"Jacob ... Tenemos que hablar." Admirando como su mensaje era perfectamente ignorado, puso los ojos en blanco, y pensando que el enigma era jodidamente inmaduro, se rio. "Sé que no eres capaz de dejar de tratarme... Al menos no permanentemente" "Sin mí no eres nada, Jacob." "De algún modo debes perdonarme..." "Ryle me perdonó :)" Mordiéndose el interior de la mejilla, Leonidas aparcó frente a la cafetería, y soltando un suspiro cansado ante la increíble dignidad que su mejor amigo poseía en distintas ocasiones, golpeó su cabeza con el volante. Él sabía perfectamente la solución a ello, y luego de deliberados minutos pensándolo, tan sólo puso los ojos en blanco. — A mí no me vas a joder, Jacob. "Hicimos el amor." "¿QUÉ? Estaré en 10 en la cafetería." Y no esperando más de treinta segundos, sonrió victorioso hacia la pantalla del teléfono. Desde luego, ni siquiera Jacob enfadado podría resistirse. — Luces... radiante — la voz de Angela de inmediato se propagó por los aires, c
Tocando con los dedos la punta de su nariz, Ryle desencadenó un deje de preocupación en su rostro, pero no pudiendo decir algo que explicase su reciente curiosidad sobre las palabras expresadas por su mejor amigo, la nueva voz de Jacob interrumpió sus pensamientos— . Leonidas está en el emplazamiento de al lado con Lisa, su padre y el diseñador del que habló hace un tiempo. ¡Quedarás encantado con lo que están haciendo en ese lugar! Y no esperando demasiado tiempo para ver la reacción del más pequeño, Darrel y Jacob lo observaron casi correr fuera de allí; una enorme sonrisa pintando su rostro y el delicioso aroma a flores entremezclándose con el del café. »— Es tan adorable — murmuró el más alto, un suspiro contento. — Lo sé — declaró el alfa, mordiendo su labio antes de fijar su mirada por completo en la otra. Una sonrisa sincera en dirección a Jacob, y consiguió unas ligeras y sonrojadas mejillas de obsequio— . Aunque..., el que estés evadiendo tanta cursilería y pretendas hacer
Jugueteando con el cabello color omega, Leonidas reposaba tranquilo en la silla tras su escritorio. Ryle sentado sobre sus piernas, pareciendo dibujar garabatos en una hoja de papel. Habría pasado el tiempo lentamente, maravilloso y sólo como a ellos les gustaba. Estaban solos, aislados del mundo y respirando las pequeñas partículas de amor que ellos mismos desechaban. — ¿Y cómo estuvo tu día, dulce? — Tras un enorme rato en un confortante silencio, Leonidas habló. Su mano comenzando a repasar la espalda del más pequeño, causándole risa y haciéndolo retorcerse sobre él. Sonrió cuando volteó a verlo; tremendamente precioso. — Estuvo muy bien, Leo — dejó saber, encogiendo los hombros— . Aunque a decir verdad, se puso mejor cuando te vi hoy. »— Mami estaba podando las flores cuando vine aquí... Ella me dijo que lucia radiante, y lo hago. — Luces terriblemente radiante, cielo — susurró. Sus suaves dedos peinando las hebras rubias detrás de la oreja. — Pero no puedo decirle por qué —
Tras aquellas desgarradoras palabras, el alfa suspiró abrumadamente. El rostro enfurecido de Joel pareciendo relajarse, y sus hombros tensos cayendo abajo. Cuando notó la verdad detrás de aquellas palabras, se tomó el suficiente tiempo para sentirse mal, y apretando los labios entre sí, no supo qué decir. — Lo siento — dejó saber, logrando que el omega pasase una mano por sus ojos cansados. Había dicho lo que sentía, e increíblemente, había logrado rebajar el estrés que sobre sus hombros estaba postrado— . Supongo que Jacob me tiene distraído, pero prometo no volver a dejarte de lado, idiota. — Gracias — y no evitando la sonrisa que estiró sus labios, pasó un brazo sobre los hombros del mayor, antes de voltear ambos hacia donde Ryle y Miguel se encontraban hablando. El castaño parecía ser una metralleta de chistes, porque el omega era incapaz de parar de reír, sus mejillas rojas y gesto completamente feliz. Cuando notaron la presencia de los otros dos chicos, Ryle saltó sobre sus t
Sin duda alguna, aquellas inocentes palabras no eran para nada lo que Leonidas esperaba. E increíblemente, había logrado pensar entre su cegadora furia, que su mal presentimiento era terriblemente acertado. Miguel... Miguel estaría en serios problemas. Leonidas no quería parecer un desesperado, mucho menos aparentar ser un crío bravucón que se metía constantemente en problemas, pero de alguna manera, se le hacía complicado encontrar otra solución para su reciente dilema. Y es que simplemente, él no iba a dejar pasar lo que Miguel le había hecho a Ryle, ni mucho menos lo dejaría seguir conviviendo junto a su pequeño dulce, no con sus sucias intenciones. Había pasado la noche entera en vela, tan sólo dándole vueltas a la cabeza cansinamente, e intentando conseguir una manera factible de salirse con la suya, pero últimamente había estado tan ocupado que su cerebro parecía estarse atrofiando. O eso sería lo que Jacob diría, sin duda alguna. Podía sentir sorpresivamente la cólera quema
Leonidas no estaba seguro de cuándo y dónde apresaría a Miguel para decirle todo lo que su cuerpo quería gritar, y desde luego, tampoco se imaginó que sería aquel mismo día, pero ahora que notaba lo tremendamente oportuno que resultaba ser el momento, no quiso siquiera pensar un poco las cosas. Cuando estuvo afuera, cogiendo el brazo del chico y mirándolo fijamente a sus ojos marrones, tragó saliva. El pronto golpe de calor atacándolo cruelmente, y sus emociones descontroladas gritando millones de órdenes a sus músculos. Sabía que él seguía en problemas, y aunque su lado ecuánime le decía paso a paso lo que tenía que hacer, el cavernícola que llevaba muy dentro quería sólo destrozar. — ¿Hola? — Confundido, Miguel se soltó del agarre en el cual Leo lo mantenía, acomodando de inmediato el suéter que llevaba puesto. Entrecerró los ojos, inseguro, y echando un vistazo a todo su alrededor, relajó prontamente su postura— . ¿Pasa algo? — Tenemos que hablar — dejó saber, su voz ronca y dur
Cuando el omega se levantó de su asiento con una mueca fastidiada, el alfa ojicafé soltó un bufido, y volviendo su mirada hacia el precioso rostro de Jacob, sonrió por pura inercia. Un veloz beso estampándose contra la mejilla del más alto. — Déjame preguntarte algo... — El enigma murmuró, pareciendo encantado. Cuando los orbes marrones estuvieron fijos en sus labios, sonrió— . La verdad es que me ha dado mucha curiosidad. — Suéltalo. — ¿Por qué Joel y tú fastidiaban tanto a Leonidas y Ryle? — Soltó, logrando que una pequeña risilla abandonase la garganta del menor. — Bueno..., quizá estábamos un poquito celosos — declaró, encogiendo los hombros— . Quizá Ryle nos gustaba un poco, todo el tema de su inocencia y su maravilloso ser— uhm. — Ya veo... — Desviando la mirada hacia otro lugar, Jacob soltó el aire caliente mientras luchaba internamente con la pronta oleada de celos que lo acarreó. Sintió que estuvo en silencio por una eternidad, pero cuando Darrel se carcajeó, él quiso po
Los nervios de Ryle se disparaban de una manera tremenda por cada una de sus venas. En su cabeza tan sólo se repetía una y otra vez la preciosa imagen de Leonidas tirado en el jardín, plantando flores para él, mientras que su cuerpo era bañado en sensaciones que durante el tiempo trascurrido, había extrañado bastante. No recordaba con exactitud qué había dicho o hecho, tampoco se explicaba en qué momento llegaron a aquella circunstancia, pero de nada le servía pensar, porque los besos que el alfa repartía por su cuello le hacían perder por completo el conocimiento. Había sido todo demasiado deprisa. Ellos se habían besado y tan sólo minutos después, luego de que el omega casi chillara de la emoción que la sorpresa de Leo le provocó, estuvieron en la habitación del mayor. Ryle recostado en las suaves almohadas, mientras que Leonidas lo acariciaba con convicción por sobre la ropa. Sonrisas desprevenidas se escapaban de los labios rosados del alfa, mientras que los ojos amielados tan só