Para cuando Jacob y yo cumplimos un año juntos, ambos estábamos enganchados a la heroína. Mi vida era un completo desastre. Sexo, drogas, alcohol… todo servía para olvidar quién era.
Mi padre había montado su propia cocina de heroína en nuestro sótano. Por lo que trataba de estar en la casa lo menos posible. Así que apenas si lo veía.
Concentrarme en la escuela era todo un reto, pero con un poco de fortuna conseguía pasar mis clases sin problema, no era una alumna sobresaliente, pero obtenía buenas notas, siempre había tenido facilidad para entender y estudiar, así que era cuestión de mantenerme lo más sobria posible en horas de escuela y ya cuando salía, Jacob me esperaba en la puerta y nos íbamos a pasear por ahí en su vieja motocicleta o a casa de Demian, su mejor amigo, a quién llamaban "el tatuado", ya que ten&
Con lo poco que ganaba en el bar, apenas si me alcanzaba para pagar el motel y evitar dormir en la calle. El dinero de las propinas me alimentaba algunas veces. Otras, solo pasaba hambre.Las drogas eran lo único que me ayudaba a sobrellevar mi patética existencia. No conseguía ninguna otra razón para levantarme cada día. Me encontraba absolutamente sola.El único pariente vivo y libre que me quedaba era mi abuela Bea, la madre de mi mamá, pero ella vivía en florida, y no había sabido de ella desde la muerte de mi madre.Me levanté de la cama y me metí a la ducha. Era uno de esos días donde las propinas no alcanzaban para alimentarme, así que me puse una pollera de cuero, una sudadera de tiras negras y las botas. Tomé la chaqueta de jean y mi bolso, me maquillé un poco y me fui al trabajo. Comenzaba mi jornada en "The Cave". Greg, mi jefe y due&ntild
Cristian dividía su tiempo entre Detroit y NY, por lo que la mayor parte de la semana no lo veía, aunque hablábamos cada día. Muy rápidamente quedé absolutamente enamorada de él.Y sabía que él sentía lo mismo por mí. Me lo hacía saber todo el tiempo, con gestos, y con palabras. Siempre estaba pendiente de mí.Unos meses después de comenzar nuestra relación, insistió en que me mudara a su departamento, le preocupaba mi seguridad, y no quería que siguiera viviendo en el motel.Accedí encantada, amaba estar con él. Ya no me sentía sola, y todo comenzaba a mejorar. De a poco fui dejando las drogas, hasta que las saqué por completo de mi vida. Ya no las necesitaba, tenía a Cristian.Como no me dejaba pagar nada de la casa, ni la comida, ni siquiera mis gastos, aproveché para anotarme en una clase. Que
Esa mañana salí del departamento sin ningún rumbo fijo, sin saber dónde ir, o qué hacer. Con el corazón destrozado, una vez más. Otra vez un hombre había roto mi confianza, se había burlado de mí. Pero esta era la última vez que me pasaba. No volvería a confiar en ningún hombre, jamás. Y no dejaría que nadie más decidiera por mí, nunca.Por supuesto que tendría a mi hijo, ni él, ni nadie me obligaría a terminar con el embarazo. Al fin tenía alguien que era solo mío. Pensando en Cristian y en todas sus mentiras, ahora que sabía que vivía aquí, lo mejor sería marcharme. Nada me ataba a Detroit. Entonces recordé a mi abuela. Fui hasta la terminal de ómnibus y compré un pasaje a Florida.Me tomó más de 20hs llegar a Miami. Estaba agotada, y me sentía re
Un hermoso varón, pesó 3850 gr y midió 58 cm. Estaba sano y fuerte. Noah era lo más hermoso que había visto en la vida, y era todo mío. La primera vez que lo pusieron en mis brazos, lloré como nunca antes. Y supe que mi vida jamás sería igual. Él lo sería todo. Haría cualquier cosa por mi pequeño tesoro.A medida que fue creciendo comenzó a parecerse a mi padre, su cabello rubio y sus mismos ojos celestes. Pero su pequeña boca, sin dudas lo había heredado de mí.Sus primeros meses fueron los más felices de mi vida. Cada sonido, cada movimiento que hacía, era como el regalo más hermoso del mundo. Tanto Bea como yo, estábamos absolutamente enamoradas del pequeño.Noah fue creciendo rápidamente, yo volví al trabajo, y mi abuela lo cuidaba durante el día. A los seis meses, dejó de tomar
El reloj de la pared marcaba casi las 9pm de la noche, sentada frente al tocador, terminé de arreglar mi largo y ondulado cabello castaño en un rodete, lo retorcí y lo sujeté con el mismo pelo. Luego retoqué mi maquillaje, mis enormes ojos color miel lucían cautivadores desde lejos, pero si te acercabas lo suficiente podrías ver la enorme tristeza que habitaba en ellos, puse un poco más de rubor sobre mis ya pronunciados pómulos, rojo carmín en mis gruesos labios en forma de corazón. Miré el lunar que adornaba la comisura derecha de mi boca y sonreí; cuando era pequeña mi abuela solía decir que era la forma en que dios había demostrado que nadie era perfecto. Me puse de pie y di un último vistazo a la ropa, hoy llevaba un traje de pantalón y saco negro, pero aún lucían mis curvas debajo de él, la trasparencia de la blanca camisa mostraba
—Soy Ethan Guerrero, encantado de conocerte belleza —dijo en un tono bajo y seductor.—Candy, el gusto es mío señor Guerrero.—No, tú llámame Ethan.—Bien, Ethan. Te devuelvo tu dinero, no puedo aceptarlo —saqué el fajo de dólares de mi cadera y se lo entregué.—Nadie me dice que no, reina. Eso es para ti.—Es muy generoso de tu parte, pero es demasiado por un baile, ¿no crees?—Te lo ganaste. Eres un auténtico encanto y me has cautivado por completo.—En serio, no puedo…—No discutas conmigo reina, acéptalo y cómprate algo bonito, me daré por pagado imaginándote.—Gracias —respondí tímidamente, él me intimidaba y me ponía los pelos de punta.—¿Cómo te llamas realmente?—Candy &mda
A las 8am la alarma sonó como cada sábado. Di unas vueltas en la cama, las pocas horas de sueño que tenía no me bastaban. De un manotazo apagué el reloj y sin abrir los ojos me giré y volví a enredarme en el edredón.—¡Despierta mamá! Llegaremos tarde otra vez —gritó una pequeña voz mientras saltaba en mi cama.—Ya Noah… cinco minutos más… —rogué.—Nada de cinco minutos, vamos levántate dormilona —me giré hasta él, de un tirón lo empujé a mis brazos y comencé a hacerle cosquillas sin piedad, mientras reía a carcajadas.—Eres un mandón y lo pagarás —dije entre risas.—Ya para, detente. Me rindo.—Así me gusta, que sepas quién manda, pequeño.—Yo, por supuesto —respondi&oacu
El domingo llevé a Noah a la playa y jugamos un buen rato en la arena. Luego volvimos a casa. Los domingos no trabajaba, por lo que me dediqué a cocinar un exquisito pollo relleno, el favorito de mi hijo, con puré de patatas y guisantes. Cenamos los tres juntos, y luego vimos una película, de súper héroes, claro. Los vengadores fue la elegida. Agotado Noah se durmió a la mitad, aún en mis brazos. Lo llevé a su cama y lo acosté, quité sus gafas y lo arropé. Besé su frente y volví a la sala. Me serví una cerveza y me tiré en el sofá. Bea se fue a la cama, por lo que pude disfrutar de un rato para mí.El teléfono móvil sonó, no conocía el número, pero igual atendí.—¿Sí? —pregunté cautelosa.—Hola reina, ¿cómo estás?—E