Episodio 48

Acercándose suavemente, los cubrió con los suyos propios, un suave roce que desvaneció por completo las tristezas, y trajo consigo un insuperable enamoramiento. Ryle sonrió, perdiéndose en la mirada contraria.

— Te amo, dulce — susurró— . No me gusta verte triste.

— También te amo, Leo... Te amo m— mucho — aceptó, mordiendo levemente su labio.

Tras aquella acción, el alfa encendió el auto, y cogiendo su mano con la contraria, sintió su pecho hincharse de alegría.

— Prometo hacerte sentir bien, corazón.

Y con aquella última afirmación, Leo puso el auto en marcha, casi percibiendo la melodía perfecta que lograba el corazón de Ryle al latir al mismo ritmo que el suyo propio.

(...)

Leonidas admiró todo a su alrededor una vez más. Se encontraba recostado en su antigua cama, su antigua habitación. Las paredes aún estaban pintadas de azul eléctrico, y adornadas con los artísticos cuadros que en algún momento de su adolescencia allí colocó. Sonrió con nostalgia, sintiendo entre sus man
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