A pesar de que han pasado varios días desde que Catalina le envió aquel mensaje a Trish, todo ha estado tranquilo; el único problema es que yo no puedo estarlo.Todavía no puedo creer que haya intentado matar a Trish y que, por su culpa, hayamos perdido a nuestro hijo.Hemos buscado por todas partes y no hemos podido dar con ella. Los detectives dicen que probablemente salió del país, pero yo no lo creo; pienso que sigue aquí, escondida, esperando para atacar.También estoy convencido de que no está trabajando sola, y que alguien más es su cómplice en toda esta locura.Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos. Camino hacia mi escritorio, doy la orden de pasar y me siento en mi silla.—Lamento interrumpir, señor, esto le acaba de llegar —dice mientras se acerca y me entrega un sobre amarillo—. También lo busca el señor Leo Hart.Noto que el sobre proviene de uno de los detectives que contraté.—Muchas gracias. Haz pasar al señor Leo y asegúrate de que nadie nos interrumpa,
Darius estuvo actuando de una manera que me pareció sumamente extraña. Nunca, en todo el tiempo que llevamos juntos, lo había visto comportarse así; algo dentro de mí no me deja estar tranquila, una sensación de angustia que me consume. Necesito saber qué está pasando.Guardo mis cosas, tomo mi bolso y recojo todo lo de mis pequeños. Los tomo de la mano y salgo de la oficina rápidamente.Al llegar a la recepción, veo a Mike, y eso no me da buena espina.—Señorita Trish —saluda Mike con una leve inclinación de cabeza, también dirigiéndose a los niños.—Mike, ¿dónde está Darius? Pensé que lo acompañarías a ver a los nuevos inversionistas —le digo, con un tono de voz lleno de incertidumbre, mientras él toma nuestras pertenencias.—El señor me pidió que me encargara de llevarlos a casa a salvo, dijo que iría solo esta vez —responde. Asiento, pero mis dudas aumentan—. ¿Los llevo a casa o desean ir a otro lugar?—Vamos a casa de los padres de Darius —le indico. Mike asiente, abre la puerta
Mike me sostiene mientras estoy sentada en el sofá, a mi lado. Alanys pasa un algodón con alcohol por mi nariz, tratando de calmarme.—Tenemos que calmarnos y pensar con cabeza fría —dice el señor Evans, abrazando a su esposa con un gesto preocupado.—Buenas noches —Leo entra a la sala y, al ver cómo me encuentro, se apresura a acercarse—. Hasta ahora pude ver los mensajes de Abbey. ¿Me pueden decir qué pasó?Vuelvo a romper en llanto, y Leo me abraza con fuerza.—Creemos que Darius está secuestrado —Alanys le pasa el teléfono a Leo, quien observa las imágenes y el mensaje con una expresión de incredulidad—. No sabemos cómo ocurrió todo esto.—Yo creo saber quién está detrás de esto —dice Leo, separándose de mí con una expresión sombría—. Lamento no haberlo dicho antes, pero Darius me pidió discreción.—¡Habla ya, Leo! ¿Quién tiene que ver en todo esto? —exijo, aunque en el fondo una idea empieza a tomar forma en mi mente.—Adelia, su abuela —revela Leo. Todos lo miran sorprendidos, e
Sentía mi cuerpo pesado, agotado, mientras un dolor punzante me atravesaba la cabeza. La sangre bajaba lentamente por mi cuello, empapando cada vez más mi camisa. Traté de recordar lo que había pasado en casa de mi abuela, pero todo estaba borroso, como una niebla espesa que no me dejaba pensar con claridad. Solo tenía en mente el golpe brutal en la parte trasera de mi cabeza.¿Qué diablos había pasado?Al abrir los ojos, me di cuenta de que estaba amarrado a una silla. El lugar parecía un sótano oscuro y húmedo, apenas iluminado por una luz tenue. La habitación estaba vacía, fría, casi como una prisión olvidada. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba allí, pero sabía una cosa con certeza: Trisha debía de estar completamente desesperada por mí.El sonido de unos pasos me sacó de mis pensamientos. Inmediatamente incliné la cabeza, cerré los ojos y me mantuve quieto, fingiendo inconsciencia. Los pasos se acercaron cada vez más, y cuando la puerta se abrió, sentí la presencia de alguien
Llegamos a nuestro departamento. Le pedí a Mike que fuera por los niños a casa de los padres de Darius. Después de muchas objeciones por su parte, logré que aceptara, con la condición de que uno de los guardaespaldas se quedara en el departamento cuidándome.Subo a la habitación que compartimos Darius y yo, voy al armario y busco algo ligero para ponerme. Justo cuando estoy a punto de entrar al baño, el teléfono suena y me apresuro a contestar con la esperanza de que sean buenas noticias.—¿Bueno?—Dime, ¿te gustó la foto que te envié?Mi cuerpo hierve de rabia, mientras la risa de ella resuena en mis oídos, burlona y cruel.—¿Dónde tienes a Darius y qué quieres para dejarnos en paz de una vez por todas?—Te dije que pagarías caro por haberte metido conmigo, estúpida. Ahora dime, ¿qué estarías dispuesta a hacer para salvar la vida de Darius?—No te atreverás a hacerle daño.—Oh, estúpida, no me retes. Ya no me importa nada.—Dime qué quieres para dejarnos en paz de una buena vez, Cata
¿Será que algún día podremos vivir en paz?No nos merecemos todo esto. No es justo que, después de tantos años separados, ahora que finalmente somos una familia, tengamos que enfrentar todo este sufrimiento.Llevo más de una hora en la sala de espera, junto a Leo, esperando noticias de Darius. Nadie nos dice nada. Según una enfermera, su condición es crítica, y es demasiado pronto para dar un diagnóstico.¿Qué ocurrió con Catalina y Lucía? Aún no lo sé, y, francamente, no me importa en este momento. Mi prioridad es el hombre que está luchando por su vida allá dentro.—Tranquila, hermosa. Todo va a salir bien. Darius es un hombre muy fuerte —dice Leo, acercándose y envolviéndome en un abrazo.—Tengo tanto miedo de perderlo... No podría seguir sin él —susurro mientras me aferro a su pecho, dejando salir todo el dolor que me consume por dentro.Darius es mi todo, mi otra mitad. No puedo imaginarme despertar sin él cada mañana. Después de tantos errores y tiempo perdido, ahora que solo qu
Unas manos acarician mi cabello. Abro los ojos lentamente, pero no veo a nadie frente a mí. Aun así, mi cuerpo reconoce perfectamente a quién pertenecen esas manos que tanto amo.—Buenos días, mi amor —escucho su voz y me levanto rápidamente. Lo veo sentado en la cama, con una pequeña sonrisa en su rostro.—¡Cariño! —sin poder contenerme, me lanzo a sus brazos como una niña pequeña—. Tuve tanto miedo de perderte.Darius envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me da un beso en la frente.—Jamás dejaría a la mujer de mi vida y a mis hijos solos. Ustedes me necesitan a mi lado, y yo a ustedes, nena —dice, dándome un suave beso en los labios. No puedo evitar sonreír.—¿Hace cuánto despertaste? —pregunto, notando las vendas nuevas en su herida.—No hace mucho. La enfermera vino a cambiarme las vendas y a darme mi medicamento —me responde, divertido.Levanto una ceja y lo miro con fingida desaprobación, mientras él se ríe.—Debiste despertarme —le digo, cruzándome de brazos—. Tengo qu
"Hogar, dulce hogar"Luego de pasar una semana bajo cuidado médico en el hospital, debido a mi operación, al fin hoy me dan de alta y puedo salir de este lugar.Nunca me han gustado los hospitales, y pasar una semana entera acostado en una cama sin hacer nada me estaba volviendo loco.Debo agradecerle a mi bella Trish, que estuvo conmigo todo este tiempo y evitó que perdiera la cabeza. No sé qué haría sin ella y mis hijos; son mi luz, mi alegría, mi felicidad.—Cariño, ¿estás listo? Es hora de irnos —salgo del cuarto de baño y me encuentro a mi hermosa mujer terminando de arreglar mis maletas.—Sí, amor, ya nos podemos marchar de este manicomio. No soporto pasar una noche más en este lugar; necesito mi cama y a mi mujer.—No seas exagerado, Darius —rueda los ojos y sujeta su bolso—. Eres muy dramático.—¿Yo, dramático? —pongo mi mano sobre mi pecho y me hago el ofendido—. ¿Te parece dramático que extrañe dormir en mi cama cómodamente, junto a mi mujer?Sonríe, se acerca a mí y enrosca