—Muchas gracias por venir —dijo la joven, despidiendo a los de la limpieza tras revisar que la sala quedara impecable.
Esa sala no tenía la mejor vista, al menos no si la comparaban con la sala superior, pero contaba con la privacidad necesaria para que se trabajara cómodamente, por eso también era una excelente opción de renta.
Era una idea inusual, ciertamente, pero considerando la comodidad, el espacio y toda la indumentaria que proporcionaban, que iba desde pizarrones hasta proyectores, muchas personas decidían usarlas en lugar de recibir a empresarios o clientes en sus pequeñas e imprácticas oficinas de empresa.
En la recepción, Marisa recibió a unos conocidos, pues con ya cuatro años en el negocio, tenía clientes asiduos, y los dirigió a una sala que no esperaban, pero que para nada les disgustó, pues incluso sus baños eran mejores que los de la sala que usualmente rentaban, y se adentraron tras mencionarle a la joven el nombre de la empresa que ellos estaban esperando.
Minutos después, Marisa fue atraída por un hombre de tez blanca, cabello castaño claro, de ojos verdes y traje impecable que caminaba de un lado a otro en el estacionamiento mientras mecía a un bebé.
Se preguntó si ese hombre tendría alguna cita con algún médico, aunque por su traje más bien parecía que iba a la reunión, cosa ilógica, porque ningún empresario en su sano juicio se presentaría a una reunión de negocios con un bebé llorón entre los brazos, ¿o sí?
Pues, al parecer, a veces sí sucedía, porque el hombre del bebé llorón entró al edificio y se acercó a la recepción junto a otro hombre que lo veía extrañado, y medio incómodo también, porque el bebé en los brazos de ese hombre no dejaba de llorar.
—Soy Maximiliano Santillana —se presentó el hombre de pulcra apariencia en una voz ronca y casi perfecta que emocionó un poco a la mujer detrás del mostrador en la recepción—, soy de la financiera “Saving Investments”, y tengo una reunión con “Agropecuaria Santa Clara”.
—Por supuesto —dijo Marisa, dejando su puesto y caminando al frente de esos dos hombres serios y un bebé llorón—, síganme, por favor. Los están esperando.
La mujer los dirigió a la sala de reuniones, donde los otros tres ocupantes también miraron al hombre contrariados, porque de verdad que era inusual llevar a un bebé a ese tipo de eventos.
Y, aunque posiblemente el tal Maximiliano Santillana tenía una razón de peso para haber acudido a una reunión con ese bebé, iba a ser difícil trabajar cuidando de él, por eso Marisa hizo algo que nadie esperó.
» Disculpe —dijo la joven, antes de volver a su puesto—. Si gusta, puedo cuidar del bebé mientras terminan su reunión.
Maximiliano la miró con el ceño fruncido, esa propuesta era inusual, sobre todo teniendo en cuenta que ellos ni siquiera se conocían. Él no podía ser tan irresponsable como para dejar a la niña en brazos de una completa desconocida, ¿o sí?
Maximiliano Santillana miró a una joven, que ni siquiera se había presentado con él, con el ceño fruncido.
¿De verdad pretendía cuidar a la niña que había llevado un desconocido a ese lugar? Eso le parecía en extremo extraño, y casi de mal gusto, pero no alcanzó a sospechar sobre las malas intenciones de esa mujer, pues el hombre que le había citado en el lugar intervino e intercedió por ella.
—Marisa es una persona de confianza —declaró el joven Tomás Carvajal, futuro heredero de la agropecuaria con quien Maximiliano invertiría si es que lo convencían de que el negocio que ellos proponían era rentable—. La conocemos desde hace más de tres años, cuando comenzamos a rentar sus salas de reunión. Es una buena chica. Incluso le propusimos trabajar para nosotros, pero no quiso.
La joven de cabello oscuro sonrió un poco al recordar ese evento. En ese entonces ella aún no se tiraba a trabajar como publicista independiente, así que atendía la recepción personalmente y, como ellos no sabían que ella era la dueña del lugar, la quisieron llevar como asistente personal de Tomás, quien al final terminó avergonzado por no haber investigado más sobre la joven.
—Lamento si sonó imprudente mi ofrecimiento —dijo la joven, algo arrepentida de haberse dejado llevar por su necesidad de ayudar a otros, esa que de pronto la dejaba ver como una total entrometida—, pero en la recepción no hay mucho qué hacer, y el clima es menos frío que en este lugar, así que pensé que el bebé estaría más cómodo, igual que ustedes.
—Es una niña —informó Maximiliano y la joven se obligó a no ver a Tomás, que seguro se estaría burlando de ella por haber cometido tal error.
Ellos se habían hecho amigos luego de que se aclarara la confusión y, de hecho, dos de los muchos profesionales que trabajaban en la torre, como era coloquialmente llamado el edificio “Professional tower”, habían sido recomendados por él.
» Y, aunque no sé si yo podré sentirme cómodo, la verdad es que no quiero importunar a nadie, por eso pagaré extra por el cuidado de la bebé —declaró Maximiliano y Marisa no se atrevió a negarse enfrente de todos, porque eso seguro daría pie a una discusión que les quitaría tiempo a ambos, y él tenía cosas qué hacer, igual que ella—. Su nombre es Mía, debería tomar una mamila en cualquier momento.
—Me haré cargo —aseguró la joven, tomando la enorme pañalera que el hombre llevaba colgada debajo del brazo, y también a la bebé—. Hola, bebé. Vamos a portarnos bien juntas allá afuera, ¿sí?
Sería porque la voz de la joven era baja y dulce, pero la niña guardó silencio para escucharla, y Maximiliano sintió que algo le punzaba en el pecho. Tenía poco más de dos horas con la niña, y en ese tiempo no había logrado que ella se callara, ni aunque la arrulló, le puso una canción en el teléfono e incluso se lo suplicó.
Marisa caminó a la recepción con Mía en los brazos, e hizo mala cara cuando sintió que su blusa, en la parte del estómago, donde se apoyaba el trasero de la bebé, se humedecía.Eso sí que no lo había esperado, pero ahora entendía que la bebé no dejara de llorar, seguro no era nada cómodo estar empapada al punto de empapar a otros.Puso en el mostrador de la recepción un letrero que decía “Favor de tocar en la oficina” y caminó hasta su lugar de trabajo para poder cambiar a la niña, tanto de pañal como de ropa, y para poderse cambiar de ropa también.Ella era muy propensa a ensuciarse, porque en cualquier sitio se sentaba y en cualquier lugar se recargaba, por eso solía tener dos o tres cambios en un locker, por si alguien le mandaba de pronto un mensaje diciendo que pasaban por ella luego del trabajo para ir a cenar o a bailar a algún lado.La castaña de ojos oscuros cambió el pañal de Mía, mientras le hablaba de montón de cosas lindas, luego le preparó la mamila y la alimentó, viéndo
Casi tres horas después, a hora y media de tener que reanudar la reunión con “Agropecuaria Santa Clara”, el director general de “Saving Investments”, despertó porque la niña a su lado se quejó, y supo que ella necesitaba un cambio de pañal y que seguro pronto tendría hambre, tal como él la estaba teniendo.Marisa escuchó ruidos en su oficina, deduciendo que el hombre había despertado, y luego vio que ese sujeto abría la puerta, preguntando si podía hacerle favor de pedir algo de comer.La joven, que estaba punto de pedir su comida también, le pasó los menús de los restaurantes cercanos que más le gustaban a ella, y el hombre señaló algo que ella pidió junto a su comida.Luego de la mamila, Mía no se durmió, estaba inquieta, y por eso la joven la tomó en brazos para permitir que ese hombre comiera, mientras ella seguía atendiendo la recepción con el portabebés sobre el escritorio, donde la niña, tal vez sintiéndose acompañada, estaba de verdad tranquila.Maximiliano pensó que necesitab
En el estacionamiento del lugar de su cita, el hombre se arrepintió cómo nada de haber decidido ir a ese lugar, porque a ella no la podía dejar en ningún lugar, mucho menos sola, y ahora estaba ahí, sin saber por qué esa niña lloraba, porque aún no se completaban las tres horas exactas para que volviera a comer, faltaban algunos minutos.Gracias al cielo, una joven que no conocía de nada se había ofrecido a cuidarla un rato y, aunque en un inicio no se sintió tan confiado de sus buenas intenciones, cuando dejó de escuchar llorar a su sobrina sintió que había hecho bien al aceptar esa ayuda.Sin embargo, todo eran montones de emociones encontradas con él; porque, para empezar, se sentía mal por querer mantenerse ocupado en lugar de preocupado por el estado de su hermano; y luego también estaba la culpa que sentía de estar trabajando a su gusto cuando su sobrina era cuidada por una completa desconocida.Maximiliano no dejaba de reclamarse por todo lo que hacía, y por lo que no hacía tam
—¿Y la otra recepcionista? —preguntó Maximiliano, viendo a una mujer mayor sentada detrás del escritorio.—No hay otra recepcionista —informó Maruca, la señora de cabello completamente gris, de hipnotizantes ojos azules y de apariencia impecable que estaba sentada detrás del mostrador—. Desde casi el inicio de este edificio de oficinas, la única ocupando este puesto soy yo, antes de mí lo hizo Marisa Altamirano, la dueña del edificio.—¿Marisa es la dueña? —preguntó el hombre, algo confundido por la reciente información obtenida, pero al menos ahora sabía que esa joven definitivamente estaría ahí en algún momento, aunque precisaba saber cuándo—. ¿A qué hora la puedo encontrar?—Hoy no va a venir —informó Maruca y el hombre casi bufó su molestia; aunque, para ser completamente franco, el culpable de semejante chasco era él, que ni siquiera había investigado quién era esa amable joven que le había ayudado antes, y a quien quería volver a ver—. Mañana estará aquí desde las nueve de la ma
Maximiliano acompañó a la joven hasta su auto para ayudarle a colocar el asiento para bebés en el asiento trasero de este y subió la pañalera, junto a la bolsa de la joven, luego de verla recostar a la niña en dicho asiento.» Lamento molestarte de nuevo —dijo el hombre, de verdad apenado.Marisa pensó que no era necesario que se sintiera mal, porque lo que ese hombre estaba pasando era algo que ella ya conocía, Tomás Carvajal, gran amigo de la joven y socio de ese hombre, le había platicado al respecto. —No pasa nada —aseguró la joven—. El spa lo voy a visitar para conocerlo y poder trabajar en sus promocionales. Haré vídeos, fotos y una reseña, así que, entre más cosas sepa sobre el lugar, es mejor para mí y mi trabajo. Veamos cómo se la pasa una bebé en ese lugar que promete ser familiar. Maximiliano agradeció de nuevo, vio a la joven subir a su auto y acariciar el rostro de la niña antes de encenderlo, sonriéndole tan hermosamente como lo había hecho desde la primera vez que le
“Muchas gracias por cuidar de mi nieta” decía el mensaje que Marisa leyó, de un número desconocido, pero que sabía bien de quién era, pues, Maximiliano le había advertido que su madre le quería agradecer por las fotos de Mía cuando él le pidió permiso a la joven para compartirle su número de teléfono.“Siempre es un placer para mí” respondió la joven de cabello ondulado, sonriendo al ver cómo la mujer había puesto una de las tantas fotos, enviadas a Maximiliano, como su foto de perfil en esa aplicación de mensajería que facilitaba la comunicación a un nivel casi impresionante, si no estuviera todo el mundo acostumbrado a ella, por supuesto.Maximina estaba de verdad agradecida con esa joven que, aunque en un inicio le pareció, estaba metiéndose donde no la llamaban al acercarse a la niña, al ver a esa chiquilla, que casi siempre veía llorando o dormida, tan tranquila e incluso jugando en las fotos y vídeos que le mandaron, terminó por ser consciente de que ellos no le estaban dando a
—Es mi sobrina —declaró la joven—. Yo vivo en otra ciudad, es allá donde trabaja Max..., Oh, Max es el hombre que trajeron inconsciente por la fiebre, es mi novio, trabajamos en el mismo edificio y yo le ayudo a cuidar a Mía entre semana. Marisa no tenía el conocimiento de lo ocurrido con Andrés, pero, al ver el estado de Maximina, y también el de Maximiliano, pudo deducirlo y ser más precisa en su explicación para lograr sonar más convincente. » Mi cuñado y su esposa tuvieron un accidente meses atrás —explicó Marisa lo que había escuchado de Tomás, pero involucrándose como familiar de esa pequeña y destrozada familia—. Ella murió en el quirófano la noche del accidente, mi cuñado estaba en coma y acaba de morir, es por eso la señora Maximina, mi suegra, se encuentra en tan mal estado. —¿Por qué no cuidó a la niña si ellos estaban tan mal? —cuestionó la trabajadora social, que necesitaba confirmar que ella era alguien de fiar antes de entregarle a la pequeña niña—. Ella tiene horas
Marisa durmió con la niña pegada a su cuerpo, y abrió los ojos cuando su teléfono sonó por una llamada proveniente del hospital, de donde le informaban que, tanto Maximiliano como Maximina, habían despertado; y que él había pedido que lo comunicaran con ella.Marisa prometió ir al hospital una vez que la pequeña Mía despertara y desayunara, y le pidió a la enfermera, que le había marcado, que le informara a Maximiliano que la niña estaba bien, que estaban en un hotel, por ahora, pero pronto irían hacia ellos.De rato, ni bien había terminado de desayunar al mismo tiempo que le daba una mamila a la pequeña Mía, le marcaron de parte de la policía para informarle que la aseguradora de la casa estaba ahí para hacerse cargo del desperfecto de la puerta, así que debió ir primero a la casa de su falso novio para encargarse de eso.Y, casi dos horas más tarde, la joven entraba al fin a la habitación de hospital donde el tío de Mía estaba, encontrando a Maximiliano mirando a la nada, como si s