Episodio 68

Jugueteando con el cabello color omega, Leonidas reposaba tranquilo en la silla tras su escritorio. Ryle sentado sobre sus piernas, pareciendo dibujar garabatos en una hoja de papel. Habría pasado el tiempo lentamente, maravilloso y sólo como a ellos les gustaba. Estaban solos, aislados del mundo y respirando las pequeñas partículas de amor que ellos mismos desechaban.

— ¿Y cómo estuvo tu día, dulce? — Tras un enorme rato en un confortante silencio, Leonidas habló. Su mano comenzando a repasar la espalda del más pequeño, causándole risa y haciéndolo retorcerse sobre él. Sonrió cuando volteó a verlo; tremendamente precioso.

— Estuvo muy bien, Leo — dejó saber, encogiendo los hombros— . Aunque a decir verdad, se puso mejor cuando te vi hoy.

»— Mami estaba podando las flores cuando vine aquí... Ella me dijo que lucia radiante, y lo hago.

— Luces terriblemente radiante, cielo — susurró. Sus suaves dedos peinando las hebras rubias detrás de la oreja.

— Pero no puedo decirle por qué —
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