4.

Elena mira hacia arriba encontrándose con el hombre al que le teme su mamá, pero ella por alguna razón no lo hace ¿por qué no le teme si claramente tiene un aura oscura y peligrosa?

La mira directamente a los ojos y ella puede captar un destello de vida en ellos aun cuando se van apagados y sin expresión, sacude la cabeza e intenta levantarse sin éxito ya que el nerviosismo se lo impide.

— En el tejado y yo no tengo mocos – le rebate con actitud —, además no creo que eso le importe a usted señor malo – los ojos de Sócrates se abren por la sorpresa.

— ¡Vaya, vaya, pero si eres una fiera como tu padre! – se acuclilla hasta casi colocar el rostro a nivel del de ella —. Te recuerdo niñita que pronto seré el dueño de todo y eso te incluye – señala perverso y Elena se arrastra hacia atrás ahora sí, con el miedo de saber que el hombre está decidido a quitarles la casa y todo lo demás de lo que ella no tiene conocimiento.

Y parece que habla muy en serio.

— Mi papi era el dueño y ahora es mi mami, señor malo – levanta la barbilla al hablar ahora más lejos de él — usted no tiene derecho a quitarnos lo que dejó mi papi, Dios le va a cobrar – se carcajea burlándose de ella.

— ¡Pero si ustedes son bienvenidas a mis dominios niña tonta! – ella achica la mirada hacia él —. Solo tienes que obedecerme y las cosas irán bien. Seré tu nuevo papi – Elena niega, pero observa ese destello hermoso en los ojos del hombre que considera malo.

— Usted no será mi papi jamás…

— ¿Elena, que pasa mi amor? – Dakota se queda de piedra al ver a su hija en el piso y a Sócrates acuclillado frente a ella — ¡deja a mi hija en paz! – el hombre se levanta y Elena mira cuan alto es, le sonríe a su madre con falsa inocencia lo cual hace que Dakota le devuelva una muy linda.

Ahora Elena está más confundida vagando entre la incertidumbre de que su madre pueda sentirse agradada por ese hombre y la memoria de su padre se extinga, se encuentra preocupada de que les quite la casa y no tenga donde colocar su árbol de navidad.

— ¿Qué? – Sócrates se encoge de hombros al hablar —. Solo estaba preguntándole donde estaban ¿es que acaso no tienen hambre? – Elena estira la espalda por la gran mentira — si voy a ser el próximo esposo y padre de esta casa ya debemos comenzar a estrechar vínculos ¿no les parece? – ambas abren la boca y la cierran de nuevo sin saber que decir.

— ¡Usted no será mi papi jamás!

— Elena mi amor, modales por favor – la niña se gira hacia su madre totalmente ofendida —. El testamento es una obligación y creo que se debe cumplir, pero no te equivoques conmigo – señala con una tranquilidad que exaspera a todos —: jamás serás mi esposo, tal vez un papel lo diga, pero escucha esto: ¡jamás lo serás! Y ahora si me permites necesito salir a buscar un árbol de navidad y adornos para “mi casa” – estira la mano para que Elena la tome y esquiva el enorme cuerpo del hombre que ha quedado con la boca tan abierta como un pez en el agua.

[***]

Dakota lucha contra todos sus demonios para poder salir de la casa, ha gastado toda su energía en tratar de controlarse frente al miedo que le produce salir a la calle. La posibilidad de que un conductor borracho las lastime destroza sus nervios y la pone muy mal.

— ¿Mami, mamá? – Elena la sacude un poco para que salga del estupor — ¿todo está bien? – de pronto Dakota cae en cuenta de que debe someterse a una realidad abrumadora y abraza a su hija.

Llora desesperada, con mucho sentimiento. Elena abraza a su madre con fuerza percatándose del temblor de su cuerpo y logra entender el miedo que tiene.

— Lo que viví con tu padre fue un cuento de hadas mi amor – expresa la mujer sin dejar de aplastar el cuerpo de su hija contra su pecho —, todo siempre fue tan perfecto que ahora me parece irreal – llora desesperada con cada palabra que pronuncia — que en este momento donde me atrapa la circunstancia creo que no voy a poder continuar – Elena se tensa entre sus brazos y recuerda las palabras del gran ser que le dio la esperanza y fe, cierra los ojos soltando un par de lágrimas.

— Mamita, no te preocupes que todo se va a arreglar y lo haremos juntas – trata de consolar su llanto — solo debes creer, tener fe y esperanza – Dakota separa un poco a Elena de su cuerpo para poder mirarla a la cara, ese precioso rostro que de la nada la alienta comprendiendo que: de no comenzar a pensar y sentir como su hija jamás se podrá deshacer del miedo y la inseguridad.

— Lo sé mi amor – trata de sonreír, no le llega a los ojos y sin embargo le refleja lo que siente… esperanza —, eres mi niña fuerte y vamos a salir de esto.

Se abrazan de nuevo y entonces Dakota camina con Elena de la mano para acercarse a la verja. Toma una bocanada de aire mirando hacia el otro lado y de ese modo reunir las fuerzas suficientes para poder cruzarlo, pasar hacia el otro lado con el fin de superar ese obstáculo que con tanto temor la arropa. Elena guía a su madre poco a poco, se miran mutuamente por un momento llegando al portón del gran cercado que en lugar de un enrejado parecen barrotes de una cárcel.

— ¡Lista mamita! – Dakota toma una respiración furiosa resuelta a dejarse guiar por su pequeño ángel que le llena el corazón de amor —. Solo dime y esperamos un poco más – niega.

— ¡No! – dice casi en un murmullo — es ahora o ¡nunca mi amor! – entonces al abrir el gran portal saca un pie fuera de la propiedad con el cuerpo tembloroso y consecutivamente el otro.

Una furioso mareo le sobreviene queriéndola amedrentar, pero al sentir la fuerza y determinación de su pequeña recobra el aliento y continúa hacia adelante dejando atrás la casa, el miedo y la impotencia. Por un largo rato de caminar por la acera sin decir nada, solo agarradas de la mano con firmeza Dakota se relaja un poco ya que la casa se encuentra ubicada en una prestigiosa zona en lo alto de una cumbre que de lejos parece la estructura de un castillo ya que solo hay cuatro casas una más arriba de la otra semejando una escalera que se dirige hacia el cielo.

— ¿Cómo te sientes mamita? – la pregunta la toma por sorpresa ya que realmente se siente bien y muy tranquila.

— Mientras estemos juntas todo estará bien mi amor – expone con amor profundo en cada palabra — ya no siento miedo porque estamos juntas – Elena sonríe y continua caminando sin dejar de sostener la mano de su madre.

— Siempre estaremos juntitas mamita – la vocecita de Elena se escucha temblorosa por la emoción que siente de saberse amada por su madre y ahora que se han compenetrado un poco más las cosas serán mucho más sencillas considerando que no existe el muro que las separaba en días anteriores.

Bajan hacia el centro del pueblo emocionadas por la belleza y sencillez de todo, los escaparates de las tiendas lucen sus adornos en rojo y verde alusivos a la fecha. Cada vidriera que miran es mucho más hermosa que la otra e incluso más llamativa. Se encuentran en una parte de la plaza una hilera de árboles frondosos, de un verde precioso que enamora completamente a la niñita, pero al mirar al centro de la gran plaza queda prendada del gigante y hermoso árbol adornado con esferas blancas, verdes, doradas y rojas. Sus pies toman vida propia y arrastra a su madre en una carrera hacia la inmensidad del pino colorida.

— ¡Es tan hermoso! – chilla señalando la belleza que ve — ¿esos regalos son de verdad, mamita? – aunque la mujer no tiene ni la menor idea de ello, niega.

Las veces que había abandonado la casa, nunca se detenía en ninguna parte más que donde se disponía a adquirir provisiones o enceres para la casa junto a su esposo, la dicha y felicidad que ella (Dakota) conocía era solo junto a Marck en la tranquilidad de su hogar, comprendiendo que nunca fue al cine o a comer algo más que un dulce mientras hacían el mercado porque la mayoría de lo que usaban inclusive la ropa y calzado se adquiría por medio de catálogos por internet y eran llevados a la puerta de la casa.

Una figura conocida con un par de chaquetas, guantes y abrigos aparece en su campo de visión, Elena se coloca detrás de su madre y esta se pone en guardia con la barbilla en alto. El hombre pone los ojos en blanco de manera grosera y extiende lo que tiene en las manos hacia ella.

De pronto son conscientes del frío y que las manos se encuentran entumecidas y doloridas.

— Son tan tontas e irresponsables que ni siquiera se percataron de que no llevaban abrigos – dice Sócrates en un resoplido y Elena capta el momento en que sus ojos reflejan algo parecido a la preocupación — ¡abríguense o pescarán una pulmonía! – los dientes de la niña de pronto comienzan a castañetear, su cuerpo tiembla copiosamente y el dolor se hace presente ante las punzadas en las extremidades.

Grita doblándose hacia a delante apretando las manos contra las piernas.

Se desploma sin fuerzas y unas grandes manos junto a un aroma agradable la sostienen, pero pierde el conocimiento.

[***]

El hedor a desinfectante despierta a Elena y un murmullo de voces se escucha a su alrededor, siente el cuerpo entumecido aun a causa de una hipotermia que ha sufrido por salir a la intemperie sin la debida protección, un llanto sin consuelo se escucha a lo lejos. Desesperada y sin control grita Dakota culpándose por lo ocurrido.

— Necesitas descansar – escucha una voz fuerte y recia decirle a su madre —, todos de alguna manera tenemos culpa de esto Dakota, cálmate – es firme, sí, pero consoladora a la vez.

Intenta incorporarse y descubre una serie de mangueras y tubos en su boca, manos y brazos, de pronto escucha el pitido relajado de una máquina a su derecha y un luz brillante se asoma dándole paz y tranquilidad, sus ojos se desorbitan al ver materializarse la figura del hombre más hermoso y resplandeciente que ha visto y con el cual platicó el día de ayer.

— Mi pequeño Ángel – acerca su rostro al de ella y besa su frente, el cosquilleo que siente la divierte un poco —, creo que las cosas se complicaron un poco ¿no crees? – Elena asiente sin entender —. Mamá se culpa por lo sucedido, pero ese caballero está siendo amable – ella niega y él la ayuda a incorporarse.

— Ese señor es malo, quiere casarse con mi mami para quitarle lo que mi papito nos dio – refunfuña — y aunque no estoy segura de lo que es, mi mami sufre por ello – el gran hombre asiente comprendiendo sus palabras.

— ¿Recuerdas pequeño ángel cuando te dije que debías creer? – asiente — ¿y cuando te indiqué que debías obedecer a tus instintos? – asiente — ¿lo hiciste? – niega — entonces ¿qué piensas ahora de todo esto?

— Nos dejamos llevar por la emoción de que mi mami pudo salir de la casa y no tomamos las previsiones – dice con tristeza — y ahora me encuentro enferma y mi mami se culpa – el hombre niega.

— Elena mi amor, estas muriendo y ese hombre malo que según tu quiere quitarle a tu mami lo que le dejó tu padre ha estado seis meses a su lado, ha ignorado el testamento y a su propia madre por consolar y amar a tu madre – las lágrimas de Elena fluyen por sus mejillas.

— Él es el tesoro escondido – asiente con una hermosa sonrisa —. Entonces fallé en mi misión y ahora me quedo contigo – expone con tristeza y resignación tomando las cosas con madurez lo cual conmueve al creador.

— Es lo que debería pasar, pero recuerda quien soy – le hace un guiño y aprieta sus mejillas tal como lo hizo la primera vez que platicaron.

— Entonces padre ¿no moriré? – niega.

— Ciertamente no lo harás, pero esta vez debes lograr que las cosas cambien – asiente con una sonrisa de niña obediente —, debes catar las señales – y entonces recuerdos de los ojos de Sócrates llegan a su memoria y entiende de lo que habla — en ese hombre que tú piensas es malo hay sufrimiento desde que nació, debes lograr que cese y sean felices ¿lo entiendes? – asiente una vez más, pero con una confusión de niveles elípticos reflejada en sus preciosos ojos.

— Está bien, perdóname por no haberlo visto – el hombre sonríe con ternura.

— Estás perdonada mi hermoso Ángel ya que has comenzado bien tu misión haciendo que tu mami regrese de la tristeza, pero recuerda que a veces los ángeles son dificiles de identificar, tambien recuerda mis palabras: debes creer… debes creer… debes creer…

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