CarolEstamos en casa, si lo sé, no debería perdonarlo tan rápido, sin embargo, ver a Matt tirado en el piso pidiéndome perdón y negándose a ponerse de pie al menos que lo perdonara me dolió. Alan me contó cómo se puso cuando desaparecí, no comía ni dormía y sus ojeras me decían que era cierto. Sin contar que había perdido peso, prueba de que no probaba alimento como hace siempre que está preocupado, lo conozco mejor que nadie y lo que estuvimos separados no fue tanto para perder kilos. Además, sé que todo fue una trampa y Claudia, personalmente, me explicó su traición y se disculpó de rodillas también. Aunque, igual, como puedo culpar a alguien que solo trataba de salvar a su ser querido.Sin contar que ahora era la pareja de Carl, un gran amigo que ha pasado, por tanto, en su vida como nosotros y se merece
CarolMi piel se erizó, lo que provocó que se burlara aún más. Sentí su mano descender de mi nuca, pasar por mi hombro acariciándolo hasta terminar en mis senos, sostuvo el derecho en su mano y jugo con este hasta hacerme gemir. Lentamente, se acercó, le dio besos sobre la ropa sin desviar su mirada de la mía. Mordiéndose su labio inferior, libero mi pecho de su encierro mortal. Su lengua recorrió mi punta derecha y gemí con fuerza, miré al techo, con solo eso ya estaba empapada. Él siguió torturándome, besando la distancia entre mis pechos, para al final sorber el otro y hacerme encorvar. Mis hormonas estaban a millón y más con el embarazo.—¿Qué quieres conejita?—A ti. Te necesito dentro de mí, Matt, por favor.—Sus necesidades son mi prio
CarolEl evento estaba a punto de celebrarse, era este fin de semana y yo no tenía idea de que ponerme. Hasta que una gran caja fue dejada sobre la cama el viernes temprano en la mañana. Me levanté para ir a hacer mi rutina matutina, creyendo que mi esposo se había ido a trabajar. Lo cual era falso, pues este esperaba escondido a que me levantara para dejar el presente sobre el colchón.Cuando la abrí me encontré con un bello vestido morado, este hombre es tan increíble, no deja de darme sorpresas.Al verlo reí cómo tonta y hasta lágrimas se me escaparon de la emoción.Mi novio siempre sabe cómo hacerme feliz y no tiene ningún límite para demostrarme cuánto me ama.Sin pensarlo dos veces me desnudé para probármelo. El vesti
MatthewCarol me mira y es tan fácil leer lo que hay en esos bellos ojos. Hoy soy el CEO Gil en este evento, pero jamás le quitó mi vista de encima y si lo hago, mi mano la sostiene. Después de todo lo que ha pasado, necesito saber que está cerca, sentirla de alguna manera. Ha despertado en mí, una característica que no sabía que tenía, sobreprotector.Como he dicho desde que la conocí, ella es ese peso, esa ancla que me mantiene estable. Ya probé lo que es perderla y casi me vuelvo loco, no hay nadie en esta vida que me pueda hacer sentir así. Solo ella me hace sentir libre, valiente, especial y real. Con ella no tengo que ser el fuerte director general, con ella soy Matt, su Matt.Si existen realmente las almas gemelas, pues Carol es sin duda la mía porque algo nos ata y sostiene, no hay forma de explicarlo. Solo sé que adoro vivir, el día
—¡Mamá!—¿Qué pasa cariño? ¿Por qué gritas así? ¿Y por qué lloras mi ángel hermoso?Camino hasta llegar a su lado.—Mira mami, Pececito tres no despierta.Me acerco más a la pecera y compruebo que tiene razón, pero este por desgracia no duerme, sino que ha muerto. Sin embargo, como le explicas a una niña de cinco años, haciendo pucheros, sobre lo que significa irse al más allá y no volver a verlo. Aunque ha estado en el cementerio con nosotros a presentar respeto a sus abuelos, aún no sabe exactamente qué significa la muerte. Para mí, esta es una de las partes difíciles de la crianza, los por qué.Justo en ese momento entra en casa mi héroe, supongo que mi cara le dice todo por qué sonríe. Él trae a Chris en sus brazos, los ojos del enano se abren y cie
Matthew Bajo las escaleras para ir en busca de la salida de la casa, hoy iré a divertirme con unos amigos y a conquistar algunas chicas. Voy muy animado, pero mis pasos se detienen al escuchar a mi padre hablar. —Matthew, porque no vienes conmigo hoy a ver los negocios y así continúas aprendiendo hijo. Me giro a verlo con cara de pocos amigos. —¿Pa, de nuevo? Ya me has tenido todos estos días allí, enseñándome todos tus trucos. Solo tengo diecinueve años los cuales acabo de cumplir, el mes pasado, por cierto. Tan solo déjame disfrutar de mis vacaciones. Me he esforzado bastante para sacar buenas notas por lo que creo que merezco un descanso. —Hijo, yo no necesito que tú obtengas buenas notas, lo importante es que aprendas de verdad. Tú eres mi heredero y si el día de mañana no estoy, tú te harás cargo de todo lo nuestro. Y sabes mejor que nadie, la familia que nos rodea, hienas sin corazón que no dudaran en destrozarte entre risas. —Pa, lo sé, pero por favor no digas que no vas
Cuando los síntomas se fueron agravando a un punto ya no justificado, decidí ir a ver al hijo de uno de los mejores amigos de mi padre, que era un gran doctor. De hecho, me atendió desde niño, era mi doctor de cabecera, siempre había contado con él. Llegué a su consulta a verlo, donde luego de saludarme y de algunos análisis me dijo que no le gustaba lo que veía. Por lo que me iba a remitir con otro médico que era muy amigo suyo. Hubo un momento en que sentí que algo estaba pasando y aunque traté de saber que era, no quiso decirme nada más, simplemente me envió a ver a Carl Sandoval.El día que fui a ver al otro doctor, Claudia fue junto conmigo, insistió en que debía estar a mi lado. Al llegar al hospital nos guiaron el camino hasta la consulta y al llegar nos dimos cuenta de que era el área de oncología, por lo que mi corazón se paralizó. Respiré varias veces y me dije que no podía adelantarme, todo tenía una explicación y no tenía por qué ser algo tan negativo. Mi novia apretó mi
MatthewEn el tiempo que comencé mi segundo bloque de quimio después de la remisión, Carl y yo desarrollamos una amistad bastante fuerte. Al punto de que a veces cenábamos juntos y nos hacíamos compañía algún extraño fin para ver un juego de básquetbol o cualquier otro deporte. Además, en el salón de las terapias conocí a una señora llamada Georgina, quien era sin lugar a duda un amor de persona. Al final éramos solo ella y yo en aquella salita, se sentía como si estuviéramos en otro sitio y no en el infierno. Ella tenía tanta voluntad de vivir por su hija, ya que su esposo las abandonó y las dejó a su suerte sin jamás volver a preocuparse ni por la nena. Había trabajado duro para salir adelante y ahora, aunque había reunido un buen dinero, le dolía ver que se iba en estos tratamientos tan costosos y dolorosos.—Sé que cuando salga de aquí lo recuperaré para que mi hija termine su carrera tranquila y no tenga que estar al tanto de sí, ya cené o tomé las medicinas.—Gina. —Así le decía