La mañana siguiente, desperté al lado de mi hija. Sentí que sus manitas me acariciaban el cabello, por lo que, cuando abrí los ojos, la encontré mirándome, con una sonrisita tierna en el rostro. —¿Cómo estás? —pregunto, enderezándome en mi lugar, para tacar sus mejillas, que han perdido su color habitual. —Me siento cansada —susurra. Tiene la voz rasposa, talvez por la garganta seca. —¿Quieres agua? —Me apresuro a ponerme de pie y servir en el vaso, el líquido vital, para después ayudarla a beber. Luego de que bebiera, dejo nuevamente el vaso en su lugar y la ayudo a acomodarse—. Maga…, ¿Recuerdas que comiste? —Solo la cena y el jugo. Luego comencé a sentirme cansada y me acosté. Lo último que recuerdo es que Lana dejó un beso en mi cabeza —dice. Lana. ¿Qué pasó de ella? Escucho un gruñido cerca, y cuando volteo, veo a Ismael, estirando su cuerpo, deteniéndose cuando nos ve a ambas, mirándolo. Se apresura en ponerse de pie, y llega hasta dónde está mi hija. —Princesa, ya te has
ISMAEL. Necesito tener paz un solo día, pero resulta ser que, en esta casa, ingresa cualquiera. Estaban observando a mi esposa mientras se daba una ducha, cuando, en realidad, la casa debería de ser el lugar más tranquilo y seguro. La madre ingresa por la puerta, al oír mis gritos. ¡Dios! Esta mujer me da tanta mala espina, que me cuesta tanto trabajo disimularlo. Presiento que tiene mucho que contar en esta historia. —¿Qué sucede? ¿Por qué los gritos? —pregunta, llegando hasta su hija, y arropándola. La observo de pies a cabeza, y salgo a la habitación. No tengo tiempo de dar explicaciones a personas que no me generan la más mínima confianza. Ella ha cambiado bastante, de una u otra forma lo ha hecho; solo que, aún no he encontrado la forma de comprobarlo, y mis hombres no encuentran nada sospechoso a su vez. O simplemente soy muy paranoico. Siendo honestos, no me importa, y no dejaré de serlo solo porque sí. Ella tiene mucho la de ganar en este juego peligroso, y aunque me cues
AMELIE. Las palabras que emitían sentimientos, no podían ser pronunciadas por mi boca. Seguía un tanto impactada, por lo que mis ojos veían, mis brazos, abrazaban, mi corazón se estrujaba en un cálido encuentro familiar. Una combinación de sentimientos tristes y alegres albergaban en mi pecho, pero sin duda, la felicidad es la que tenía el poder en este instante. Mi abuelo, el que me regaló un caballo en vez de una bicicleta, el hombre que nunca antes había visto aparte de aquella tarde de otoño, donde bajaba aquella yegua, con un enorme moño rojo, y su crin bien trenzados, como una obra de arte. Tan negra brillante y tan elegante. “Una imponente yegua, para mi más hermosa nieta.” Aun lo recuerdo, y ella, aún sigue aquí, conmigo. —¿Aún conservas las joyas de tu abuela? —Lo miro sorprendida. Pensé que nadie más lo sabía—. Tú abuela se lo entregó a tu padre antes de morir. Quería que tú lo tuvieras. —Aun lo conservo. ¿Por qué nunca intervinieron? Yo los he extrañado. —Tú padre es
Estaba sentada en mi habitación, con las lágrimas cayendo por mis mejillas. No sabía cuántas horas habían pasado, pero sé que fueron suficientes, para sentirme adolorida en la posición en la que estaba.Todos me quieren lastimar, e inclusive la única familia que conozco.Talvez solo malinterpreté las cosas. Talvez ella hablaba de algo más, y en realidad solo yo entendí mal.Talvez…Talvez lo que debería hacer es investigar.Me puse de pie y fui a la habitación de mi hija a buscar el aparato que contiene el video. Ismael se encontraba sentado sobre el colchón, al parecer, buscándome. Cuando me ve, suelta un suspiro y afloja todo su cuerpo.—Me preocupe. ¿A dónde fuiste? —pregunta, poniéndose de pie, para llegar a mí.—Fui a cambiarme —respondí, recibiendo su abrazo—. ¿Tienes el pendrive contigo?Ismael asiente y mete la mano en su bolsillo interno, para quitar el aparato de allí.—Aquí lo tengo, cariño.—Es hora de investigar qué es lo que está pasando exactamente con mi familia.—Iré
Estábamos desayunando, todos en un silencio asombroso, que, para ser francos, era relajante en parte, porque tenía en la mira a mi madre, más no porque confiaba.No puedo creer que no confíe en ella como antes, pero por el momento, no sé si estoy actuando bien, o me estoy dejando manipular por un video de años atrás.Ella es la mujer que me cuido, que me educó y me apoyó en el pasado. ¿Por qué es que no confío en ella ahora?“Quizás porque siempre se ha mostrado distante.”—No has probado nada de tu desayuno, hija. ¿Te pasa algo? —pregunta ella. Sonrío y niego.—Me siento aburrida sin hacer nada. Solo eso.—Es cierto. ¿Ya no vas a tu trabajo? ¿El príncipe Is te despidió? —Mi esposo se atraganta con su café y la mira con sorpresa.—¿Me crees capaz de despedir a tu madre, pequeña niña traviesa? —inquiere mi esposo.—La niña solo lo dice porque no trabaja su madre. Siempre se mostraba feliz a la hora de ir a la oficina, y ahora…—Pasaron cosas que la obliga a reposar —interrumpe mi espos
ISMAEL.Dadas las circunstancias, decidí a poyar la decisión de mi esposa, y aceptar que vaya a la casa de campo, pero obviamente no solo la acompañarían los hombres de afuera, ni tampoco dejaría al descuidado la mansión.Desde el atentado en su casa, y con lo de su hija, me he dedicado a cuidar cada paso que dan, para evitar futuras sorpresas. Su hacienda, están controladas por hombres que su madre no conoce, todo está rodeado, empleados nuevos en la cocina, y afuera, que no solo se dedicarán a trabajar para mi esposa, sino que tienen que cuidar y escuchar todo.Ayer, cuando estaban saliendo, rumbo al lugar, pude ver por las cámaras a Jen amenazarla. Pude ordenarle que la capturen, pero quería ver que hacía mi esposa, y aunque me pareció tonto su decisión, en el fondo me siento orgulloso de cómo lo enfrentó.“Soy un Wright, ahora.”¡Claro que lo es!Espero que Jen, aproveche esta oportunidad que mi esposa le brindó, como también espero que mi hermana entienda la gravedad de la situac
AMELIE.Ya había pasado un tiempo desde el altercado en la mansión, con Jen, y un poco más, desde que estoy casada. No he vuelto a asistir a la empresa desde ese día, pero mi hija si va casi todos los días con Ismael, e incluso, ha contratado especialistas que le dan tutoría en el lugar, por unas cortas horas, hasta al menos, sentirnos seguras de que todo acabó.Por mi parte, trabajo duro en el campo, y visito más seguido al abuelo. Obviamente, sin que mi madre lo sepa.La misma, se muestra más sería de lo que solía ser, más apática con los personales, como si en verdad le molestara sus presencias; pero en lo posible, trato de disimular que no me doy cuenta.—No entiendo porque te empeñas en querer estar aquí, cuando siempre viviste en la ciudad —dice entrando en el salón, donde me encuentro bebiendo agua. Volteo a enfrentarla—. El capataz precisa hablar contigo.—Ya te lo dije. Es el sueño de mi padre. ¿Qué sucede madre? Pareciera que te molesta mi presencia aquí. Desde que decidí ha
—¿Se marchó como sin nada? —consulto un poco sorprendida, y enfrento al capataz que traje conmigo—. ¿Tú sabías de é?El hombre asiente.—Sí, lo decía en la carpeta que te dejé sobre el escritorio en el despacho —Frunzo el ceo, porque efectivamente no había carpeta sobre el escritorio, pero sabía o que estaba pasando.Le entregué las llaves de la camioneta en el que fuimos, mientras yo decidía ir con mi esposo. Aun en mi mente trabajaba la idea de que ese hombre tuviera algo que ver con mi madre, aunque ciertamente sería algo muy tonto de admitir.Cuando finalmente llegamos a la mansión, lo primero que hicimos ambos, es subir por las escaleras para ver a nuestra hija. Y cuando por fin nos cercioramos que estaba bien, pudimos ir hasta nuestra habitación.Estaba un poco fuera de mi mente, pensando en la casualidad tan grande que el mismo hombre que tiene negocios con mi esposo, ahora quiera hacer negocios conmigo.Quizás estoy un poco paranoica, pero con todo lo que hemos pasado, me es i