Sofía no se movió ni apartó la mirada. Observó cada una de sus facciones, su cuerpo rígido y la forma en que sus dedos se aferraban a los bordes de la mesa.—Necesitaba entenderte —dijo con sinceridad—. Quiero ayudarte a sobrellevar tu sufrimiento y hacerte ver que no tuviste la culpa de su muerte—. Sus palabras cargadas de comprensión y empatía, flotaron en el aire—. Tú no podías adivinar que ella se subiría a un auto con unos desconocidos. Fue injusto lo que le pasó, pero fue su decisión.Dexter cerró los ojos por un momento, inhalando profundamente.—Dexter —dijo con voz baja—. Yo... yo quiero estar a tu lado, pero necesito que confíes en mí, como yo confiare en ti. No quiero que me apartes de tu vida cuando sientas miedo.Dexter abrió los ojos y la miró. Sus pupilas intensas y dilatadas se encontraron con las de ella.—No quería que me miraras como a un hombre roto. Pensé que, si te lo decía, Te perderías. Y no sé si podría soportarlo.Sofía se levantó y dio un paso hacia adelante
El sonido de la puerta cerrándose resonó suavemente detrás de ellos. Sofía sintió su respiración entrecortada, su corazón desbocado mientras sus dedos se aferraban a la nuca de él, buscando más.Dexter apoyó su frente contra la de ella, su pecho subiendo y bajando con rapidez.—No tienes idea de lo que provocas en mí —susurró, con su voz ronca, cargada de emoción y deseo.Sofía sonrió con dulzura, acariciando su rostro con la yema de los dedos.—Entonces, demuéstramelo.Dexter dio dos zancadas hacia la cama y acostó a Sofía con suavidad, separándose de sus labios para recuperar el aliento.Sofía, con el rostro encendido, sentía su piel arder por el deseo. Sus ojos brillaban al mirarlo. Sin darle tregua, Dexter deslizó su camisa por su cuello, revelando la suavidad de su piel. Sus ojos se iluminaron al ver esos perfectos y redondos senos que resaltan sobre su brasier. Él se posicionó en la punta de la cama y le quitó sus zapatos. Luego la ayudó a quitarse el pantalón sin dejar de perde
El tiempo pasó, y Lorena seguía buscando la manera de acercarse a Dante, pero siempre fracasaba en sus intentos. Una tarde, mientras almorzaba con una amiga, sus ojos se posaron en una mesa cercana. Allí estaba Greta, conversando con una mujer embarazada. Lorena la reconoció de inmediato. Sabía que en el pasado esa mujer la había tratado con cortesía por respeto a su hijo, aunque nunca la había aceptado como nuera. Vio en ese momento la oportunidad de ver de frente a la esposa de Dante.—Amiga, mira quién está allá, esa vieja metiche —murmuró con desdén entrecerrando los ojos—. ¿Crees que debería ir a saludarla? Necesito acercarme a su hijo como sea.Su amiga, volteo la cabeza hacia donde Lorena miraba, observó la escena y notó que Greta parecía animada conversando con una mujer embarazada, respondió con cautela:—Greta es una mujer educada, dudo que te falte el respeto en un lugar como este, Pero está con alguien. ¿Será la esposa de Dante?Lorena chasqueó la lengua con desprecio.—No
Con la mirada fija en el techo, Dante dejó escapar un suspiro pesado antes de comenzar a relatar:—Lorena es modelo. Hace cinco años tuvimos una relación, No voy a mentirte, fue mi primer amor. Pero todo cambió cuando descubrió que estaba embarazada. Para ella, la noticia llegó en el peor momento de su vida. Su carrera estaba despegando, tenía que asistir a una pasarela en París y quería alcanzar su sueño de ser una modelo reconocida en el mundo de la moda.Recuerdo el día en que me lo dijo. Fui al departamento que compartíamos juntos y la encontré bebiendo, visiblemente alterada, entre tragos, me confesó que esperaba embarazada. Yo me paralicé, algo en mi se activó y mil emociones de felicidad recorrieron mi cuerpo. pero al verla empinando la botella de alcohol en su boca, supe que algo no estaba bien y le pregunté qué sucedía.—No quiero estar embarazada. No quiero a este bebé. Eso es lo que pasa —me escupió con frustración—. Si tengo este bebé, mi carrera se acabó.Yo quería a ese
Él la miró con amor y un suspiro de agradecimiento se coló por su boca. Aunque la herida del pasado estaba cerrada, él sabía que, al lado de Ava había encontrado la cura.—Por eso te digo que Lorena es solo un fantasma de mi pasado. Tú eres mi presente, Ava. Tú y nuestros hijos son mi única verdad, a los que amo y están por encima de todos.Ava comenzó a sollozar nuevamente, no solo por el dolor que Dante había vivido, sino por la confianza y el amor con que la miraba. Con voz suave, le susurró.—Siempre estaré contigo, y nunca haría algo para dañar a nuestros hijos.—Lo sé, amor —respondió Dante, con un suspiro lleno de resignación. Pero luego agregó con ternura—. Sé que no puedo cambiar lo que me pasó. Pero lo que tenemos ahora es amor real, y eso no lo quiero perder.Con un gesto lleno de amor, la acurrucó en su pecho. Ava se dejó envolver por su abrazo y se dejó llenar por la sensación de paz que le brindaba estar a su lado. El cansancio la envolvió lentamente, y, con el sonido c
Ava tenía seis meses de embarazo. Estaba en el centro comercial acompañada de Greta, buscaban ropa de maternidad, pero entraron en una tienda de artículos para bebés. Se deleitaron con la amplia variedad de prendas y accesorios, que sin dudar compraron varias ropitas unisex.Al salir de una de las tiendas, Ava entregó sus bolsas a uno de sus guardias de seguridad y tomó la mano de Greta. La intención era descender por las escaleras mecánicas, que en ese momento se encontraban vacías. Uno de los guardias bajó primero para verificar el entorno y asegurarse de la seguridad del lugar. Justo cuando Ava dio el primer paso en las escaleras, una voz conocida resonó detrás de ella.—¡Maldita! Me quitaste lo que era mío. Si yo no puedo darle hijos a Dante, su esposa tampoco. Te despreciará por no cuidar de sus hijos.Ava soltó la mano de Greta y se aferró a la barandilla, alarmada, volteó rápidamente, pero vio un rostro cubierto, quien vestía un suéter negro con capucha que le tapaba la cara y
Dante en silencio sentía que el mundo se derrumbaba a su alrededor. El miedo y la angustia lo consumían por dentro. Sus seres queridos estaban allí adentro, aferrándose a la vida, y la sola idea de perder a alguno de ellos lo aterrorizaba. Pensó «¿Qué sería de mi si algo les pasaba?»La fría sala de espera del hospital, con murmullo de médicos y enfermeras, los sollozos de otras familias, el olor a desinfectante todo lo estaba asfixiando. Entonces, fijo su mirada en Josué. Inspiró hondo, tratando de mantener el control sobre el torbellino de emociones que amenazaba con arrastrarlo.—Josué, encárgate de todo para cuidar de Ava y de mis hijos —expresó con tristeza, aunque su voz apenas tembló—. Confío en ti y en tu equipo. Y por favor asegúrate de que mi madre reciba la mejor atención.Josué asintió con solemnidad, comprendiendo la gravedad de la situación, estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para proteger a la familia de Dante.—Haré todo lo que esté a mi alcance. Te mantendré i
El médico que atendía a Ava fue tajante en informarle que debía permanecer un mes en el hospital para un monitoreo constante de los bebés. Sin embargo, Ava insistió en que estaría mejor en casa. Después de varios argumentos, el doctor cedió, pero con la condición de que él mismo acudiría diariamente para revisarla. Los pequeños aún estaban en riesgo, pero Ava se aferraba a la esperanza de que, en la tranquilidad de su hogar, estarían sanos y salvos.Mientras tanto, Dante se ocupaba de los trámites para su traslado en ambulancia. En medio del proceso, su teléfono sonó.—Hola, Dexter. ¿Qué noticias tienes?—Dante, atrapamos a Lorena en el aeropuerto. Por poco se nos escapa. Iba disfrazada, lista para abordar un avión privado a Paris.Un escalofrío le recorrió la espalda, la rabia y la frustración se encendían en su interior.—¿Dónde está? Iré a verla más tarde.—No es necesario. Esa alimaña está encerrada. Solo te llamaba para decirte que gente como ella no merece una segunda oportunida