Al llegar a la entrada del juzgado, vio a Olivia y corrió a abrazarla. Ambas sonrieron con alegría, emocionadas por el reencuentro. A pesar del tiempo sin verse, el amor y el vínculo entre ellas seguían siendo fuertes.—¡Hermanita! Te extrañé mucho —exclamó Olivia, separándose de Ava y acariciándole el cabello.—Mi niña, yo también. No sabes la satisfacción que siento al comprobar que estás bien —contestó Ava con el corazón desbordante de felicidad, agregó con ironía—: De aquí te llevo a la mansión.Olivia soltó una carcajada.—Ya no puedes. Mañana seré mayor de edad, pero te tengo una noticia que te alegrará y te ahorrará el viaje de venir a visitarme a Alhambra.—Cuenta, ¿cuál es? —preguntó curiosa.—Compré apartamento un tipo estudio en la ciudad y me mudaré mañana. Estaremos más cerca y podrás visitarme cuando quieras.Las alarmas se encendieron en el rostro de Ava, quien, preocupada, inquirió.—¿De dónde demonios sacaste el dinero para mudarte? —con voz suave continuó—. Tú no pue
—Señor juez, como pudo validar en los balances presentados, ese dinero ya no existe. Fue malversado por Sergio Hayek, quien además vendió la mansión familiar destinada a Olivia Hayek cuando cumpliera la mayoría de edad, que será mañana. —agregó Benjamín.—El Señor Sergio Hayek, tiene un plazo de 30 días para devolver los fondos malversados y la casa de su hija menor. De no hacerlo, deberá cumplir una condena de cinco años de prisión sin derecho a fianza. —El juez se levantó—. Queda cerrado el caso. Me retiro.Ava se levantó, y dio unos pasos hacia la salida cuando escuchó a su padre decir.—¡Hija, soy tu padre! Sabes que no queda nada del dinero que dejó tu madre. ¡Por favor, no me mandes a la cárcel! —giró su mirada decaída hacia Olivia, que estaba sentada escuchando tranquilamente—. Hija querida, por favor, ayúdame. La casa de tu madre la tuve que dar para salvarme. Por favor, declara que me la cediste —expresó con un tono de voz agudo desde la distancia. Sofía no le permitía acerca
Minutos antes, Benjamín estaba en su departamento cuando recibió una llamada de vigilancia.—Señor Benjamín, habla Cristian, de vigilancia. Disculpe la molestia.—¿Qué pasó, Cristian? ¿Llegó mi asistente? Ella tiene permiso para acceder a mi departamento.—No, señor, la señorita Dafne no ha llegado. Lo llamaba porque la señora Alexa quiere subir. Como le negué el paso, comenzó a llorar y hacer pataletas. Se mira deplorable y no sé qué hacer.Benjamín rodó los ojos y soltó un suspiro pesado. No sabía qué hacer con su ex; su manera tóxica de actuar lo abrumaba. Aunque ya no sentía nada por ella, le tenía lástima, y eso lo molestaba aún más. Se pasó una mano por el cabello, intentando encontrar paciencia, y después de meditarlo unos segundos, respondió—Voy para allá.Tomó las llaves del carro y salió del departamento. Llamó al ascensor y, al llegar a la planta baja, se dirigió a la entrada del edificio.Apenas Alexa lo vio, se lanzó a sus brazos, sollozando como una niña pequeña. Su cue
Han pasado varios días desde que el abogado le informó a Ava que su abuelo le había cedido su porcentaje en la empresa Condextec y que debía hacerse cargo. Ella estaba completamente confundida; no entendía por qué su madre recibía dinero de otra empresa y desconocía que esta era el legado de su madre. Ahora tenía la tarea de buscar a su abuelo para exigirle explicaciones.Por otra parte, Dante estaba renuente a permitir que Ava fuera a esa empresa. Después de múltiples discusiones, accedió con la condición de que Sofía la acompañara y que siempre contara con la protección de sus guardaespaldas. Ella estaba feliz.Mientras tanto, Dafne, estaba sentada frente a su escritorio y absorta en la computadora, fue sorprendida por una voz chillona y un tono cargado de hostilidad que resonó en el pasillo.—Aquí está la zorrita que usó sus mañas para estar junto a mi hombre.Dafne giró lentamente la cabeza, sus ojos agudos se fijaron en la figura delgada desafiante frente a ella.—¿Y quién lo afi
Benjamín se levantó como un rayo de su asiento y, antes de que ella llegara a la puerta, la tomó de la mano.—Tú no puedes dejarme, Dafne. Ya te he dicho que ella no es mi novia, solo la acompañé a una consulta médica.Dafne trató de zafarse de su agarre, con rabia expresó:—¡Suéltame! Vi cómo salían juntos de aquí, y eso lo dice todo sobre ustedes.Benjamín vio esa rabieta en su cara y eso le gustó. La arrastró y la pegó a la pared. Tomó sus dos manos y las coloco por detrás de su espalda.—¿Estás celosa?—¡En tus sueños! Suéltame o me vas a conocer —el corazón de Dafne empezó a latir con rapidez. Por primera vez, sintió que tenía sentimiento por un hombre que, resultaba ser completamente prohibido para ella.—Eso quiero, conocerte, quiero saber todo de ti.Benjamín miró esos labios carnosos que llamaban a ser besados. Por impulso, la besó con suavidad, degustando el labio inferior de ella. Dafne abrió los ojos por su atrevimiento, no pudo negar que aquel beso despertó sensaciones de
Al llegar frente a la puerta, Ava agarró la manilla y la giró. Al abrirla, sus ojos se encontraron con una escena alarmante: en el sofá, una mujer luchaba desesperadamente por liberarse de un hombre de unos cincuenta años. En ese instante, Ava intuyó que se trataba de Fernando.—¡Suelte a esa mujer! —exclamó Ava con firmeza.Fernando levantó la cabeza al escucharla. Su rostro reflejaba perversión, pero al ver quién era, se levantó rápidamente y comenzó a acomodarse la ropa.—No es lo que ustedes piensan. Ella es una ofrecida y yo solo trataba de someterla para que me dejara tranquilo.Ava miró a la chica, que, aún en pánico, se arreglaba la camisa rota. Una furia crecía dentro de ella. Sacó su teléfono y llamó a los otros guardaespaldas.—Suban al piso 13, los necesito con urgencia.Sofía corrió a socorrer a la chica, que tenía el cabello alborotado y el maquillaje corrido por las lágrimas.—¿Estás bien? ¿Te hizo algo este cerdo?—A mí me respetas. ¿No sabes con quién te estás metiend
Con dedos temblorosos, Ava marcó el número de Dante. Cada timbre le parecía eterno. Al tercer tono, él contestó.—¡Amor! ¿Estás saliendo para la casa? —preguntó con ternura, estirándose placenteramente en su sillón.El corazón de Ava se encogió. Ojalá estuviera en casa con él, segura. Pero no lo estaba.—Dan… nos están siguiendo —su voz salió entrecortada, apenas un susurro tembloroso—. Solo contamos con tres guardaespaldas y les están disparando.—¡Maldición! —espetó Dante, su voz transformándose en puro acero—. ¿Dónde están los demás guardaespaldas? ¡Hazle caso a Sofía y no te alejes de ella! ¡Ya vamos con refuerzos!Ava respiró hondo, intentando contener el pánico que le nublaba la mente.—Frank y Danny están en la estación de policía. Los otros venían detrás, pero… —tragó saliva— les están disparando. Eduardo salió de la autopista para perderlos. Con nosotras también está Dafne.Dante ya cruzaba la oficina a grandes zancadas, hasta llegar a la puerta de Benjamín empujándola con ta
Sofía, Ava y Dafne corrían sin detenerse, con el miedo latiendo en sus pechos. Los disparos habían cesado, pero el sonido de los pasos de sus perseguidores resonaba en el aire. Estaban agotadas, pero no podían detenerse.Sofía escaneó el terreno con desesperación, buscando dónde esconderse. Sus pulmones ardían, sus piernas temblaban, pero su mente se mantenía alerta. Entonces, entre la maleza, divisó un barranco de poca profundidad.—¡Por aquí! —susurró con urgencia, guiándolas hacia el borde. Sabía que no era el escondite perfecto, pero en ese momento era la única opción que tenía.Las tres mujeres descendieron con cuidado por el barranco, agachándose lo más que podían para no ser vistas. El suelo estaba resbaloso. Sofía, con el arma en las manos, miró a Ava y Dafne con una calma que decía que todo iba a estar bien, aunque por dentro su corazón latiera desbocado.—Manténganse calladas —susurró con voz tensa—. Buscare la manera de protegerlas, lo prometo. No les pasará nada.Dafne y Av