—¿Cómo te llamas? —preguntó una voz a mi espalda. Me giré a ver de quién se trataba, no lo reconocí.
—Soy Emily ¿Y tú? —pregunté tragando saliva. No esperaba su cercanía. Estaba invadiendo mi espacio personal y me sentí acorralada entre su fuerte cuerpo y mi casillero.
—Jacob, ¿puedo acompañarte a tu casa? —preguntó para mi enorme sorpresa.
—Si quieres…
Caminamos lento hasta llegar a mi hogar, me contó de su vida y yo de la mía. Nuestros padres habían resultado ser amigos, y era uno de los visitantes habituales en mi casa. Teníamos más cosas en común de lo que creíamos en un principio.
Al llegar al porche no nos despedimos, nos sentamos y continuamos conociéndonos, intercambiando opiniones sobre bandas de música que nos gustaban y cosas que nos interesaban.
Poco a poco comenzamos a pasar más tiempo juntos, hasta que finalmente me besó. Para mí era la primera vez que alguien lo hacía, él tenía experiencia, pude notarlo de inmediato. Su beso fue seguro y nada tímido. Sus labios se cerraron en torno a los míos y no tuve más remedio que abrir la boca y albergar su lengua, se sintió bien. Creí que a alguien en el mundo le importaba. Ya no me parecía estar sola. Sus manos se aferraron a mi cintura y acarició mi espalda.
Durante un tiempo, lo único que hacíamos era besarnos y acariciarnos. Luego sus manos comenzaron a exigirme más y más. Ya no le bastaban mi espalda o mi pelo.
Y se aventuró a acariciar mis pechos por encima de mi remera. Al principio me resultó algo incómodo, pero luego, yo también quise más. Mi trasero fue su siguiente víctima. Y finalmente me tomó por el pelo y me agachó hasta su entrepierna. Lo miré confundida.
—¿Qué esperas que haga? —pregunté como una idiota, claro que sabía qué quería, pero el temor me invadió.
—Merezco algo de tu cariño, ¿no?
—Sabes que te quiero Jacob.
—Demuéstramelo.
Inspiré hondo y me llené de valor, no tenía ni la menor idea de lo que debía hacer. Había hablado con mis amigas de sexo, pero no era lo mismo, ahora que tenía que hacerlo.
Con dedos temblorosos bajé su cremallera y luego su vaquero. Comencé a acariciarlo por encima de la ropa interior, mientras él gemía.
—Vamos, hazlo.
—No sé cómo…
—Yo te guío —dijo y sacó su miembro. Mi primera sensación fue de asco. Me resultaba absolutamente asqueroso pensar en tenerlo en la boca. Pero él, sin poder esperar más, volvió a tomarme del cabello y me acercó a su pene.
—Abre la boca y chúpalo como si fuera una paleta, no es tan difícil.
Lo hice y aguanté la respiración. Una vez que estuvo entre mis labios, una arcada me invadió y él se rio.
—Puedes hacerlo mejor. Vamos —volvió a insistir.
Repetí la acción y luego lo lamí como si fuera una paleta. A él pareció gustarle lo que hacía y su respiración comenzó a agitarse. Unos minutos después su cuerpo comenzó a temblar y un líquido tibio y salado me inundó la boca. Salí corriendo al baño y lo escupí en el inodoro. Me la enjuagué y luego cepillé mis dientes. Finalmente, el sabor se había ido.
Cuando volví a la habitación, él estaba recostado en mi cama con una amplia sonrisa de satisfacción y yo me sentí mejor de haber conseguido que la pasara bien.
Por un tiempo se conformó con eso. Continuamente me decía que quería que selláramos nuestro amor; sexo, por supuesto. Pero aún no estaba lista para eso.
Una noche mientras estaba encerrada en mi habitación escuchando música, golpearon mi puerta.
—¿Quién es? —pregunté desconfiada. Jamás nadie subía a molestarme.
—Soy yo. Ábreme.
—¿Qué haces aquí Jacob? —pregunté sorprendida al verlo tan tarde en mi casa.
—Vine a verte tonta ¿Qué crees? —dijo mientras entraba a mi dormitorio.
—¿Mi padre está?
—Sí, él me abrió, bueno más bien le abrió a mi padre, y yo me colé a tu habitación. Pero antes me traje esto —dijo mientras se sentaba en la cama y sacaba de su bolsillo un pequeño papel de aluminio. Era heroína, la conocía bien. Jamás la había probado, aunque convivía con ella. Mis gustos hacia las drogas se reducían a marihuana y cocaína, esta última, solo cuando necesitaba con desesperación olvidar quién era.
—¿Se lo sacaste a mi padre?
—No, se la compré —ya nada me asombraba de Hank, pero venderle a mi novio, era un nuevo récord en su marcador personal de padre del año.
—No sé si quiero hacerlo…
—Bien, no lo hagas, más para mí —volvió a meter su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó de él un pequeño envoltorio. De éste tomó una cuchara, un mechero y una jeringa. Puso un poco de polvo sobre la cuchara y la calentó hasta que se volvió líquida. Luego llenó la jeringa y me pidió que lo inyectara.
—Vamos, hazlo. Si me amas lo harás por mí —dijo ofreciéndomela. Mordí mi labio y finalmente di un paso hacia él. Tomé su brazo y enrosqué una banda elástica, su vena rápidamente resurgió y clavé la jeringa en su piel. Cerró sus ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás.
—¿Segura que no quieres un poco? Nos divertiremos juntos. Vamos —dijo luego de unos minutos de silencio.
—De acuerdo. Hagámoslo —respondí finalmente, luego de pensármelo unos segundos. Repitió la acción y cuando todo estuvo listo él me inyectó a mí. La sensación fue increíble. Al primer contacto una oleada de bienestar me alcanzó, como si todo en el mundo estuviera bien. Un cúmulo de emociones, una especie de euforia, alegría… la boca se me secó y el cuerpo pareció pesarme una tonelada.
Jacob comenzó a besarme desesperadamente, sus manos viajaban por mi cuerpo sin ningún remordimiento. Y cuando me di cuenta, ya estaba completamente desnuda al igual que él.
—Hagamos el amor —dijo y se colocó un condón. Asentí presa de las sensaciones.
Lo sentí acomodarse entre mis piernas y ejercer presión contra mi vagina. Pero mi cuerpo estaba algo lento y más relajado que de costumbre, por lo que no tardó en introducirse en mí. Una nueva sensación de irritación, ardor y dolor se alojó en mi pelvis. Pero apenas si podía levantar los brazos para tocarlo. De a poco comenzó a tomar un ritmo más parejo y finalmente su cuerpo tembló y luego salió de mí.
—¿Lo disfrutaste? —preguntó al segundo. No estaba muy segura de haber estado presente, así que solo asentí. Y me dejé llevar por el adormecimiento que me abrazaba.
Para cuando Jacob y yo cumplimos un año juntos, ambos estábamos enganchados a la heroína. Mi vida era un completo desastre. Sexo, drogas, alcohol… todo servía para olvidar quién era.Mi padre había montado su propia cocina de heroína en nuestro sótano. Por lo que trataba de estar en la casa lo menos posible. Así que apenas si lo veía.Concentrarme en la escuela era todo un reto, pero con un poco de fortuna conseguía pasar mis clases sin problema, no era una alumna sobresaliente, pero obtenía buenas notas, siempre había tenido facilidad para entender y estudiar, así que era cuestión de mantenerme lo más sobria posible en horas de escuela y ya cuando salía, Jacob me esperaba en la puerta y nos íbamos a pasear por ahí en su vieja motocicleta o a casa de Demian, su mejor amigo, a quién llamaban "el tatuado", ya que ten&
Con lo poco que ganaba en el bar, apenas si me alcanzaba para pagar el motel y evitar dormir en la calle. El dinero de las propinas me alimentaba algunas veces. Otras, solo pasaba hambre.Las drogas eran lo único que me ayudaba a sobrellevar mi patética existencia. No conseguía ninguna otra razón para levantarme cada día. Me encontraba absolutamente sola.El único pariente vivo y libre que me quedaba era mi abuela Bea, la madre de mi mamá, pero ella vivía en florida, y no había sabido de ella desde la muerte de mi madre.Me levanté de la cama y me metí a la ducha. Era uno de esos días donde las propinas no alcanzaban para alimentarme, así que me puse una pollera de cuero, una sudadera de tiras negras y las botas. Tomé la chaqueta de jean y mi bolso, me maquillé un poco y me fui al trabajo. Comenzaba mi jornada en "The Cave". Greg, mi jefe y due&ntild
Cristian dividía su tiempo entre Detroit y NY, por lo que la mayor parte de la semana no lo veía, aunque hablábamos cada día. Muy rápidamente quedé absolutamente enamorada de él.Y sabía que él sentía lo mismo por mí. Me lo hacía saber todo el tiempo, con gestos, y con palabras. Siempre estaba pendiente de mí.Unos meses después de comenzar nuestra relación, insistió en que me mudara a su departamento, le preocupaba mi seguridad, y no quería que siguiera viviendo en el motel.Accedí encantada, amaba estar con él. Ya no me sentía sola, y todo comenzaba a mejorar. De a poco fui dejando las drogas, hasta que las saqué por completo de mi vida. Ya no las necesitaba, tenía a Cristian.Como no me dejaba pagar nada de la casa, ni la comida, ni siquiera mis gastos, aproveché para anotarme en una clase. Que
Esa mañana salí del departamento sin ningún rumbo fijo, sin saber dónde ir, o qué hacer. Con el corazón destrozado, una vez más. Otra vez un hombre había roto mi confianza, se había burlado de mí. Pero esta era la última vez que me pasaba. No volvería a confiar en ningún hombre, jamás. Y no dejaría que nadie más decidiera por mí, nunca.Por supuesto que tendría a mi hijo, ni él, ni nadie me obligaría a terminar con el embarazo. Al fin tenía alguien que era solo mío. Pensando en Cristian y en todas sus mentiras, ahora que sabía que vivía aquí, lo mejor sería marcharme. Nada me ataba a Detroit. Entonces recordé a mi abuela. Fui hasta la terminal de ómnibus y compré un pasaje a Florida.Me tomó más de 20hs llegar a Miami. Estaba agotada, y me sentía re
Un hermoso varón, pesó 3850 gr y midió 58 cm. Estaba sano y fuerte. Noah era lo más hermoso que había visto en la vida, y era todo mío. La primera vez que lo pusieron en mis brazos, lloré como nunca antes. Y supe que mi vida jamás sería igual. Él lo sería todo. Haría cualquier cosa por mi pequeño tesoro.A medida que fue creciendo comenzó a parecerse a mi padre, su cabello rubio y sus mismos ojos celestes. Pero su pequeña boca, sin dudas lo había heredado de mí.Sus primeros meses fueron los más felices de mi vida. Cada sonido, cada movimiento que hacía, era como el regalo más hermoso del mundo. Tanto Bea como yo, estábamos absolutamente enamoradas del pequeño.Noah fue creciendo rápidamente, yo volví al trabajo, y mi abuela lo cuidaba durante el día. A los seis meses, dejó de tomar
El reloj de la pared marcaba casi las 9pm de la noche, sentada frente al tocador, terminé de arreglar mi largo y ondulado cabello castaño en un rodete, lo retorcí y lo sujeté con el mismo pelo. Luego retoqué mi maquillaje, mis enormes ojos color miel lucían cautivadores desde lejos, pero si te acercabas lo suficiente podrías ver la enorme tristeza que habitaba en ellos, puse un poco más de rubor sobre mis ya pronunciados pómulos, rojo carmín en mis gruesos labios en forma de corazón. Miré el lunar que adornaba la comisura derecha de mi boca y sonreí; cuando era pequeña mi abuela solía decir que era la forma en que dios había demostrado que nadie era perfecto. Me puse de pie y di un último vistazo a la ropa, hoy llevaba un traje de pantalón y saco negro, pero aún lucían mis curvas debajo de él, la trasparencia de la blanca camisa mostraba
—Soy Ethan Guerrero, encantado de conocerte belleza —dijo en un tono bajo y seductor.—Candy, el gusto es mío señor Guerrero.—No, tú llámame Ethan.—Bien, Ethan. Te devuelvo tu dinero, no puedo aceptarlo —saqué el fajo de dólares de mi cadera y se lo entregué.—Nadie me dice que no, reina. Eso es para ti.—Es muy generoso de tu parte, pero es demasiado por un baile, ¿no crees?—Te lo ganaste. Eres un auténtico encanto y me has cautivado por completo.—En serio, no puedo…—No discutas conmigo reina, acéptalo y cómprate algo bonito, me daré por pagado imaginándote.—Gracias —respondí tímidamente, él me intimidaba y me ponía los pelos de punta.—¿Cómo te llamas realmente?—Candy &mda
A las 8am la alarma sonó como cada sábado. Di unas vueltas en la cama, las pocas horas de sueño que tenía no me bastaban. De un manotazo apagué el reloj y sin abrir los ojos me giré y volví a enredarme en el edredón.—¡Despierta mamá! Llegaremos tarde otra vez —gritó una pequeña voz mientras saltaba en mi cama.—Ya Noah… cinco minutos más… —rogué.—Nada de cinco minutos, vamos levántate dormilona —me giré hasta él, de un tirón lo empujé a mis brazos y comencé a hacerle cosquillas sin piedad, mientras reía a carcajadas.—Eres un mandón y lo pagarás —dije entre risas.—Ya para, detente. Me rindo.—Así me gusta, que sepas quién manda, pequeño.—Yo, por supuesto —respondi&oacu