Los hombres permanecieron totalmente indiferentes ante las súplicas incesante de la pareja.—Lo siento mucho, pero eso no es decisión nuestra. Les dejo aquí el contrato. Cuando lo hayan analizado, pueden llamar al número de teléfono que hay en él y nuestro personal se pondrá de inmediato en contacto con ustedes. Esperamos sus noticias, señor y señora Vázquez.Cuando los hombres se marcharon, Gonzalo agarró con rabia el contrato de encima de la mesa y lo rompió en mil pedazos.—Esos tipos no tienen ninguna moral. Secuestran a mi hija y encima tienen el suficiente valor de hablar de esa manera.La señora Vázquez se secó la lágrimas y le acompañó al sofá.—Gonzalo, no te alteres. Nadia es muy buena persona, seguro que Dios la protege, así que no le pasará nada.Gonzalo respiraba con gran dificultad, así que su mujer sacó de inmediato las medicinas para el corazón de su bolsillo y se las dio con gran rapidez. Ahora que no sabían qué ocurriría con Nadia, él definitivamente no podía caer, er
La voz de José se tornó grave de repente y en su rostro había una expresión muy terrorífica que hizo que Nadia se detuviera. Su rostro pálido y débil le miraba con los ojos llenos por el pánico y el rencor.—Eres igual de malo que Martín. Ya no quiero ser tu amiga.Nadia salió corriendo despavorida con la pijama del hospital, pero, en cuanto abrió la puerta, los hombres de afuera la detuvieron.—Vuelve a la cama ahora mismo, Nadia —le ordenó José.—¡No quiero obedecerte, déjame volver a casa! —Nadia apretó los labios con gran tristeza como si estuviese a punto de romper a llorar en cualquier momento—. ¿Qué es lo que quieres? ¡No te acerques! No te acerques a mí, ¡te odio demasiado! —Nadia corrió hacia un rincón para poner distancia con él y agarró un florero que vio a su lado para lograr defenderse. — Si te atreves a acercarte a mí, ¡te golpearé con esto hasta la muerte!José solo había dado un solo paso. Un paso que fue suficiente para que ella adoptara esa actitud tan defensiva, tota
—José, no me pegues más, yo tampoco lo haré... Si me pegas... me dolerá demasiado, me dolerá durante mucho tiempo, yo no... no quiero...Nadia temblaba sin cesar mientras se abrazaba temblorosa a las cortinas en el rincón. José, al verla tan desorientada, sintió una mezcla inexplicable de sensaciones, un fuerte enojo pincelado con una gran impotencia.Nadia no se atrevía a hablar, solo se acurrucaba más y más en el rincón, como si quisiera meterse dentro de ella.—Seré muy buena y obediente. Soy una tonta, ya no pelees más conmigo...Nadia ya no se atrevía a mirarlo, ni siquiera sabía por qué José estaba tan enojado y no quería que la volviera a encerrar en esa pequeña y oscura habitación. Tenía demasiado miedo.Y entonces... ¡Bang! El repentino sonido de la puerta cerrándose sobresaltó al instante a Nadia. Cuando levantó la cabeza para mirar, él ya se había marchado. Miró tímidamente hacia la cama y recordó en ese momento la feroz mirada de José, la cual le traía recuerdos de los abus
Al despertar, Nadia no sabía en ese momento qué la había afectado tanto. Sin embargo, cuando la enfermera fue por la tarde a llevarle la medicación, al entrar en la habitación se percató de que no había rastro alguno de la muchacha, simplemente una silla colocada al lado de la ventana. La enfermera presintió que algo iba mal, así que muy asustada dejó caer al suelo la bandeja con los medicamentos y corrió hacia la ventana. Casi se desmaya al ver la escena.¡Estaban en la planta decimoquinta! Si Nadia se caía, acabaría hecha trizas.—Señorita Vázquez, ¿qué hace? ¡Venga acá inmediatamente, eso es muy peligroso! ¡Podría morir si se cae! —Le rogó la enfermera temblando con los ojos desorbitados.Nadia estaba agarrada con fuerza a la barandilla de hierro que colgaba de la pared. La bata del hospital se le había enganchado accidentalmente en ella y no había forma alguna de desengancharla por más que lo intentara hacerlo; sin embargo, no parecía darse cuenta del peligro en el que se encontrab
—¡Nadia, te estoy hablando!—¡Ya déjame en paz! No quiero hablar más contigo, ¡cuando baje, me iré a casa! —Gritó Nadia totalmente enfadada. No soportaba más sus sermones.Nunca nadie se enfadó con José como ella. Era la única.—Jesús, que venga un helicóptero lo antes posible para rescatarla.—En eso solo puede ayudarle el señor Martínez. El helicóptero solo tardará unos diez minutos en llegar desde el Grupo Prosperidad, señor —explicó rápidamente el ayudante....Cuando recibió la llamada, Andrés estaba saliendo de la sala de exámenes con Luna. Álvaro contestó la llamada del subordinado de José y le reportó de inmediato el asunto a Andrés.—Ve a ver qué pasa —ordenó Andrés.—De acuerdo —contestó muy respetuoso Álvaro.Luna recorría tranquilamente el pasillo con la pijama del hospital y, al escuchar el nombre de Nadia, preguntó:—¿Qué le pasó a Nadia?—Nada, no le des vueltas —contestó en ese momento el hombre.Cuando Álvaro fue hacia el hospital personalmente en helicóptero, vio con
—No te da miedo morir y ¿te doy miedo yo? Nadia, ¿te has vuelto realmente loca o lo estás haciendo conmigo?José intentó bajar un poco el tono, pero Nadia seguía asustada al límite.—No estoy loca, en verdad solo soy tonta. José, me equivoqué. No volveré a trepar por una ventana nunca más.Nadia se tapó la cabeza con las mantas, sin parar de temblar debajo de ellas.—Señor José, la señorita Vázquez siempre ha sido así. Si continúa con ese comportamiento, me temo que algún día le ocurrirá algo malo —dijo en ese momento el asistente.—Pues dime qué hacemos, ¿alguna idea? —Preguntó José mirándolo de reojo.—Creo que deberíamos dejarla tranquila por un tiempo para que se calme. En su estado actual, cualquier intento de acercarnos a ella solo hará que se resista aún más. La señorita ya sufrió abusos en el pasado y su familia pasó por circunstancias muy duras. Todos esos terribles sucesos fueron muy devastadores para ella, de hecho, según diagnosticaron los exámenes médicos, incluso le caus
Asomándose con suma cautela, Nadia estaba preparándose para escapar sin ni siquiera cambiarse de ropa. Sin embargo, justo en ese preciso momento, apareció una persona por la esquina del pasillo.—Señorita Vázquez.Nadia detuvo al instante sus pasos y giró la cabeza hacia esa dirección.—¿Álvaro? ¿No te habías ido? —Preguntó asombrada.—Puede estar tranquila, señorita Vázquez, ya está a salvo —la tranquilizó el hombre. Nadia caminó muy eufórica hacia él.—Álvaro, ¿te pidió Luna que vinieras a recogerme?Sin aceptarlo ni negarlo, contestó:—Si se encuentra bien, señorita Vázquez, puede abandonar el hospital conmigo. —De acuerdo, ¡me ahora mismo contigo! —Contestó ella afirmando firmemente con la cabeza.Sin embargo, al ver la mancha en la entrepierna de Nadia, Álvaro dio un paso hacia atrás.—Señorita Vázquez, creo que deberíamos esperar un momento para que pueda cambiarse de ropa.Nadia bajó la mirada algo avergonzada y explicó en detalle:—Álvaro, no sabes el miedo que pasé, no pude c
En redes sociales se publicaron las fotos y vídeos del incidente de Nadia. Se veía a ella por fuera de la ventana de la décimo quinta planta del hospital. Desde que el Grupo Prosperidad lanzó su propia red social y su plataforma de videos, junto con el desarrollo de chips de computación inteligentes, todos los teléfonos con teclado físico desaparecieron al instante del mercado. El lanzamiento de los nuevos teléfonos inteligentes marcó una nueva era en la tecnológica.Luego de acabar la última reunión del día, Andrés fue directo al Hospital Privado Serenidad, donde se encontraba Luna con el dedo anular vendado. En ese momento, Leonardo estaba aplicándole la medicación respectiva.—Sé más inteligente la próxima vez y no utilices métodos tan estúpidos para hacerte daño. A él le importas y le preocupa que te lastimes. Al final, la que sufre eres tú.El discurso paternalista de Leonardo sonaba lleno por completo de preocupación, pero Luna permanecía inexpresiva y en absoluto silencio. Cuand