—¿Se marchó como sin nada? —consulto un poco sorprendida, y enfrento al capataz que traje conmigo—. ¿Tú sabías de é?El hombre asiente.—Sí, lo decía en la carpeta que te dejé sobre el escritorio en el despacho —Frunzo el ceo, porque efectivamente no había carpeta sobre el escritorio, pero sabía o que estaba pasando.Le entregué las llaves de la camioneta en el que fuimos, mientras yo decidía ir con mi esposo. Aun en mi mente trabajaba la idea de que ese hombre tuviera algo que ver con mi madre, aunque ciertamente sería algo muy tonto de admitir.Cuando finalmente llegamos a la mansión, lo primero que hicimos ambos, es subir por las escaleras para ver a nuestra hija. Y cuando por fin nos cercioramos que estaba bien, pudimos ir hasta nuestra habitación.Estaba un poco fuera de mi mente, pensando en la casualidad tan grande que el mismo hombre que tiene negocios con mi esposo, ahora quiera hacer negocios conmigo.Quizás estoy un poco paranoica, pero con todo lo que hemos pasado, me es i
La hacienda estaba en subida, lo que era digno de admirar. Todo resultaba ser tan perfecto, que prácticamente olvidábamos que convivíamos con el enemigo. Pero lamentablemente, las cosas buenas duran poco, y la desgracia siempre buscará hacer acto de presencia. Sofía Wright estaba en medio del camino con Rafael, apuntándome a mi hija y a mí con un arma, y a pesar de estar rodeadas por hombres, simplemente, temía por mi compañía. —Estoy cansada de que, en cada capítulo, tengan que aparecer ustedes apuntándome con un arma. Son más molestos que el mismo villano —expongo, un poco aburrida. —Haz destruido mi vida, mi matrimonio. Todo —grita Sofía, de forma iracunda. —A mí me has mentido. Dejé todo para venir a ayudarte y al final te has casado con otro hombre. Eres una cualquiera —vocifera Rafael. —Yo, no tengo nada que ver con las desgracias de sus vidas. Ustedes lo han destruidos solitos. —Quiero ver que hace mi hermano, cuando se entere que lo has engañado con David —Frunzo el ceño
ISMAEL. Todo este tiempo, lo único que fuimos acarreando son problemas tras problemas. Lo único que se mantenía intacto era mi empresa, pero mi esposa. Ella estaba lidiando con pérdidas muy extremas que dudo mucho que la hacienda sobreviva. Y lo peor, es que sabíamos quien la estaba causando. Toda esta problemática, me tenía estresado, porque no me gustaba ver a mi esposa desesperada. Más que nada no eran las perdidas, eran las muertes masivas de sus rebaños. Golpeó la mesa del comedor, y se puso de pie. Miró a su madre directamente a sus ojos y luego a los demás. —Me he cansado —sisea. —¿Qué? —inquiere el capataz—. ¿Vas a vender la hacienda? Pude vislumbrar la sonrisa de su madre, de forma ladeada, pero también, disfruté de la sonrisa arrogante de mi esposa, negando. —La persona que está cometiendo este crimen, es exactamente lo que busca y no le daré el gusto. Fui entrenada por mi padre y por mi abuelo, y ya me he cansado de este juego —dice decidida. —¿Qué planeas, hija? —
AMELIE. Cada noche al lado de mis seres querido, que se resume en mi esposo e hija, soy la mujer más feliz del universo. No podía con tanta felicidad en el pecho. Sin embargo, como Ismael me lo había dicho; el mal aún sigue allá afuera. Definitivamente, mi madre es una villana astuta, mueve cada pieza sin dejar pistas, e utiliza a todos a su antojo. Tanto Sofía como Rafael, ahora están tras las rejas. Ella se aprovechó de su odio hacia mí, del sentimiento de mi mejor amigo, hacia mí. De los deseos de Jen de recuperar su matrimonio. Los manipuló a cada uno, como marionetas sin cerebros, todo, por conseguir ser la dueña absoluta, de mis tierras. Estábamos yendo hasta la hacienda, con los hombres que me siguen hasta el fin del mundo, protegiéndome. Cada uno estábamos comiendo unas donas, que adquirimos por el camino. Ellos ya se han convertido en mis hermanos, y nuestra relación es tan unida, que hasta parezco un guardaespaldas más del grupo. Apenas llegamos, bajo del coche y voy dire
ISMAEL. Entre risas y bromas, estábamos volviendo con la pequeña Maga, a la casa de campo de su madre. En esta ocasión, se compró la hamburguesa para ella, pero también, decidió comprar pizzas para todos los trabajadores de la casa. No obstante, a medidas que nos acercábamos, la neblina se hacía más espesa, como si algo se estuviera quemando a los alrededores. Pero más asustado estaba, cuando deduje que el humo provenía de la hacienda. —¿Qué sucede, rey Is? —pregunta la niña, pero no lograba responderle. En ese momento, en mi mente solo se encontraba mi esposa, y el hecho de imaginar, que está herida, me aterraba. Pisé fuerte el acelerador, y me adentré en la propiedad. Me estacioné de alguna manera y bajé. —Quédate con la niña —Me acerqué a la escolta, y susurré en su oído—. Y por nada del mundo, la dejes con su abuela a solas. —Entendido, señor. Dicho esto, corrí hasta la entrada. Todos los empleados estaban alrededor, La sirena de los bomberos ya se escuchaban cerca. Pero, n
Dante se ha mostrado de acuerdo con cada punto que hemos hablado. Le he contado absolutamente todo, a excepción de alunas cosas que solo le concierne a mi esposa tratar. Sin embargo, a él no le importaba. —¿Cómo se supone que me acercaré a ella? —inquiere—. He dejado claro que no quiero saber nada, y luego de divorciarme de Sofía, me mantuve muy alejado de todos. —¿Quién dijo que te vas a acercar tú? Ella te buscará, y justo en este momento. —¿Qué? —pregunta de forma confundida, pero no termina de hablar, porque mi puño se estampa en su rostro—. ¿Qué rayos…? —¡¿Crees que puedes venir aquí a amenazarme?! —Lo tomo de la camisa, y me acerco a su rostro—. Ella está aquí. Mi voz salió tan baja, pero lo suficiente para que entienda. Me empuja con fuerza, haciéndome tastabillar en mi posición. —Quiero a Sofía libre, de lo contrario, buscaré la forma de destruir todo lo que amas —amenaza, y retrocede, topándose de lleno con la madre de mi esposa. Dante no dice nada solo asiente, y pasa p
AMELIE. La puerta se abre, y una madre, con fingida preocupación, se adentra en el lugar. La observo seriamente, mientras ella toma mi mano, e intenta acariciar mi mejilla. Toma asiento en el sillón al lado de mi cama, y deja un beso en mi mano, mientras lo acaricia, y hace presión. Veo como sus ojos sueltan lágrimas, que antes, creería que eran sinceras. —El beso de Judas —mascullo, mientras aparto mi mano de su calor. —¿Qué? —inquiere confundida. —No debes actuar en frente de mí, madre. Ya sé toda la verdad —Mi madre, se aparta de mí, afloja todo el cuerpo, y se cruza de piernas. —No podía cerrar la boca. Sabía que Ismael no era idiota —refuta y yo sonrío. —Tu error es cometer justamente eso. Error tras error. Confiarte —Vuelvo a sonreír, mientras mis ojos se cristalizan—. Sé que mataste a mi padre. Todo su cuerpo se tensa, sus ojos se abren, y deja de mostrarse relajada, enderezándose en su lugar. —¿Cómo lo supiste? —bufo, y niego. —¿Sabías que él estaba enterado de que ib
Cuando Dante se marchó de la mansión, decidí ayudar a mi esposo con algunas cosas de su empresa. Del mismo modo, también trataba de reposar lo suficiente para recuperarme más rápido. De eso pasaron una semana, y ahora me encontraba totalmente recuperada. La casa del campo, ya estaba casi terminada, y mi esposo, tenía un evento importante de su empresa. Era el aniversario de su empresa, y, por ende, debíamos asistir todos. Mi esposo se encontraba, colocándose el traje, mientras yo me prendía los tacones en el tobillo. Literalmente, me sentía hermosa, una diosa, como nunca antes. Mi esposo se acerca, y me ayuda con ellos, para después, ponerse de pie, y extender su mano para mí. Tomo con suma suavidad, y una corriente nos envuelve, y con su sonrisa particular, me indica que también lo ha sentido. Me acerco al espejo, con él a mi lado, y nos veo, a través de él, tan elegantes, tan guapos, tan finos. Yo tan pequeña y él tan feroz. Baja su cabeza hasta mi hombro, y relaja su mentón sob