La música seguía sonando y la gente seguía bailando en los jardines de los Anderson, iluminados por luces de colores y antorchas, mientras las mesas se encontraban repletas de comida y bebida para que todos pudieran disfrutar. La celebración había sido cuidadosamente planeada y la pareja de recién casados se veía feliz y radiante mientras recibían felicitaciones y buenos deseos de todos sus invitados.Pero a medida que la noche avanzaba, los recién casados comenzaron a retirarse de la multitud para disfrutar de un poco de intimidad. No era un secreto que tenían planes de retirarse para pasar la noche juntos, pero nadie los juzgaría por ello, después de todo, era su noche especial.A pesar de que sabían que debían descansar para el viaje que les esperaba al día siguiente, la emoción del momento los mantenía despiertos y no podían resistirse a la tentación de estar juntos. A la mañana siguiente George y Marjorie ya estaban de pie en el recibidor, con sus maletas y las de Ian dispuestas
Con un suspiro, George cerró los ojos y trató de dejar de lado sus pensamientos para disfrutar del momento presente, rodeado de su nueva familia en el avión privado. Tal vez Leticia sí tuvo razones para dejarlo, pero eso ya era pasado. George se sentía feliz en su nueva relación y, aunque sonara cruel, nada que ver con cómo se había sentido con Leticia, con esa forma de no poder pensar en nada más que en su esposa.Lo que estaba claro era que esa era su luna de miel y pensaba disfrutarla al máximo. George se apresuró a dejar a la niñera y al pequeño Ian en el hotel para mostrarle la romántica noche de París a su esposa, sintiéndose emocionado al poder compartir ese momento con ella. Aunque había viajado a esa ciudad muchas veces por negocios, nunca había tenido la oportunidad de disfrutarla con la persona que amaba. Marjorie era la esposa más feliz en esos momentos, George era la representación de su hombre perfecto. Tanto que no podía más que verlo y sonreír, sintiéndose profundame
De inmediato, las sombras de un pasado doloroso y lejano se apoderaron de Marjorie, nublando su mente y haciéndola sentir vulnerable e insegura. Sin embargo, se aferró fuertemente a la mano de su esposo George, sintiendo en ella la calidez y la seguridad que necesitaba para enfrentar cualquier obstáculo. Juntos caminaron hacia el parque, rodeados de la belleza de la ciudad y la majestuosidad de la Torre Eiffel, que se alzaba majestuosa en el horizonte.Marjorie se obligó a sí misma a dejar de pensar en el pasado y enfocarse en el presente, en el momento en que estaba al lado de su amado esposo George. Apretó su mano con más fuerza, sintiendo el contacto cálido y reconfortante de su piel contra la suya. Sus ojos se encontraron con los de George y, como si pudiera leer sus pensamientos, él le sonrió con dulzura, transmitiéndole un sentimiento de seguridad y protección. Marjorie suspiró, sintiendo cómo su corazón se calmaba ante la presencia de su esposo. *-*-*-*
Marjorie cerró sus ojos y se dejó llevar por la infinidad de sentimientos que le provocaba el beso de George. Él parecía tener la habilidad de hacer que sus preocupaciones fueran relegadas a un rincón muy alejado de su mente, mientras se sentía protegida por la presencia de su esposo.— Pero han dicho que… — justo en ese momento ella entendió todo. George no paraba de sorprenderla.— Vamos — dijo George, dejando un nuevo beso en los labios de su esposa, aunque esta vez fue fugaz —. Hice que cerraran el lugar solo para nosotros.— Si tu plan era enamorarme locamente cada día, lo has conseguido, George Anderson. No solo me has enamorado, has hecho que mi corazón te pertenezca casi por completo, ya que una parte de este corresponde a nuestro pequeño Ian — mencionó Marjorie con el rostro ruborizado y los latidos de su corazón cada vez más acelerados.Era imposible para Marjorie no enamorarse de George, un hombre que la sorprendía con detalles y gestos que la hacían sentir única y especial
— Podría, aunque yo prefiero no presumir, no quiero que nadie intente llevarte de mi lado y me conozco, sé que no solo presumiré que me has traído a la torre Eiffel, sino que eres el hombre más maravilloso que he conocido — mencionó ella ya sin lágrimas en lo ojos y agradeciendo que su amigo Jean-Paul le hubiera recomendado usar maquillaje a prueba de agua para su luna de miel. Marjorie llevo su mano hasta donde se encontraba la mano de su esposo, sentado enfrente de ella en la mesa, entrelazando sus dedos.—Yo también me esforzaré por ser la mejor esposa del mundo para ti —Marjorie por un momento dudo en terminar su frase antes de continuar —. George, eres el primer hombre al que amo, y al que temo perder.Ella ya no pudo decir nada, al llegar la única compañía que ambos tendrían esa noche durante la cena.Él dio la vuelta para sentarse frente a su esposa, nunca había tocado el tema por el que quería preguntarle, por pensar que podría hacerle daño o hacerla pensar en su hija pero en
— Además de que como está oscuro afuera, puedo ver el reflejo de tu rostro, puedo ver el placer reflejado en tu expresión.George se desabrochó el pantalón para liberar al fin su miembro mientras levantaba la falda de su esposa con la otra mano y echando a un lado sus braguitas.Maldita sea ya notaba la punta de su polla húmeda, ansiosa por enterrarse en el interior de su esposa mientras la guiaba hasta su intimidad.Ella no tenía palabras para describir lo que en ese momento estaba sintiendo, el lugar donde se encontraba, era como si se encontrara a metros de la tierra como si estuviera flotando en el cielo, de la misma manera que sentía que su corazón latía a mil por horas. Las sensaciones que tenía cada vez que su esposo la tocaba o cada vez que un parte de su cuerpo tocaba la fría superficie del cristal donde se encontraba, hacia que ella jadeara el nombre de él.—George… esto es…— no tuvo ni tiempo para terminar de hablar al sentir como la envergadura del miembro de su esposo se
Tres días habían pasado y la sonrisa en el rostro de la nueva señora Anderson se mantenía inquebrantable. Cada día, George lograba sorprenderla de formas inesperadas. Esta vez, la llevó al majestuoso Museo del Louvre, un lugar que ella nunca habría imaginado disfrutar tanto, tal vez no era el museo si no la compañía y todo lo que su recién estrenado esposo la hacía experimentar.Por lo tanto, no esperaba que nada pudiera romper la burbuja de felicidad que George había creado a su alrededor.Sin embargo, en ese instante, un escalofrío recorrió su cuerpo y un miedo indescriptible se apoderó de ella, haciéndola palidecer como si hubiera visto un fantasma.Rowan se encontraba en ese momento sonriendo, su expresión denotaba confianza y determinación. En sus manos sostenía su teléfono móvil, recién enviado el mensaje con tan solo una frase.«He venido por mi nieto.»La simpleza de esas palabras ocultaba una amenaza latente, dejando en el aire un aura de incertidumbre y tensión. Sus ojos ref
El amor que George sentía por Marjorie era profundo y genuino, y no podía imaginar su vida sin ella. Sin embargo, la extrañeza en su comportamiento lo llevaba a cuestionar si algo había cambiado entre ellos sin que él se diera cuenta.Mientras caminaba por los pasillos del hotel, su paso se volvió más lento y sus pensamientos se volvieron más oscuros. El temor de perder a Marjorie se apoderaba de él, haciéndole temblar por dentro. ¿Habría cometido algún error? ¿Habría dejado de hacer algo que ella necesitaba?El sonido de su propio corazón latiendo resonaba en sus oídos mientras se acercaba a la recepción del restaurante. Una sensación de vacío se apoderaba de su pecho, como si estuviera al borde de un abismo emocional.George sabía que no podía ignorar esas preocupaciones. Necesitaba encontrar respuestas, hablar con Marjorie y descubrir qué estaba pasando en su relación. Pero también estaba consciente de que debía darle el espacio y el tiempo necesario para que ella pudiera abrirse y