Desde luego, él tenía que prepararse para la tormenta que Leonidas Drakos iba a desatar al día siguiente. La presión subía mediante los segundos transcurrían, plenamente sofocantes. Al momento en que los pies sobrecargados de Leonidas estuvieron pisando fuera de su auto, sintió un retorcijón amarrarle el estómago cruelmente, haciéndole jadear con desesperación y sentirse cada minuto peor. Corriendo hacia la entrada de la casa de Ryle, no tardó en ver el rostro de Angela al abrirle la puerta, y sin siquiera ser capaz de dirigirle una sonrisa condescendiente, él se abrió paso en el acalorado hogar. Los ojos de la omega parecían curiosos, y las manos del alfa lucharon por mantenerse tranquilas, lo cual resultó ser una tarea terriblemente complicada. Cuando los labios rosados de ella se estiraron en una sonrisa que parecía ser bastante amable, Leo tragó saliva, e intentando aminorar el frenético latido de su corazón, pasó una mano por su frente sudorosa. — No esperaba tu visita tan tem
Abordando en la pastelería, Ryle saltó sobre sus pies cuando apretó confortantemente la mano del mayor. Su estómago rugiendo tentativamente al momento de estar frente a la vitrina y admirar los millones de pasteles que por él esperaban. Relamiendo sus labios de manera cómica, él echó un vistazo a Leo, y cuando éste le sonrió tiernamente, pareció caer rendido en un torbellino de amor. — Tienes muchos pasteles para escoger, dulce — le susurró, caminando, señalando con su dedo y apenas echando un vistazo al lugar. Personas ocupando las mesas y conversando. Desayunos ante ellos y aroma a café. Aquella mañana Sounds&Coffee había quedado bajo el cuidado de sus excelentes trabajadores, y es que cuando recibió la poco digerible noticia de su pequeño novio en un muy, muy mal estado, él no pudo hacer más que salir de la cama y correr directo con Ryle. Había sido terrible. Tan terrible como el sentimiento sañoso que abordó a su alma al toparse con Darrel y Joel ocupando una mesa en el exterio
— Sí — respondió, un nuevo puchero en sus labios cuando se encontró plenamente confundido. — ¿Acaso querrías deshacer la buena imagen que tu madre se ha hecho de Leonidas? — Y con aquella pregunta, logró dar por completo en el clavo de su hijo. Ryle haciendo una mueca horrorizada casi de inmediato, y los pensamientos mortificantes rondando de manera lacerante su cabeza. Leves recuerdos de su propio sufrimiento ante la actitud obtusa de su madre, y el terror de volver a vivirlo, carcomiéndolo por dentro. — ¡No! ¡No quiero! Yo... No, amo demasiado a Leo, papá, lo amo mucho— Y no conteniendo el pronto llanto que de inmediato se desató, Ryle cubrió su rostro. Por supuesto, millones de emociones revueltas haciéndolo estallar en un mar de lágrimas, aquél tan doloroso que lo arrastraba con cada acometida. Funestamente mal. Cuando Angela irrumpió en la habitación de Ryle aquella noche, encontrándolo acurrucado en un costado de la cama y con su visión entristecida puesta en el teléfono, e
Caminando tímidamente fuera de la universidad, ojos fijos en el piso y labios apretados entre sí, sintió un puñado de pena arremeter contra su corazón. Sabía que aquél día no sería como otros... Él no pasaría por Sounds&Coffee tan feliz como antes, él no entraría a la cafetería ni sentiría las manos de Leonidas atajarlo en un poderoso abrazo. No podría percibir las explosivas sensaciones que quemaban sus venas cuando se besaban. Sin duda alguna, sería completamente diferente, y el sólo pensamiento de estar lejos de su verdadero amor, comenzaba a enfermarlo de maneras desproporcionales. Evitando tropezarse con sus pies ante su mirada plenamente nublada, no notó el momento en que una persona comenzó a caminar a su lado, y cuando sintió un brazo posarse sobre sus hombros, limpió rápidamente sus ojos y echó un ligero vistazo a su costado. Orbes marrones pareciendo curiosos, y labios rosas fruncidos en confusión. — Me sorprende ver a un rayito de luz como tú, con un gesto tan triste — mu
Cuando suspiró tristemente y pensó que lo mejor sería acurrucarse en la cama, su teléfono sonó. Una emoción convulsa trepando por su esófago cuando lo cogió en sus manos y parpadeó de manera rápida. Quería que sólo fuera una persona, pero cuando observó aquel contacto tan familiar y no esperado, formó un puchero involuntario en sus labios. Darrel. "Hey, florecitas... ¿Podríamos hablar?" "Lo siento mucho :(" "Tengo el corazón muy roto, ¿acaso piensas dejarlo así?" "Debemos hablar" "¿Puedes ir al centro? Te estaré esperando" "Por favor :(" "Por favorrrrrrrr." "Por favor, florecitas" Cuando el móvil cayó en el colchón, Ryle mordió el interior de su labio. Desde luego, él extrañaba terriblemente a sus dos amigos, y el nudo en su garganta le hizo sentirse demasiado confundido. Tras unos minutos en suprema quietud, apenas cerró los ojos antes de suspirar, y con el pensamiento de ser una mala persona torturándolo poderosamente, salió de la cama y se calzó los zapatos, antes de cami
La sonrisa del omega ampliándose mediante los segundos transcurrían, y los pensamientos de Leo nadando en un lago interminable. Cuando admiró aquella mueca irremediablemente feliz, él tragó saliva. De alguna manera, él aún no lograba sentirse del todo bien, y es que el sólo recordatorio de Ryle dañado por su culpa, lo hacía retorcerse fuertemente dentro de sí. — Perdóname, bebé — susurró, sin pensarlo. Los ojos cariñosos de Ryle pareciendo divertidos, y sus dientes blancos mostrándose en una repentina sonrisa. — Ya te perdoné, tontito — soltando una risilla cómplice, el omega arrebató el pastelillo que sostenían los dedos de Leo, y comiéndoselo de un solo bocado, exhaló con exquisitez. — Fui un tonto — prosiguió, su mirada bajando hacia el plato lleno de bocadillos de chocolate, el cual pronto abandonó en la mesa de noche, y las manos cálidas y tiernas de Ryle posándose sobre las suyas propias— . Quiero que todo vuelva a ser como antes, y cielos, sólo quiero que sepas que Darrel me
Tras percibir la negación que el menor manifestó con su cabeza, Leonidas sonrió. Su corazón rebotando incesantemente y sus piernas entumecidas, haciéndole drenar la emoción convulsa que trepaba por su sistema al transcurrir del tiempo. Introduciendo sus manos bajo la camisa del omega, lentamente se deshizo de ella. Las mejillas rojas del omega llenándolo de suprema ternura, y sus labios hinchados haciéndole perder la cabeza lentamente. Todo Ryle era perfecto, y admirando con dedicación aquella preciosa obra de la naturaleza, casi jadeó con orgullo de tenerlo a su lado. Acariciando las caderas del omega una nueva vez, besó con dedicación sus clavículas. Respiraciones aceleradas colisionando contra la morena piel y gemidos acallados abandonando los labios de Ryle. Besando su pecho suave, Leonidas apenas echó un vistazo a su novio antes de pasar la lengua sobre uno de sus pezones, y sintiendo como de inmediato los dedos de Ryle se aferraron a su camisa, soltó una audible risilla. Los oj
Imponiendo ímpetu en su lucha, curvó sus dedos en el interior del omega, un intento de encontrar su punto dulce, y cuando un salto desprevenido en conjunto a un gemido bastante apasionado se liberó de los labios rosados, besó el muslo del chiquillo. — ¿Te gustó ahí, cielo? — Susurró. Los orbes amielados observándolo fijamente, y sus palabras mudas intentando liberarse de alguna u otra manera. No pudiendo contenerse demasiado, Ryle apenas echó un vistazo a su miembro. Estaba rojo y de algún modo, increíblemente doloroso. — Oh— oh, Leo — intentando no atragantarse con su propia lengua, el omega jadeó. Los ojos compasivos de color chocolate recorriendo plenamente la desnudez del omega, y sus piernas temblantes haciéndole saber que su pequeño omega merecía por completo su atención. Cuando Leo se incorporó y dejó el interior de Ryle, éste tragó saliva. Las piernas del omega a cada lado de sus caderas, y la respiración volviéndose más fuerte tras los segundos transcurrían. Acercándose lo