El tiempo pasó, y Lorena seguía buscando la manera de acercarse a Dante, pero siempre fracasaba en sus intentos. Una tarde, mientras almorzaba con una amiga, sus ojos se posaron en una mesa cercana. Allí estaba Greta, conversando con una mujer embarazada. Lorena la reconoció de inmediato. Sabía que en el pasado esa mujer la había tratado con cortesía por respeto a su hijo, aunque nunca la había aceptado como nuera. Vio en ese momento la oportunidad de ver de frente a la esposa de Dante.—Amiga, mira quién está allá, esa vieja metiche —murmuró con desdén entrecerrando los ojos—. ¿Crees que debería ir a saludarla? Necesito acercarme a su hijo como sea.Su amiga, volteo la cabeza hacia donde Lorena miraba, observó la escena y notó que Greta parecía animada conversando con una mujer embarazada, respondió con cautela:—Greta es una mujer educada, dudo que te falte el respeto en un lugar como este, Pero está con alguien. ¿Será la esposa de Dante?Lorena chasqueó la lengua con desprecio.—No
Con la mirada fija en el techo, Dante dejó escapar un suspiro pesado antes de comenzar a relatar:—Lorena es modelo. Hace cinco años tuvimos una relación, No voy a mentirte, fue mi primer amor. Pero todo cambió cuando descubrió que estaba embarazada. Para ella, la noticia llegó en el peor momento de su vida. Su carrera estaba despegando, tenía que asistir a una pasarela en París y quería alcanzar su sueño de ser una modelo reconocida en el mundo de la moda.Recuerdo el día en que me lo dijo. Fui al departamento que compartíamos juntos y la encontré bebiendo, visiblemente alterada, entre tragos, me confesó que esperaba embarazada. Yo me paralicé, algo en mi se activó y mil emociones de felicidad recorrieron mi cuerpo. pero al verla empinando la botella de alcohol en su boca, supe que algo no estaba bien y le pregunté qué sucedía.—No quiero estar embarazada. No quiero a este bebé. Eso es lo que pasa —me escupió con frustración—. Si tengo este bebé, mi carrera se acabó.Yo quería a ese
Él la miró con amor y un suspiro de agradecimiento se coló por su boca. Aunque la herida del pasado estaba cerrada, él sabía que, al lado de Ava había encontrado la cura.—Por eso te digo que Lorena es solo un fantasma de mi pasado. Tú eres mi presente, Ava. Tú y nuestros hijos son mi única verdad, a los que amo y están por encima de todos.Ava comenzó a sollozar nuevamente, no solo por el dolor que Dante había vivido, sino por la confianza y el amor con que la miraba. Con voz suave, le susurró.—Siempre estaré contigo, y nunca haría algo para dañar a nuestros hijos.—Lo sé, amor —respondió Dante, con un suspiro lleno de resignación. Pero luego agregó con ternura—. Sé que no puedo cambiar lo que me pasó. Pero lo que tenemos ahora es amor real, y eso no lo quiero perder.Con un gesto lleno de amor, la acurrucó en su pecho. Ava se dejó envolver por su abrazo y se dejó llenar por la sensación de paz que le brindaba estar a su lado. El cansancio la envolvió lentamente, y, con el sonido c
Ava tenía seis meses de embarazo. Estaba en el centro comercial acompañada de Greta, buscaban ropa de maternidad, pero entraron en una tienda de artículos para bebés. Se deleitaron con la amplia variedad de prendas y accesorios, que sin dudar compraron varias ropitas unisex.Al salir de una de las tiendas, Ava entregó sus bolsas a uno de sus guardias de seguridad y tomó la mano de Greta. La intención era descender por las escaleras mecánicas, que en ese momento se encontraban vacías. Uno de los guardias bajó primero para verificar el entorno y asegurarse de la seguridad del lugar. Justo cuando Ava dio el primer paso en las escaleras, una voz conocida resonó detrás de ella.—¡Maldita! Me quitaste lo que era mío. Si yo no puedo darle hijos a Dante, su esposa tampoco. Te despreciará por no cuidar de sus hijos.Ava soltó la mano de Greta y se aferró a la barandilla, alarmada, volteó rápidamente, pero vio un rostro cubierto, quien vestía un suéter negro con capucha que le tapaba la cara y
Dante en silencio sentía que el mundo se derrumbaba a su alrededor. El miedo y la angustia lo consumían por dentro. Sus seres queridos estaban allí adentro, aferrándose a la vida, y la sola idea de perder a alguno de ellos lo aterrorizaba. Pensó «¿Qué sería de mi si algo les pasaba?»La fría sala de espera del hospital, con murmullo de médicos y enfermeras, los sollozos de otras familias, el olor a desinfectante todo lo estaba asfixiando. Entonces, fijo su mirada en Josué. Inspiró hondo, tratando de mantener el control sobre el torbellino de emociones que amenazaba con arrastrarlo.—Josué, encárgate de todo para cuidar de Ava y de mis hijos —expresó con tristeza, aunque su voz apenas tembló—. Confío en ti y en tu equipo. Y por favor asegúrate de que mi madre reciba la mejor atención.Josué asintió con solemnidad, comprendiendo la gravedad de la situación, estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para proteger a la familia de Dante.—Haré todo lo que esté a mi alcance. Te mantendré i
El médico que atendía a Ava fue tajante en informarle que debía permanecer un mes en el hospital para un monitoreo constante de los bebés. Sin embargo, Ava insistió en que estaría mejor en casa. Después de varios argumentos, el doctor cedió, pero con la condición de que él mismo acudiría diariamente para revisarla. Los pequeños aún estaban en riesgo, pero Ava se aferraba a la esperanza de que, en la tranquilidad de su hogar, estarían sanos y salvos.Mientras tanto, Dante se ocupaba de los trámites para su traslado en ambulancia. En medio del proceso, su teléfono sonó.—Hola, Dexter. ¿Qué noticias tienes?—Dante, atrapamos a Lorena en el aeropuerto. Por poco se nos escapa. Iba disfrazada, lista para abordar un avión privado a Paris.Un escalofrío le recorrió la espalda, la rabia y la frustración se encendían en su interior.—¿Dónde está? Iré a verla más tarde.—No es necesario. Esa alimaña está encerrada. Solo te llamaba para decirte que gente como ella no merece una segunda oportunida
—Toque el timbre y no contestaste. Tengo una llave para emergencias, así que decidí entrar —se encogió de hombros con absoluta calma—. Estoy a cargo de tu seguridad, Olivia.—¿Seguridad? ¡Eso no te da derecho a irrumpir en mi casa sin permiso! —protestó, retrocediendo unos pasos.Alan no apartó la mirada de ella, recorriéndola con descaro. Olivia sintió que su piel ardía bajo esos ojos color miel, intensos y peligrosamente atractivos.—Por cierto, tengo muy buena vista —añadió con tono divertido.—¡No seas atrevido! —replicó, ruborizada, dándole la espalda para dirigirse al baño.Pero Alan fue más rápido. En un movimiento felino, acortó la distancia entre ambos y la sujetó suavemente por la muñeca.—No vayas a ningún lado. Así estás perfecta —murmuró, su voz cargada de intención.Olivia sintió que su corazón quería escapar de su pecho. No estaba acostumbrada a ese tipo de cercanía, menos a la intensidad con la que Alan la miraba. Intentó zafarse, pero él se inclinó ligeramente, atrapá
Olivia observó cómo el carro de Taylor se alejaba hasta perderse en la distancia. Justo cuando estaba a punto de entrar a su edificio, sintió una mano firme sujetando su brazo. Se giró con el corazón acelerado y se encontró con la mirada gélida de Alan.—¿Qué haces saliendo con Taylor Smith? —preguntó con voz dura, sin soltar su mano.Olivia frunció el ceño y arrugando la cara.—¿Lo conoces?—No personalmente, pero averigüé todo sobre él —replicó con frialdad—. Contéstame. ¿Por qué estás saliendo con otro hombre después de lo que te pasó?—Lo que pasó con ese tal Rogelio no me impide salir con quien yo quiera —respondió con voz tensa. Se zafó de su agarre y lo miró con furia—. Alan, eres un atrevido. Agradezco que hayas estado ahí para salvarme, pero como te dije antes, fue mi primo quien te pidió que me cuidaras. No tienes derecho a meterte en mi vida.Alan apretó la mandíbula, y fijo sus ojos azules oscuros en ella, con una intensidad que le erizaba la piel.—Además, Taylor es un ch