que le quedó por hacer, es ignorar la amenaza de Carolina. —Has llegado. —la voz de su padre le hizo ver más allá de la mujer, el padre de Daniel parecía estar aliviado al ver a su hijo hablando con Carolina, se notó la tensión entre ellos dos. —Sí, —dijo Daniel, pero luego miró a la mujer frente a él que pareciera disfrutar lo que ha dicho anteriormente. —…disculpen mi tardanza. Carolina se cruzó de brazos y arqueó una ceja. —Espero y sea la última vez, Daniel—él apretó de nuevo, pero con más fuerz
Carolina se masajeó las mejillas, le dolió de tanto estar sonriendo a los invitados, lanzó hacia el otro lado de la mesa de cristal sus zapatillas de tacón alto, le dejaron los pies adoloridos, se dejó caer en el sillón de su habitación, soltó un suspiro de cansancio y torció sus labios. —Y ha empezado mi infierno. —susurró cuando miró el anillo de compromiso, era un diamante blanco en una banda de oro, tenía las iniciales de ella y de Daniel, el solo ver el nombre de él, se irritó. —Que irritante... —dijo sin dejar de ver el anillo. —Se nota tu esmero. —la puerta se abrió y Carolina estaba a punto de mentar la madre, lo que más odiaba es que invadieran su espacio y privacidad. —¿Por qué mierdas no tocas la puta puerta? —dijo cuándo
— ¡Estás loca! —gritó Daniel quejándose del dolor en el sillón, ella se levantó y regresó al tocador, siguió desmaquillándose, mientras escuchó a Daniel maldecir unas cien veces. — ¡Puta madre! ¡Puta madre! ¡Eso duele! ¡A la verga! ¡Estás loca! ¡Dios mío! —Ella terminó de hacer sus cosas y se sentó en la orilla de la cama, miró a Daniel intentando reincorporarse, estaba rojo, pero bien rojo, la vena de su cuello y de la sien estaba resaltada, incluso ella pensó que estallaría, miró la alfombra, imaginando toda la sangre ahí, luego de esa imagen, levantó la mirada hacia a él. — ¿Nunca te habían golpeado las pelotas? —Daniel negó con sus manos en sus partes bajas. —Eso responde, a todo ese drama—señaló a Daniel—Bien, tengo que dormir, cierra la puerta al salir. —Carolina se subió a la cama y Daniel no pudo creer lo que estaba escuchando, se levantó como pudo y salió de la habitación, al cerrar la puerta maldijo.
Un hombre trabajador le entregó la yegua blanca que era de ella, Carolina sonrió al ver a "Bella" así la había apodado, ya que fue lo primero que pensó cuando la vio nacer hace años atrás. Acarició la larga cabellera del animal, la reconoció de inmediato. —Buenos días. —Carolina maldijo entre dientes, no se giró, siguió acariciando el cabello. —Quería hablar contigo. — ¿Vienes por otra patada en los bajos? —Daniel se molestó. —Puedes prestarme atención. —exigió él, Carolina arrugó su ceño, se giró lentamente, como si estuviese haciendo la escena de la niña del exorcista. — ¿Qué quieres? —dijo ella en un tono gélido. —Tenemos que hablar acerca de la boda. — ¿Qué? ¿Ya te echaste para atrás? Porque si es así, me harí
—Deberías de guardarte esas palabras para ti—murmuró Carolina. — ¿Qué tiene que diga en voz alta? —Daniel retiró sus dedos de la barbilla de ella. Pudo ver ira contenida en su mirada, la pequeña mujer, de porte cabrona y mala hablada, con mirada asesina, tenía algo que le llamó la atención, quizás y era qué, veía una de las cualidades que buscaba en una mujer, el que no se dejara de ningún cabrón como él. —Tiene mucho, para mí. —Carolina tiró de su yegua y negó. —No lo quiero escuchar. Es un pasado. Otra Carolina. —ella arqueó una ceja y, murmuró para sí misma. —Y una bieeeen pendeja. —Daniel sonrió al escucharla, siguió su paso en total silencio a su lado, ella parecía estar perdida en sus propios pensamientos. —Y en estos dos años que estuviste en España, ¿Conociste a alguien? —ella arrugó su ceño, luego sin dejar de caminar lo observó.  
— ¿No me la puedo coger una vez antes? —Carolina abrió sus ojos más de lo normal. —Es broma, pero en fin, que te valga madres a quien me cojo, yo no te digo con quien hacerlo, o espera…—Daniel jugaría una carta—…o puede ser que no tengas a nadie y solo dices que tienes hombres para dártela de mamona y, esperas a luna de miel para desenvolver de nuevo ese paquete—Daniel sonrió al ver que estaba provocando a Carolina, esta se giró, alcanzó una figura de cerámica y tenía la intención de lanzarla para reventarla la cabeza y dejara de decir pendejadas, pero se detuvo cuando su padre llegó al lado de Daniel. —Hijo, ¿Y terminaron? —Daniel negó y luego miró de manera divertida a Carolina quien había escondido la figura de cerámica, el señor siguió la mirada de Daniel, entonces se percató que su hija estaba en la segunda planta. —Hija, ¿Qué pasó? —miró el gesto de su hija luego la cara de cabrón en Daniel. — ¿Por una puta vez