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Primeros sentimientos

Matthew

Así pasamos el tiempo de la aplicación del suero, la verdad, olvide donde estaba, era como volver a estar en el colegio. Esperando que te devuelvan la respuesta del papel que le lanzaste a la chica que te gustaba. Con terror de que la profesora lo intercepte, haciéndote pasar vergüenza y leyéndolo frente a todos tu confesión.

Con todo este juego hasta las enfermeras e incluso los otros pacientes estaban animados, viendo el drama ante sus ojos como si fuera una telenovela. La sala se sentía encantada, con un aire de misterio y alegría. En el que todos nos incluimos, sin saber en realidad, que solo era una amiga, tratando de levantarle el ánimo a un amigo.

Cuando todo se terminó, que llegué afuera, ella me sonreía de oreja a oreja como si fuera una niña pequeña. El personal del hospital nada más nos miraba, yo negué con la cabeza y la bajé mirando hacia el suelo. Sentí que me ponía colorado y boté el aire fuertemente. Vi sus pies a mi lado y sentí que besó mi rostro, enseguida levanté la mirada para encontrar la de ella.

—Tan bonito cuando se sonroja.

—Puedes dejarlo ya, no te burles.

—No lo hago, te ves bonito.

Lo dijo como si fuera un niño herido porque lo llaman mentiroso, tuve que reírme y le tendí la mano. Ella la tomó y la jalé conmigo, despidiéndonos de todos que nos seguían observando encantados como si fuéramos algo único. Por un tiempo esto no cambió, cada vez que debía volver, todos esperaban ver qué nuevo espectáculo habría preparado Carol para sorprenderme. La verdad, era que iba descubriendo que era un caso especial sin cura, sus ocurrencias eran capaces de mantener a uno vivo, lo cual me venía como anillo al dedo.

Llevábamos tres meses conociéndonos y aprendiendo a hacernos compañía. Ella era super aplicada, ni una vez me descuidaba y siempre teníamos algo de que hablar, que enseñarnos. Aun así, yo comenzaba a estar ya algo cansado de estar en casa y solo salir para ir al hospital. Unido a eso el trabajo que debía hacer de la empresa, ya que al final no la vendí, a veces era agotador, a veces me solía sobrepasar. Por lo que luego de ponerme el medicamento que me tocaba ese día, decidí esa semana hacer un cambio. Ya en el auto, luego de salir del hospital, le pedí al chofer que nos llevará sin demora directo a la casa, hoy no habría paseos cortos. Cuando llegamos le dije a Carol que recogiera algo de ropa para un tiempo, nos iríamos a despejar a mi casa del lago. Ella saltó emocionada y corrió a recoger todo, nos merecíamos un nuevo ambiente.

De repente viéndola saltar cómo cría, hizo cambiar algo en mí, comencé a sentirme raro y eso no me gusto. Un sentimiento cálido se asentó en mi pecho y lo tuve que reprimir, sentí que podía ser peligroso dejarlo en libertad. Es que por desgracia soy de los que vuela rápido hacia las cosas, no tengo paciencia para esperar, lo que quiero lo lucho, pero no, esta vez no puedo. Prometí cuidar a Carol a mi mejor amiga y eso haré, es como mi hermana y nada más, eso me repetía a cada rato como disco rayado. Sin embargo, mis palabras estaban llenas de inseguridad.

Alejando ese sentimiento y de vuelta a nuestros planes, ya listo, nos dirigimos hacia la casa del lago. Esta vez yo fui manejando, quería alejarme de todo y todos, menos de Carol. Al llegar que vio el lugar ocurrió lo normal, se emocionó y gritó como niña pequeña por un juguete nuevo. Cargo el equipaje de ambos sin protestar, no me dio tiempo a ayudarla y desde que entró lo hizo revisando todo el sitio, hasta que vio el muelle en el lago. No pude parar de reír al ver lo que haría, era la chica más rara del mundo. Sin importarle nada se quitó su ropa, quedando en la ropa interior solamente. Y con el mismo entusiasmo dijo, al agua pato y se lanzó al agua fría. 

Sabía que saldría chillando, así que busqué corriendo una toalla para cubrirla. La esperé en la salida con mi sonrisa de lado, al momento venía temblando y diciendo obscenidades. Me carcajeé y ella me miró con mala cara. Levanté las cejas y abrí la toalla para recibirla, enseguida vino a envolverse. La sequé por arriba, pero me detuve, porque vi el hermoso cuerpo que poseía, hasta ahora había estado escondido para mí. Trague en seco y dejándola atrás, entré en la casa, mientras caminaba hacia la cocina, le grite que entrara para qué se cambiará antes de que atrapara un resfrío.

Le señalé su habitación, levantó una ceja y sin detenerse entró. En lo que se vestía le hice un chocolate caliente para ella y un té para mí, ya saben, el chico sano. Salió y antes de poder hablarle corrió a buscar la ropa que dejó en el muelle y regresó. Para luego volver a encontrarse conmigo en segundos, sonreí y entonces le ofrecí la taza de chocolate. Era demasiado activa para mí a veces, pero supongo que, de nuevo, eso era algo bueno para mí. La invité a sentarnos en el sofá que había junto a una gran ventana de cristal, la cual mostraba una hermosa vista hacia el lago.

—Estás loca, el lago aquí es super frío y además tiene caimanes.

—¡¿Qué?!

Me reí con ganas al ver su cara asustada, creo que palideció.

—Es mentira, piensas que si realmente estos tuviesen su hábitat aquí te hubiese dejado hacer lo que hiciste.

Me golpeo el brazo.

—Eres malvado, porque dirías algo así. Además, no eres inocente, pudiste haberme advertido que iba directo a una piscina gigante de hielo.

—No, lo hice para asustarte y a ver si dejas de ser tan loca e impulsiva

—A ti te gustan mis locuras. —Casi me atraganto con el té—. Para la próxima hazme té igual al tuyo, no tienes por qué sufrir preparando cosas que no puedes beber.

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