54 - ¿Le crees?

Cuando llegamos a la casa, no me importó en lo absoluto dejar atrás a Ismael. Subí por las escaleras, como si no hubiera un mañana, y me adentré a la habitación de mi hija, como si mi vida dependiera de eso.

Se encontraba dormida, y el corazón volvió a mi cuerpo. Me quité los zapatos, y me acomodé a su lado; sin embargo, ella parecía no respirar, y eso, me aterraba.

Comencé a mecerla, y tratar de escuchar su respiración.

—¡Ismael! —grité, mientras buscaba su pulso. Lo sentí, pero muy bajo—. ¡Ismael!

Volví a gritar, mientras me levantaba de la cama y la levantaba en brazos. Mi esposo me alcanzó y entendió todo. La subió en sus brazos y corrió escaleras abajo, mientras gritaba que abran la puerta de la camioneta. La colocó la parte de atrás y yo me metí junto a ella.

El hombre acelera el vehículo sin importar llevarse a cualquiera por delante. Sin importar el tráfico, sin importar nada.

—Ella va a estar bien —musitaba mi esposo. Pero su voz, estaba cargada de preocupación, estaba tan at
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