50 - Eres ardiente

ISMAEL.

Iba a pedir los documentos a uno de los hombres, pero debí suponer que mi esposa subiría a la camioneta e iría a su casa a buscarlo, dado que no tiene casi nada, de sus pertenencias en esta casa.

Todo parecía marchar muy bien, ella se adaptó a la idea de ser mi esposa sin dar tantos problemas, aunque, ciertamente, aún se mantiene tensa por a manera en lo hice.

En mi defensa, no tenía otra opción.

No obstante, algo me dice que hay algo más aquí. No pueden odiarla por el hecho de estar conmigo, o simplemente por ese dinero. El que debería de estar en constante peligro soy yo y no ella, pero al parecer, la quieren más muerta a ella de lo que creí.

Mi celular suena en ese instante, y en el momento de escuchar la noticia, me pongo de pie, y camino hasta la salida, donde se estaciona la camioneta en la que fue mi mujer. La veo bajar, con las mejillas bañadas en lágrimas. Corro de inmediato hacia ella, y la reviso minuciosamente, para después, levantar la cabeza e indicarle a Roberts
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