CAPÍTULO 4

Casi tres horas después, a hora y media de tener que reanudar la reunión con “Agropecuaria Santa Clara”, el director general de “Saving Investments”, despertó porque la niña a su lado se quejó, y supo que ella necesitaba un cambio de pañal y que seguro pronto tendría hambre, tal como él la estaba teniendo.

Marisa escuchó ruidos en su oficina, deduciendo que el hombre había despertado, y luego vio que ese sujeto abría la puerta, preguntando si podía hacerle favor de pedir algo de comer.

La joven, que estaba punto de pedir su comida también, le pasó los menús de los restaurantes cercanos que más le gustaban a ella, y el hombre señaló algo que ella pidió junto a su comida.

Luego de la mamila, Mía no se durmió, estaba inquieta, y por eso la joven la tomó en brazos para permitir que ese hombre comiera, mientras ella seguía atendiendo la recepción con el portabebés sobre el escritorio, donde la niña, tal vez sintiéndose acompañada, estaba de verdad tranquila.

Maximiliano pensó que necesitaba una niñera, de preferencia una como esa recepcionista tan agradable y servicial, pero eso no era algo que él pudiera decidir, después de todo, a esa niña él solo la estaba cuidando por una emergencia.

LA NOCHE ANTERIOR

Maximiliano Santillana estaba cenando con su madre, escuchándola hablar de lo maravillosa que era su primera y única nieta, que recién había conocido esa tarde, pues su hijo y nuera vivían en otra ciudad, lugar donde él dirigía una sucursal de la financiera de su familia.

Mía era la primera hija de su hermano mayor, ese que tiempo atrás, un día, de la nada, llegó a esa casa con una novia embarazada, luego de eso Andrés Santillana Torres casó con la joven que había presentado a su madre y hermano como el amor de su vida, sin dar detalles de la vida personal de Maia Falcón.

Al parecer, la vida de esa joven no era algo que ambos quisieran contar, pues Maia tampoco habló de sí misma en ese año que habían pasado juntos después de conocerla.

Pero Maximina Torres no necesitaba saber nada sobre Maia, al menos no algo que ella misma no quisiera contar; a la mayor le bastaba con saber a la esposa de su hijo como su familia, una que querría y cuidaría para siempre, sobre todo en ese momento en que le daría la dicha de ser abuela.

Y es que Maximina, viendo la personalidad apática y fría de sus dos hijos, se había estado haciendo a la idea de que morirían de viejos en su casa, haciéndose compañía uno al otro, porque seguro no habría mujer en el mundo capaz de aguantarlos.

Pero luego apareció esa linda joven para darle una familia al mayor de sus dos hijos, dándole esperanza a la anciana de ver a sus dos hijos con una familia, siendo felices para siempre, o al menos fue así cómo lo pensó.

A Maximiliano no le molestaba escuchar de su madre lo feliz que la hacía ver a su hermano siendo feliz; incluso a él, aunque no lo demostraba, le hacía sentir tranquilo saber que Andrés había hecho una hermosa familia, como la que él no haría jamás, porque algo como el romance y los hijos no eran cosas que alcanzaran su atención.

Maximiliano también pensó que disfrutaría de ver a su hermano siendo feliz por mucho tiempo; pero, en la vida, nada es para siempre, ni siquiera la verdadera felicidad.

Y, tanto él como su madre lo supieron cuando, recién habían terminado de cenar, recibieron una llamada de parte del hospital, informando que esa familia, que tres horas atrás habían dejado la casa de Maximina, había tenido un accidente automovilístico.

Ambos corrieron al hospital para enterarse que la niña estaba en perfectas condiciones, pero los padres de la pequeña no, ambos estaban en el quirófano, luchando por sus vidas, pues el accidente había sido de gravedad.

En el quirófano murió Maia. La joven madre había utilizado su cuerpo para proteger a su pequeña hija, y lo había hecho tan bien que la niña estaba ilesa a coste de la mayoría de sus huesos rotos, muchos desgarres y órganos dañados a un nivel preocupante.

Andrés, por su parte, había librado la operación, y pasaría tiempo en terapia intensiva en lo que se estabilizaba y salía del peligro.

Maximina y Maximiliano habían tenido una terrible noche esperando noticias de los dos miembros de su familia que se encontraban en mal estado y, al amanecer, dieron de alta a la niña que no podían mantener en el hospital.

Maximina le pidió a su hijo que se hiciera cargo de la niña por ese día, ella se quedaría en el hospital al pendiente de todo, mientras el asistente de Maximiliano se hacía cargo de los servicios funerarios de Maia, porque a la joven no le conocían familia que se pudiera hacer cargo de ello.

Maximiliano se llevó a la niña a su casa, y una hora después recibió una llamada de su madre diciendo que su hermano no estaba fuera de peligro, pero que parecía estar estable, así que eso le tranquilizó un poco.

El hombre de cabello casi rubio se tranquilizó un poco, pero no lo suficiente como para poderse quedar en casa esperando noticias, así que decidió no cancelar su agenda de trabajo e ir a donde lo requerían, solo que con la niña a cuestas.

Su hermano y él nunca fueron de muchos amigos, su cuñada no tenía familia y sus dos padres venían de una larga generación de hijos únicos que ellos habían roto al tener dos hijos, así que parientes no tenían como para pedir a alguien que cuidara a la niña como un favor.

La cita que el hombre tenía ni siquiera era en su ciudad, era en una ciudad vecina a la que estaba buscando la oportunidad de estudiar para saber si era viable poner una sucursal de su financiera ahí o mejor pasar de largo; para ello, él había estado esperando hacer un contacto en ese lugar, y la agropecuaria que lo había contactado parecía ser la oportunidad que había estado esperando.

En su desesperación, Maximiliano pensó que lo mejor era mantenerse ocupado, en lugar de preocupado, así que subió a su sobrina al carro luego de que le dio una mamila que preparó con asistencia telefónica de su madre, y condujo por cerca de tres horas con ella llorando, terminando por estar completamente arrepentido.

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