Darius seguía provocando en mí las mismas sensaciones que hace cinco años. Mi corazón amenazaba con salirse de su lugar, y sentía miles de mariposas en el estómago, igual que el día anterior cuando, en mi oficina, me dijo que me amaba.Jamás me había dicho que me amaba, y escuchar esas palabras de su boca me emocionaba, pero mi mente no dejaba de recordarme el engaño de Darius. Tenía que poner mi dignidad por encima de lo que me dictaba el corazón; él había jugado conmigo sin importarle mis sentimientos, y no dejaría que con unas palabras bonitas volviera a entrar en mi vida.Todo era tan confuso que me sentía abrumada. No sabía cómo decirles a mis pequeños que el hombre con el que chocaron ayer en la recepción del edificio era su padre. Tenía miedo de cómo iban a reaccionar; todo me aterraba, pero sabía que había llegado el momento de que conocieran a su padre.—Estás tan sumergida en tus pensamientos que ni siquiera escuchaste cuando toqué y entré —dijo Leo, apoyado en el marco de
"Nunca es tarde para recuperar el tiempo perdido."Nos separamos por falta de aire. Junto mi frente a la de Darius, intentando controlar nuestra respiración agitada. Volver a besar al hombre que amo me da esa sensación de sentirme viva por dentro, esa sensación que había perdido hace tiempo al dejarlo atrás. Ahora tengo en mis manos la decisión de seguir como estamos o perdonarlo y darnos una oportunidad.—Extrañaba tanto tus labios —me susurra—. No sabes cuánta falta me has hecho.Me atrae más hacia su cuerpo y no pongo resistencia.—Todas las noches de mi vida me hiciste falta. No sabes lo horrible que era acostarme y no tenerte a mi lado, despertar y ver que no estabas aquí, o encontrarte en la cocina preparando el desayuno, moviendo las caderas como te encantaba. La falta que me hacías era inmensa, Trish. Me enamoré de ti como un loco y cuando finalmente lo entendí, no te tenía a mi lado para decírtelo, nena.Sus palabras hacen que mi corazón lata a mil. Al igual que él, yo tambié
Faltaban pocos minutos para las cuatro cuando terminé de dejar todo listo para la reunión del lunes. Salí de mi oficina, caminando con paso decidido hacia el ascensor. Una vez dentro, presioné el botón para el piso de presidencia.Al llegar, las puertas se abrieron y me encontré con la secretaria de Darius, sumergida en su computadora. Al escuchar el eco de mis tacones, levantó la vista y se levantó rápidamente, sonriéndome nerviosa.—Señora Evans —dijo con una pizca de inquietud.—Nada de "señora Evans" —respondí con una sonrisa amable—. Llámame Trish, odio que me llamen señora.—Pero... al señor Evans no le gustará que lo haga —contestó, bajando la mirada con timidez.—No te preocupes, yo me encargo de Darius —le guiñé un ojo—. ¿Podrías avisarle que estoy aquí?—El señor pidió que, cuando llegara, pasara directamente, señorita Trish —corrigió rápidamente, ahora más relajada.Le agradecí y me dirigí hacia la oficina de Darius. Abrí la puerta con cuidado y lo vi, concentrado en sus pa
Después de jugar con los niños, llegó la hora del almuerzo. Decidimos comer al aire libre, ya que los niños estaban encantados con el enorme jardín de sus abuelos.—Querida, nos dijo Darius que regresarías por trabajo —comentó Victoria, curiosa.—Así es, la empresa en la que trabajo está encargada de construir el hotel que tanto desea Darius —respondí, mientras él me miraba con una sonrisa.—¿Trabajas? —dijo Darius con una sonrisa burlona—. Hablas como si fueras una simple empleada y no la accionista y dueña de la empresa.—¿Eres dueña de la empresa? —preguntó el señor Evans, sorprendido.—Sí, mi padre era dueño y accionista de la compañía, pero cuando murió, nunca me interesé en pelear por ella. El socio de mi padre, que era dueño de la otra mitad, cometió un fraude y se quedó con la empresa completa. Cuando me fui de aquí, un amigo me convenció de luchar por lo que legalmente era mío, y con su ayuda lo conseguí —expliqué, notando las miradas asombradas de los padres de Darius.—¡Vay
Cómo describiría mi vida en estos instantes: "Sumamente perfecta y feliz", pero algo me dice que no será así para siempre.Los días han pasado muy rápido, tres semanas para ser exactos. Decidimos no contarle a nadie sobre nuestro compromiso por ahora. Queremos que sea especial y que todos nuestros seres queridos estén presentes cuando lo anunciemos.Darius, después de salir de la oficina, siempre viene a casa conmigo y pasa tiempo con los niños, quienes están más que encantados con él; al final, siempre les cuesta verlo partir hacia su departamento.Hoy es jueves, y hay una reunión importante en la empresa de Darius. Dax está en casa de sus abuelos, ya que le gusta pasar tiempo con el señor Evans, mientras que Taisha decidió acompañarme hoy a la oficina. Sé que solo lo hace para pasar el día con Darius.—Buen día —saludo a la recepcionista mientras caminamos hacia el ascensor.—¡Llegaron mis amores! —Nos giramos y vemos a Darius detrás de nosotras con una gran sonrisa.—¡Papiiiii! —Ta
La cabeza me duele horriblemente, y siento los párpados pesados. Alguien me sostiene la mano. Mis recuerdos son vagos, apenas puedo recordar lo último que sucedió en mis momentos de lucidez.Abro los ojos lentamente, pero la luz me molesta, obligándome a cerrarlos nuevamente. Respiro hondo y los vuelvo a abrir, esta vez con más cuidado, hasta que me acostumbro a la luz y me doy cuenta de que estoy en una habitación.Veo a Darius a mi lado, sujetando mi mano con fuerza. Al observar a mi alrededor, compruebo que estoy en un hospital. Trato de sentarme, pero una punzada de dolor en el abdomen me obliga a detenerme.—¡Auch! —me quejo, y Darius se levanta rápidamente con una mirada de preocupación.—Nena, ¿estás bien? —me pregunta mientras me da un beso en la frente. Apenas lo reconozco. Su cabello está desordenado, sus ojeras son profundas, y barba descuidada, como si hubiera pasado días sin descansar.—¿Qué ha sucedido? —pregunto, aún confusa.—¿Cuántos días llevo aquí? —me llevo la mano
Llegamos a la casa de los padres de Darius y, al entrar, veo a todos reunidos en la sala. Victoria invita a los niños a ver una película con palomitas, y ellos se van felices con ella.En cuanto se alejan con los niños, Leo es el primero en hablar, claramente molesto.—¿Me pueden explicar qué está pasando? —pregunta, levantándose de su asiento.—Ya sabemos quién fue la responsable de atropellar a Trish —responde Darius, ayudándome a sentarme.—¿La responsable? ¿Estás hablando de una mujer? —pregunta Alanys, sorprendida, y yo asiento.—Déjenme adivinar —dice Abbey poniéndose de pie—, ¿la maldita de Catalina, verdad?—¡Abbey! —la regaña su padre.—¿Qué? —responde ella, rodando los ojos—. No estoy mintiendo, papá, ¡es una perra!—¿Qué saben de ella? —pregunta Alanys, con una mezcla de curiosidad y preocupación.—No sabemos dónde está ahora —explica Darius, rodeándome con su brazo—. La policía fue a buscarla a su departamento y tampoco estaba en la casa de mi abuela.—Hay algo más —digo,
A pesar de que han pasado varios días desde que Catalina le envió aquel mensaje a Trish, todo ha estado tranquilo; el único problema es que yo no puedo estarlo.Todavía no puedo creer que haya intentado matar a Trish y que, por su culpa, hayamos perdido a nuestro hijo.Hemos buscado por todas partes y no hemos podido dar con ella. Los detectives dicen que probablemente salió del país, pero yo no lo creo; pienso que sigue aquí, escondida, esperando para atacar.También estoy convencido de que no está trabajando sola, y que alguien más es su cómplice en toda esta locura.Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos. Camino hacia mi escritorio, doy la orden de pasar y me siento en mi silla.—Lamento interrumpir, señor, esto le acaba de llegar —dice mientras se acerca y me entrega un sobre amarillo—. También lo busca el señor Leo Hart.Noto que el sobre proviene de uno de los detectives que contraté.—Muchas gracias. Haz pasar al señor Leo y asegúrate de que nadie nos interrumpa,