Después de jugar con los niños, llegó la hora del almuerzo. Decidimos comer al aire libre, ya que los niños estaban encantados con el enorme jardín de sus abuelos.—Querida, nos dijo Darius que regresarías por trabajo —comentó Victoria, curiosa.—Así es, la empresa en la que trabajo está encargada de construir el hotel que tanto desea Darius —respondí, mientras él me miraba con una sonrisa.—¿Trabajas? —dijo Darius con una sonrisa burlona—. Hablas como si fueras una simple empleada y no la accionista y dueña de la empresa.—¿Eres dueña de la empresa? —preguntó el señor Evans, sorprendido.—Sí, mi padre era dueño y accionista de la compañía, pero cuando murió, nunca me interesé en pelear por ella. El socio de mi padre, que era dueño de la otra mitad, cometió un fraude y se quedó con la empresa completa. Cuando me fui de aquí, un amigo me convenció de luchar por lo que legalmente era mío, y con su ayuda lo conseguí —expliqué, notando las miradas asombradas de los padres de Darius.—¡Vay
Cómo describiría mi vida en estos instantes: "Sumamente perfecta y feliz", pero algo me dice que no será así para siempre.Los días han pasado muy rápido, tres semanas para ser exactos. Decidimos no contarle a nadie sobre nuestro compromiso por ahora. Queremos que sea especial y que todos nuestros seres queridos estén presentes cuando lo anunciemos.Darius, después de salir de la oficina, siempre viene a casa conmigo y pasa tiempo con los niños, quienes están más que encantados con él; al final, siempre les cuesta verlo partir hacia su departamento.Hoy es jueves, y hay una reunión importante en la empresa de Darius. Dax está en casa de sus abuelos, ya que le gusta pasar tiempo con el señor Evans, mientras que Taisha decidió acompañarme hoy a la oficina. Sé que solo lo hace para pasar el día con Darius.—Buen día —saludo a la recepcionista mientras caminamos hacia el ascensor.—¡Llegaron mis amores! —Nos giramos y vemos a Darius detrás de nosotras con una gran sonrisa.—¡Papiiiii! —Ta
La cabeza me duele horriblemente, y siento los párpados pesados. Alguien me sostiene la mano. Mis recuerdos son vagos, apenas puedo recordar lo último que sucedió en mis momentos de lucidez.Abro los ojos lentamente, pero la luz me molesta, obligándome a cerrarlos nuevamente. Respiro hondo y los vuelvo a abrir, esta vez con más cuidado, hasta que me acostumbro a la luz y me doy cuenta de que estoy en una habitación.Veo a Darius a mi lado, sujetando mi mano con fuerza. Al observar a mi alrededor, compruebo que estoy en un hospital. Trato de sentarme, pero una punzada de dolor en el abdomen me obliga a detenerme.—¡Auch! —me quejo, y Darius se levanta rápidamente con una mirada de preocupación.—Nena, ¿estás bien? —me pregunta mientras me da un beso en la frente. Apenas lo reconozco. Su cabello está desordenado, sus ojeras son profundas, y barba descuidada, como si hubiera pasado días sin descansar.—¿Qué ha sucedido? —pregunto, aún confusa.—¿Cuántos días llevo aquí? —me llevo la mano
Llegamos a la casa de los padres de Darius y, al entrar, veo a todos reunidos en la sala. Victoria invita a los niños a ver una película con palomitas, y ellos se van felices con ella.En cuanto se alejan con los niños, Leo es el primero en hablar, claramente molesto.—¿Me pueden explicar qué está pasando? —pregunta, levantándose de su asiento.—Ya sabemos quién fue la responsable de atropellar a Trish —responde Darius, ayudándome a sentarme.—¿La responsable? ¿Estás hablando de una mujer? —pregunta Alanys, sorprendida, y yo asiento.—Déjenme adivinar —dice Abbey poniéndose de pie—, ¿la maldita de Catalina, verdad?—¡Abbey! —la regaña su padre.—¿Qué? —responde ella, rodando los ojos—. No estoy mintiendo, papá, ¡es una perra!—¿Qué saben de ella? —pregunta Alanys, con una mezcla de curiosidad y preocupación.—No sabemos dónde está ahora —explica Darius, rodeándome con su brazo—. La policía fue a buscarla a su departamento y tampoco estaba en la casa de mi abuela.—Hay algo más —digo,
A pesar de que han pasado varios días desde que Catalina le envió aquel mensaje a Trish, todo ha estado tranquilo; el único problema es que yo no puedo estarlo.Todavía no puedo creer que haya intentado matar a Trish y que, por su culpa, hayamos perdido a nuestro hijo.Hemos buscado por todas partes y no hemos podido dar con ella. Los detectives dicen que probablemente salió del país, pero yo no lo creo; pienso que sigue aquí, escondida, esperando para atacar.También estoy convencido de que no está trabajando sola, y que alguien más es su cómplice en toda esta locura.Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos. Camino hacia mi escritorio, doy la orden de pasar y me siento en mi silla.—Lamento interrumpir, señor, esto le acaba de llegar —dice mientras se acerca y me entrega un sobre amarillo—. También lo busca el señor Leo Hart.Noto que el sobre proviene de uno de los detectives que contraté.—Muchas gracias. Haz pasar al señor Leo y asegúrate de que nadie nos interrumpa,
Darius estuvo actuando de una manera que me pareció sumamente extraña. Nunca, en todo el tiempo que llevamos juntos, lo había visto comportarse así; algo dentro de mí no me deja estar tranquila, una sensación de angustia que me consume. Necesito saber qué está pasando.Guardo mis cosas, tomo mi bolso y recojo todo lo de mis pequeños. Los tomo de la mano y salgo de la oficina rápidamente.Al llegar a la recepción, veo a Mike, y eso no me da buena espina.—Señorita Trish —saluda Mike con una leve inclinación de cabeza, también dirigiéndose a los niños.—Mike, ¿dónde está Darius? Pensé que lo acompañarías a ver a los nuevos inversionistas —le digo, con un tono de voz lleno de incertidumbre, mientras él toma nuestras pertenencias.—El señor me pidió que me encargara de llevarlos a casa a salvo, dijo que iría solo esta vez —responde. Asiento, pero mis dudas aumentan—. ¿Los llevo a casa o desean ir a otro lugar?—Vamos a casa de los padres de Darius —le indico. Mike asiente, abre la puerta
Mike me sostiene mientras estoy sentada en el sofá, a mi lado. Alanys pasa un algodón con alcohol por mi nariz, tratando de calmarme.—Tenemos que calmarnos y pensar con cabeza fría —dice el señor Evans, abrazando a su esposa con un gesto preocupado.—Buenas noches —Leo entra a la sala y, al ver cómo me encuentro, se apresura a acercarse—. Hasta ahora pude ver los mensajes de Abbey. ¿Me pueden decir qué pasó?Vuelvo a romper en llanto, y Leo me abraza con fuerza.—Creemos que Darius está secuestrado —Alanys le pasa el teléfono a Leo, quien observa las imágenes y el mensaje con una expresión de incredulidad—. No sabemos cómo ocurrió todo esto.—Yo creo saber quién está detrás de esto —dice Leo, separándose de mí con una expresión sombría—. Lamento no haberlo dicho antes, pero Darius me pidió discreción.—¡Habla ya, Leo! ¿Quién tiene que ver en todo esto? —exijo, aunque en el fondo una idea empieza a tomar forma en mi mente.—Adelia, su abuela —revela Leo. Todos lo miran sorprendidos, e
Sentía mi cuerpo pesado, agotado, mientras un dolor punzante me atravesaba la cabeza. La sangre bajaba lentamente por mi cuello, empapando cada vez más mi camisa. Traté de recordar lo que había pasado en casa de mi abuela, pero todo estaba borroso, como una niebla espesa que no me dejaba pensar con claridad. Solo tenía en mente el golpe brutal en la parte trasera de mi cabeza.¿Qué diablos había pasado?Al abrir los ojos, me di cuenta de que estaba amarrado a una silla. El lugar parecía un sótano oscuro y húmedo, apenas iluminado por una luz tenue. La habitación estaba vacía, fría, casi como una prisión olvidada. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba allí, pero sabía una cosa con certeza: Trisha debía de estar completamente desesperada por mí.El sonido de unos pasos me sacó de mis pensamientos. Inmediatamente incliné la cabeza, cerré los ojos y me mantuve quieto, fingiendo inconsciencia. Los pasos se acercaron cada vez más, y cuando la puerta se abrió, sentí la presencia de alguien