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capitulo 3. ¿Una amiga?

Al día siguiente ya por la tarde, Alba llega al trabajo de su madre y con ayuda de sus colegas logran meter a la niña sin que nadie se diera cuenta.

—Bien hija, te quedaras aquí todo el tiempo posible, no quiero que camines por ninguna parte y tampoco que te metas en líos. Recuerda tu condición.

—Ya lo se mami, aquí me quedaré—cruza los dedos mientras responde.

 —Regresare cuando haya terminado. Dibuja algo bonito.

En cuanto la niña ve que su madre se pierde por las escaleras sonríe, la joven baja de la silla y camina hacia el ascensor secundario. Muy sigilosa oprime el botón del piso de su madre y espera que el aparato metálico la lleve.

La otra amiga de su mamá no estaba, lo que le daba ventaja de poder escabullirse en la oficina del gruñón. La niña se asoma por la ventana parándose de puntitas y es cuando lo ve sentado escribiendo algunas cosas.

Diego firma muy concentrado unos documentos importantes, pero de la nada siente que es observado y eso lo hace detenerse. Levanta la mirada y ve hacia la ventana, pero no mira nada. Niega, y vuelve a lo suyo.

Pero entonces allí estaba de nuevo ese sentimiento de que alguien lo miraba, levanta la vista y no ve nada.

—Que rayos…

Sintiéndose estúpido sigue trabajando concentrándose verdaderamente en los documentos, pero en ese instante algo no estaba bien, realmente alguien lo estaba viendo.

El CEO levanta la vista rápidamente y es cuando se echa para atrás del susto.

—Por dios, ¿Qué haces allí? —mira hacia todos lados y no ve a nadie más que a esa niña —. ¿Qué estás haciendo aquí? —la señala con el bolígrafo.

—Vine a verte…—su sinceridad era única.

—¿Por qué? —se cruza de brazos.

—Quería visitarte, saber cómo estabas —dice mientras que camina por su oficina bajo su atenta mirada.

A diego le causaba bastante curiosidad esa niña, aparecía de la nada, se estaba preguntando si era un fantasma que solo él podía ver.

—¿Cómo te llamas?

—Alba, ¿y tú?

—¿Tú madre no te ha enseñado como hablarles a tus mayores?

—Eres mi amigo, no quiero hablarte como si no te conociera—la pequeña se le queda mirando fijamente.

Diego se quedó estupefacto por esa respuesta tan audaz, ¿desde cuándo eran amigos?

—Entonces, ¿Cómo te llamas? —frunce levemente sus labios mientras la miraba.

—Diego—en ese instante los ojos de esa pequeña brillaron y eso causo curiosidad en el CEO.

—¿Cuántos años tienes, Diego?

—¿No crees que haces muchas preguntas para ser tan pequeña?

Alba hace una mueca con los labios, luego se da la vuelta y empieza a caminar por toda la oficina como si conociera aquel lugar desde hace mucho tiempo.

Desde luego que Diego no le quita los ojos de encima, hasta frunce un poco el ceño al mirar que ella curiosea su oficina como si él no estuviera allí.

—¿Cómo es que entraste? ¿las secretarias no te detuvieron?

—Ellas no están —el CEO ensancha los ojos aún más, luego mira la puerta y se pregunta dónde podían están esas dos.

—¿Y qué haces aquí? Parece que tu madre no entiende las reglas.

—Las conoce bien —la niña se inclina hacia una fotografía que hay en un estante, y allí puede ver al jefe de su madre parado sobre una montaña de nieve —. ¡Wow! Conoce la nieve.

La sorpresa de Diego se hace más presente cuando esa niña dice aquellas palabras, mira la foto que ella miraba y suaviza un poco la mirada.

—¿Acaso tu no?

—Mi mamá no es rica, no podemos viajar a ninguna parte. Todo su dinero lo gasta en mí, así que no le queda para nada de esas cosas.

Era demasiado directa para ser una niña pequeña.

—¿Qué edad tienes?

—Tengo 8 años —voltea el rostro para verlo con una sonrisa en los labios.

—¿Por qué sonríes? —Alba se encoje de hombros.

—Porque me estás haciendo preguntas.

El CEO se inclina hacia atrás después de su respuesta.

—¿Qué se siente tocar la nieve?

—No lo sé…

—¿Por qué fue a ese lugar?

—Yo…

—Está sonriendo, ¿se divirtió? —él hace amago de responder —. Yo creo que si la paso bien, está sonriendo para la foto, no creo que sea una sonrisa falsa.

Ella no lo dejaba responder nada, hacia muchas preguntas y al mismo tiempo respondía sin saber nada.

—Creo que se ve más guapo cuando sonríe, debería de intentarlo más ¿no lo cree? —ella lo vuelve a mirar con aquel brillo extraño en sus ojos.

—Haces muchas preguntas, pienso que deberías volver con tu madre.

Alba lo observa con los labios fruncidos, luego camina hacia donde estaba él notando que el jefe de su madre frunce los ojos. Era muy gruñón y serio, no entendía porque era de manera. Lo tenía todo, porque estaba tan enojado.

Diego observa a Alba como camina decida hacia él, la niña se queda a muy poca distancia de su silla y le sonríe.

—Si se te olvido como sonreír, yo puedo ayudarte a recordarlo —lleva sus pequeñas manos hacia sus labios y con sus dedos hace el gesto de hacerlo sonreír —. ¡Así! Es muy fácil y sencillo.

La pequeña rubia lo mira con aquellos con ojos color miel tan cristalinos que lo hace parpadear, lo estaba haciendo sonreír mientras que él no deseaba hacerlo… el CEO aleja su rostro de las manos de ella y es cuando la niña muestra una expresión de confusión.

—¿Por qué haces eso?

—Necesitas ser más feliz.

Sus palabras intentaron penetrar el frío caparazón que mantenía protegido a su corazón, el CEO aprieta la mandíbula mostrando una expresión seria.

—No necesito nada de esto, así que…—pero unos toques en la puerta los interrumpe.

Diego mira hacia la puerta y luego hacia donde estaba Alba, y de la nada la niña se había escondido bajo su mesa.

—Pero, ¿Qué estas habiendo allí? —musita, en eso abren la puerta y él levanta la vista para ver a una de sus secretarias.

—Disculpe señor Ragno, aquí le traigo los documentos que me pidió del caso de mañana.

él mira los papeles y disimuladamente baja la vista para ver a la rubia quien le hace un gesto de silencio con su dedo, Diego frunce el ceño puesto que ese era el momento indicado de poner en evidencia a esa pequeñaja.

La mira un poco más y ella niega, sus ojos marrones eran un poco cautivadores, tanto que se le estaba haciendo complicado exponerla.

—¿Necesita algo más señor? —él tensa la mandíbula, levanta la mirada y niega a la secretaria —. Con su permiso.

Diego guarda silencio, en cuanto su secreta abandona la oficina se cruza de brazos al mirar como la niña sale de su escondite.

—¡Ah! Eres muy astuta para esconderte… me doy cuenta de que nadie puede ver que estas aquí, me pregunto si de verdad tu madre trabaja en este edificio.

—Si trabaja, y creo que es mejor que ya me vaya antes de que descubra que me he escapado —el CEO afina la mirada.

Estaba decidido a descubrir quién era la madre de esa niña, así que iba a esperar que se fuera para seguirla.

—Muy bien, y espero que esto te sirva de escarmiento para no regresar a aquí.

—No seas tan gruñón—la niña se asoma por la venta para ver hacia afuera y él la pilla —. No hay nadie, ya me voy Diego —se queda bajo el marco y con una sonrisa dulce la niña lo despide, lo saluda con la mano y cierra la puerta despacio.

—Pero, ¿Qué?

Era muy inteligente, demasiado pensó.

—Podría ser una buena abogada —frunce la mirada al darse cuenta de sus pensamientos.

En seguida niega y se pone en pie, el CEO prosigue hacer lo mismo que la niña, mira por la ventana y es cuando la ve tomar las escaleras. Sale de la oficina con sigilo y sigue a la niña, la observa bajar por las escaleras con sumo cuidado y eso le causa curiosidad.

¿Era una niña tranquila?

En cuanto llega al último piso, el CEO se espera un poco y luego sale de la zona de las escaleras y empieza a buscarla con la mirada, pero no la ve por ninguna parte.

—¿Dónde está?

Camina un poco más, pero era inútil, ella no estaba por ninguna parte. ¿acaso se estaba imaginando a esa niña? Eso no era posible, ¿Por qué se escondería de su secretaria? La única explicación que se le ocurría era que no era la hija de nadie de esa empresa.

Se cruza de brazos mientras piensa en esa posibilidad.

Entre tanto él estaba sumergido en sus pensamientos, las recepcionistas y todo aquel empleado del edifico miraban a su jefe parado en medio de todos.

Diego piensa, pero luego frunce el ceño al sentir que estaba siendo observado, mira hacia ambos lados y al levantar la vista se percata de que estaba en medio de la recepción del edificio siendo observados por todos.

Percibe que muchos musitaban en silencio y eso le incomodo, luego se reprocha mentalmente el haber seguido a esa niña, estaba completamente loco. Niega y regresa sobre sus pasos para tomar el ascensor.

—¿Lo viste? Ha salido de las escaleras, nunca toma las escaleras —musita una de las recepcionistas con su compañera.

—Es muy extraño.

Por otro lado, Alba cubre sus labios la mirar a Diego tomando el ascensor de regreso a su oficina, la pequeña rubia sabía que la estaba siguiendo, él quería saber quién era su madre, pero ella no estaba dispuesta a dejarlo descubrirla.

Se había escondido detrás de unos arbustos arteriales mientras que él la buscaba.

—Es muy tonto —se ríe a escondidas.

Luego de ver que toma el ascensor, la niña nota que su madre se dirige a la cafetería.

—¡Oh, no! —sale corriendo hacia ella antes de que pudiera notar que no estaba.

Si se daba cuenta que la estaba desobedeciendo no volvería a llevarla a la empresa, y ella deseaba ver de nuevo a su amigo Diego.

[…]

—¿Te la has pasado bien en la cafetería hoy? Lamento haberte hecho esperar tanto, pero sabes que…

—Está bien, mami… ¿iré de nuevo mañana? —Gisela se sorprende por la contesta de su hija.

—¿Algo especial está sucediendo en la empresa?

—Nada —se encoje de hombros.

—De acuerdo, te has portado bien, significa que no estás haciendo nada travieso.

—Solo que no quiero estar en casa con una niñera, ¿puedo llevar a nube mañana? También está solo en casa, se aburre mami.

Su hija le pedía cosas que a veces le resultaba tan difícil de complacer, sin embargo, cuando la miraba con aquellos dulces ojos marrones la derretía por completo. Era prácticamente imposible decirle que no a esa niña.

—¿Cuidaras de él?

—Lo prometo.

—Mañana estaré muy ocupada, así que no podre ir a verte mucho, así que necesito que seas buena niña y nube también.

Alba asiente sonriente, su gatito nube también debía hacerse amigo de Diego. Mañana ambos lo irían a visitar.

[…]

Diego lanza las llaves de su coche sobre la mesa, luego se despoja del saco y seguido de su corbata, camina hacia la cocona sintiendo que todo su cuerpo estaba muerto del cansancio. Se sirve un poco de zumo para luego regresar al recibidor.

Mientras que camina vislumbra la pared con algunas fotografías suyas en las que estaba sonriendo, se detiene a miraras cuestión que no hace nunca.

Mira cada una de ellas percatándose de que en esos tiempos se veía tan feliz, frunce los labios mientras que hace amago de tocar una de las fotos, pero se detiene y retrae la mano. Frunce el ceño notoriamente recordando cosas que no eran agradables para él.

Hace el intento de volverse y es cuando recuerda a esa niña.

“Te enseñare a sonreír”

—¡Alba!

Su mirada se suaviza un poco al recordar a esa rubia entrometida. El CEO niega y sigue su camino hasta las escaleras. No podía ser que estuviera pensando en esa chiquilla resbaladiza.

—Pero, ¿Quién puede ser su madre? —se pregunta mientras va subiendo las escaleras.

Le causaba curiosidad por saber quién era su mamá, tenía que ser una mujer que no le importaban las reglas como para romperlas llevando a su pequeña al trabajo.

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