La sonrisa del omega ampliándose mediante los segundos transcurrían, y los pensamientos de Leo nadando en un lago interminable. Cuando admiró aquella mueca irremediablemente feliz, él tragó saliva. De alguna manera, él aún no lograba sentirse del todo bien, y es que el sólo recordatorio de Ryle dañado por su culpa, lo hacía retorcerse fuertemente dentro de sí. — Perdóname, bebé — susurró, sin pensarlo. Los ojos cariñosos de Ryle pareciendo divertidos, y sus dientes blancos mostrándose en una repentina sonrisa. — Ya te perdoné, tontito — soltando una risilla cómplice, el omega arrebató el pastelillo que sostenían los dedos de Leo, y comiéndoselo de un solo bocado, exhaló con exquisitez. — Fui un tonto — prosiguió, su mirada bajando hacia el plato lleno de bocadillos de chocolate, el cual pronto abandonó en la mesa de noche, y las manos cálidas y tiernas de Ryle posándose sobre las suyas propias— . Quiero que todo vuelva a ser como antes, y cielos, sólo quiero que sepas que Darrel me
Tras percibir la negación que el menor manifestó con su cabeza, Leonidas sonrió. Su corazón rebotando incesantemente y sus piernas entumecidas, haciéndole drenar la emoción convulsa que trepaba por su sistema al transcurrir del tiempo. Introduciendo sus manos bajo la camisa del omega, lentamente se deshizo de ella. Las mejillas rojas del omega llenándolo de suprema ternura, y sus labios hinchados haciéndole perder la cabeza lentamente. Todo Ryle era perfecto, y admirando con dedicación aquella preciosa obra de la naturaleza, casi jadeó con orgullo de tenerlo a su lado. Acariciando las caderas del omega una nueva vez, besó con dedicación sus clavículas. Respiraciones aceleradas colisionando contra la morena piel y gemidos acallados abandonando los labios de Ryle. Besando su pecho suave, Leonidas apenas echó un vistazo a su novio antes de pasar la lengua sobre uno de sus pezones, y sintiendo como de inmediato los dedos de Ryle se aferraron a su camisa, soltó una audible risilla. Los oj
Imponiendo ímpetu en su lucha, curvó sus dedos en el interior del omega, un intento de encontrar su punto dulce, y cuando un salto desprevenido en conjunto a un gemido bastante apasionado se liberó de los labios rosados, besó el muslo del chiquillo. — ¿Te gustó ahí, cielo? — Susurró. Los orbes amielados observándolo fijamente, y sus palabras mudas intentando liberarse de alguna u otra manera. No pudiendo contenerse demasiado, Ryle apenas echó un vistazo a su miembro. Estaba rojo y de algún modo, increíblemente doloroso. — Oh— oh, Leo — intentando no atragantarse con su propia lengua, el omega jadeó. Los ojos compasivos de color chocolate recorriendo plenamente la desnudez del omega, y sus piernas temblantes haciéndole saber que su pequeño omega merecía por completo su atención. Cuando Leo se incorporó y dejó el interior de Ryle, éste tragó saliva. Las piernas del omega a cada lado de sus caderas, y la respiración volviéndose más fuerte tras los segundos transcurrían. Acercándose lo
Cuando sintió el peso de Ryle sobre sí, él peinó su cabello. Estirándose hasta taparlos con una cobija, tomó su teléfono, y echándole un vistazo a su precioso y dormido amor, él se dispuso a teclear en la pantalla un solo mensaje. "Señora Angela, Ryle está a salvo conmigo... Él se quedó dormido, prometo llevarlo mañana a sus clases :) buenas noches." Sonriendo hacia el omega, enterró su nariz en el cabello suave, y cerrando los ojos, se permitió suspirar enamorado— . Eres lo mejor que me pasó en la vida, dulce. Los minúsculos rayos de sol apenas lograban filtrarse cómodamente por entre las cortinas de la habitación de Leo, logrando que la poca luminiscencia aluzara el lugar de una gratificante manera. Cuando los ojos avellanados se abrieron suavemente y Leonidas se encontró con el rostro angelical de Ryle frente a él, compartiendo su misma respiración, sonrió de una manera incontrolable. Pasando una mano por su cabello y recordando de forma fugaz todas aquellas preciosas memorias d
Cuando dio pasos lentos hacia la cocina, se encontró con un Leonidas perfectamente arreglado y preparando algunos sándwiches. El tiempo parecía no haber transcurrido mientras el agua tibia de la ducha mojaba su cuerpo, y es que tras pensar en su novio por incontables minutos, había logrado perderse concluyentemente. Al momento en que los ojos achocolatados se encontraron con los otros, una sonrisa feliz se estiró por sus mejillas. Desde luego, el acto manifestado la noche anterior había aflorado millones de sentimientos que de manera sorprendente, aún se encontraban tranquilos, y el sólo hecho de sentir la presencia de Ryle Santos tras una velada supremamente correcta, lograba hacerlo saltar de felicidad. — Mi coronita se estropeó — el omega murmuró, abrazándose a sí mismo y sonriendo enamorado hacia la figura de Leonidas , quien de inmediato se apresuró a correr a su lado, un único abrazo que los llevó volando hacia el cielo— . No soy tierno sin mis coronitas. — Oh, cariño — apretá
"Jacob ... Tenemos que hablar." Admirando como su mensaje era perfectamente ignorado, puso los ojos en blanco, y pensando que el enigma era jodidamente inmaduro, se rio. "Sé que no eres capaz de dejar de tratarme... Al menos no permanentemente" "Sin mí no eres nada, Jacob." "De algún modo debes perdonarme..." "Ryle me perdonó :)" Mordiéndose el interior de la mejilla, Leonidas aparcó frente a la cafetería, y soltando un suspiro cansado ante la increíble dignidad que su mejor amigo poseía en distintas ocasiones, golpeó su cabeza con el volante. Él sabía perfectamente la solución a ello, y luego de deliberados minutos pensándolo, tan sólo puso los ojos en blanco. — A mí no me vas a joder, Jacob. "Hicimos el amor." "¿QUÉ? Estaré en 10 en la cafetería." Y no esperando más de treinta segundos, sonrió victorioso hacia la pantalla del teléfono. Desde luego, ni siquiera Jacob enfadado podría resistirse. — Luces... radiante — la voz de Angela de inmediato se propagó por los aires, c
Tocando con los dedos la punta de su nariz, Ryle desencadenó un deje de preocupación en su rostro, pero no pudiendo decir algo que explicase su reciente curiosidad sobre las palabras expresadas por su mejor amigo, la nueva voz de Jacob interrumpió sus pensamientos— . Leonidas está en el emplazamiento de al lado con Lisa, su padre y el diseñador del que habló hace un tiempo. ¡Quedarás encantado con lo que están haciendo en ese lugar! Y no esperando demasiado tiempo para ver la reacción del más pequeño, Darrel y Jacob lo observaron casi correr fuera de allí; una enorme sonrisa pintando su rostro y el delicioso aroma a flores entremezclándose con el del café. »— Es tan adorable — murmuró el más alto, un suspiro contento. — Lo sé — declaró el alfa, mordiendo su labio antes de fijar su mirada por completo en la otra. Una sonrisa sincera en dirección a Jacob, y consiguió unas ligeras y sonrojadas mejillas de obsequio— . Aunque..., el que estés evadiendo tanta cursilería y pretendas hacer
Jugueteando con el cabello color omega, Leonidas reposaba tranquilo en la silla tras su escritorio. Ryle sentado sobre sus piernas, pareciendo dibujar garabatos en una hoja de papel. Habría pasado el tiempo lentamente, maravilloso y sólo como a ellos les gustaba. Estaban solos, aislados del mundo y respirando las pequeñas partículas de amor que ellos mismos desechaban. — ¿Y cómo estuvo tu día, dulce? — Tras un enorme rato en un confortante silencio, Leonidas habló. Su mano comenzando a repasar la espalda del más pequeño, causándole risa y haciéndolo retorcerse sobre él. Sonrió cuando volteó a verlo; tremendamente precioso. — Estuvo muy bien, Leo — dejó saber, encogiendo los hombros— . Aunque a decir verdad, se puso mejor cuando te vi hoy. »— Mami estaba podando las flores cuando vine aquí... Ella me dijo que lucia radiante, y lo hago. — Luces terriblemente radiante, cielo — susurró. Sus suaves dedos peinando las hebras rubias detrás de la oreja. — Pero no puedo decirle por qué —