— ¿No me la puedo coger una vez antes? —Carolina abrió sus ojos más de lo normal. —Es broma, pero en fin, que te valga madres a quien me cojo, yo no te digo con quien hacerlo, o espera…—Daniel jugaría una carta—…o puede ser que no tengas a nadie y solo dices que tienes hombres para dártela de mamona y, esperas a luna de miel para desenvolver de nuevo ese paquete—Daniel sonrió al ver que estaba provocando a Carolina, esta se giró, alcanzó una figura de cerámica y tenía la intención de lanzarla para reventarla la cabeza y dejara de decir pendejadas, pero se detuvo cuando su padre llegó al lado de Daniel.
—Hijo, ¿Y terminaron? —Daniel negó y luego miró de manera divertida a Carolina quien había escondido la figura de cerámica, el señor siguió la mirada de Daniel, entonces se percató que su hija estaba en la segunda planta. —Hija, ¿Qué pasó? —miró el gesto de su hija luego la cara de cabrón en Daniel. — ¿Por una puta vez
Daniel bajó las escaleras a toda prisa, con una gran sonrisa plasmada en sus labios, eso le recordó lo que tenía que hacer. — ¿Ya te vas? —preguntó su padrino quién iba saliendo de la sala principal, Daniel llegó hasta a él. —Sí, lamento no poder quedarme a la invitación de comer con ustedes, —su padrino arrugó su ceño. — ¿A dónde vas cabrón? ¿Me vas a cambiar mi invitación por ir a coger con tus amigas? —Daniel sonrió y negó. —No, no, padrino, —pensó rápido en una excusa. —Tengo que recoger a un amigo en el aeropuerto, me llamó y me está esperando. —él sonríe. —No te creo—miró a la segunda planta, luego miró a su ahijado—Pero creo que has hecho molestar a mi hija y estás escapando. —su padrino le dio una palmada en su mejilla. —Anda, huye, yo te cubro. —le guiñó el ojo,
Carolina y su padre, estaban comiendo cuando llamaron por teléfono, la chica del servicio se asomó al comedor con el teléfono inalámbrico en la mano. —Señor Beltrán—ambos levantaron la vista hacia la mujer—Tiene llamada de su compadre—Héctor alcanzó el teléfono y se lo puso en el oído. —Armando que bueno que…—detuvo sus palabras para escuchar a su compadre del otro lado de la línea, Carolina arrugó su ceño al ver como su padre alzó sus cejas y luego miró hacia a ella. —Vamos para allá. —y cortó, Héctor miró a su hija. — ¿Qué? ¿Qué pasó? —ella preguntó alerta. —Ve por tus cosas, —luego miró al hombre de seguridad que estaba a la entrada del gran comedor. —Alista el auto y al equipo A, necesito que nos lleven al hospital—al escuchar “hospital” Carolina pensó lo peor. — ¿Le
Carolina tenía la mirada perdida en las telas de los manteles, Esmeralda hablando de la combinación de los arreglos de mesa. — ¿Señorita Beltrán? —Carolina salió de su trance, asintió sin más, luego negó, pasándose una mano por el cabello. —Lo siento, lo siento, mira…—le mostró el color de mantel, era un beige, con figuras muy claras en dorado. —Me gusta este. —miró los ejemplos de arreglos de mesa, había uno que le recordó a su madre, los alcatraces, tomó aire y lo soltó en un largo suspiro. —Y elijo los alcatraces, —Esmeralda se sorprendió por la facilidad con lo que estaba eligiendo. — ¿Y la muestra de sabores de la tarta de novios? —Carolina levantó la mirada a la mujer con su tableta en su regazo. — ¿Qué tiene? —preguntó confundida, no había nada en la gran mesa muestras de pastel.
Llegaron a la mansión Beltrán, al bajar, Perla, casi se le cayó la mandíbula por la belleza de la casa. —Hermosa casa, cabrona—dijo Perla retirándose los lentes y soltando un largo silbido. —Es la casa de mis padres, no es mía. —dijo Carolina cuando avanzó a la puerta principal de la casa. —Pero familia es familia. —murmuró Perla detrás de ella. Después de un largo recorrido por la propiedad, terminaron sentadas en la isla gigante de la cocina, Perla dio un largo sorbo a su cerveza, cuando dio otro, vio como el padre de Carolina entró a la cocina. —Bienvenida, señorita…Acosta. —Carolina entrecerró sus ojos, dando señal de advertencia. Ella se puso nerviosa, el señor que estaba caminando hacia a ella, se acercó y extendió su mano en saludo, Perla se p
—Te ves jodido, mexicano. Daniel levantó mirada y torció su labio. —Pero aun así obtuvimos lo de siempre, ¿No? —dijo en un tono irritado, la rubia se retiró la falda y luego la blusa sin sostén, había quedado completamente desnuda. —Dos veces. Pero aún nos falta más…—Daniel presionó sus labios. —Hoy no será maratón de sexo sucio. —la mujer, llamada Ruth, se quejó entre dientes. —Lo siento. La mujer arrugó su ceño, mientras con sus dedos se acariciaba su sexo húmedo. —Oh, qué mal, yo que ya estaba preparando para otros más…—Daniel como pudo se puso de pie, maldiciendo por el dolor, se acomodó su pantalón, luego se acercó al mueble de la entrada, había tirado la bolsa de medicamentos recetados, buscó el más fuerte, se tomó dos pas
—Buenas tardes—dijo Daniel caminando hacia Carolina, notó a la mujer morena dentro de la alberca frente a ella. —Daniel…—dijo Carolina, con sorpresa en su tono. —Cariño, pensé que irías a buscarme cuando te has enterado que ya no estoy en el hospital. —Se acercó y Carolina lo primero que hizo fue elevar su rostro para mirarlo desde la tumbona, Daniel, al saber que tenían público, alcanzó la barbilla de Carolina y la elevó cuando este se inclinó, dejó un beso contra sus labios, tomando por sorpresa a la mujer, se separó, luego miró hacia Perla, quién tenía una mirada divertida y de pícara. —Vaya, hasta que conoceré al prometido. Daniel se sentó sobre sus talones mirando hacia Perla que tenía su cuerpo dentro del agua y los brazos recargados en la orilla de esta, se retiró sus lentes de sol, acomodándolos en la abertura de su camisa, luego
Daniel estaba sentado en un rincón del despacho de su padre, tenía una pierna cruzada encima de la otra, dio un sorbo a su bebida, agitó su mano solo para escuchar el tintineo de los hielos golpear con el cristal. —¿Qué te tiene tan pensativo? —escuchó a su padre decir, Daniel giró su rostro hacia la entrada de la puerta, Armando cerró la puerta detrás de él y se dirigió hasta el escritorio para revisar unos datos de la embarcación que estaba por llegar al país. —Mañana es la boda. —dijo Daniel, las semanas anteriores, se dedicó de lleno a trabajar con su padre, solo cruzó palabras con Carolina las que solamente se necesitaban, desde aquella advertencia, prefirió mantener distancia y aprovechar el tiempo antes de empezar a verla todos los días en la nueva casa, en los negocios de ambas familias, ya que serían una sola y estarían ambos al frente de ello. Su padre levantó la
—Y otra firma en esta línea—dijo el abogado a Carolina, ella firmó, sintió como su corazón latió de la emoción, al terminar, levantó su mirada y se encontró con la de su padre, a su lado estaba Armando García. Les sonrió, Héctor y Armando estaban emocionados, finalmente habían realizado otra de sus metas propuestas entre los dos. —Entonces, se finaliza la sesión de firmas…—a lado de Carolina estaba Daniel, quien miró detenidamente cada movimiento y gesto de su padre y padrino, se les veía emoción genuina. Se levantó el abogado, luego Carolina, siguiéndole Daniel, Armando destapó una botella de champagne, sirvió y Héctor les entregó las copas para brindar. —¡Felicidades, muchachos! —dieron un sorbo, Carolina estaba emocionada, pero Daniel, siguió intrigado. —Gracias, padre, gracias Armando, gracias por la con